jueves, 21 de diciembre de 2006

La verdadera virgen

Esta columna es para mis amigos católicos, para lo que no lo son tanto, y para los que deberían serlo.

Así como el año nuevo es salida y carrete, para muchos Nochebuena es una invitación a la intimidad acompañada. Porque aunque lo que hoy hacemos tiene más que ver con un solsticio que con un pesebre, hay una derrotero oculto que apunta a "nacer de nuevo".

Jesús llegó de la manera más piola que alguien puede venir al mundo. Incluso a veces pienso que lo hizo con demasiada austeridad. Y la crítica no tiene que ver con sumarme a esas corrientes modernistas que hacen películas con un San José con pinta de stripper (y que más de una mueca han generado en nuestro plástico pontífice). Tiene que ver más bien con la contradicción con la abundancia que la fiesta de Navidad tiene y el llamado de la Iglesia a la austeridad. Porque la esperanza tiene que ver con que todos seremos algún día felices, aunque si seguimos el destino de Belén pareciera que nunca lo conseguiremos.

Hay una foto que simpre he pensado que representa bien a esta contradicción que todo nacimiento representa: el dolor de la parturienta y el recién nacido, y el milagro de la vida y el destino.


Todos ustedes han de haber visto esta foto de la National Geographic. Es una niña afgana fotografiada en 1989 en un campamento de refugiados de Pakistán. Hasta hoy, ha sido la portada más famosa de la revista. Y eso que no tiene nada que ver con la féminas de Victoria's Secret o Sport Illustrated. Al contrario, son esos ojos la única parte del cuerpo que realmente expone esta muchacha, lo que la convierte a mi juicio una de las personas más hermosas del mundo.

La virgen María debe haber sido sumamente parecida a esta adolescente. Nada que ver con las ragazzas de Zefirelli. Este fenotipo pashtún es similar al de las hebreas. Así como éste, el rostro de la virgen debe haber estado ensombrecido por la misión de tamaño parto, por no saber cómo tener un hijo dentro de una comunidad que no la entendería. Y en este argumento es claro que apuesto por la tradición eclesial. Pero si no lo hiciera, si creyera solo en la historia real, en tiempos de Cristo las jóvenes se casaban como a esa edad, tenían hijos a esa edad, eran adultas a esa edad y eran apedreadas de concebir sin esposo, también a esa edad.

Hoy, cuando el tema de abrir regalos nos evoca simpre la niñez, podríamos perdernos en esta adolescencia nevada, sin mirar aquello que se juega en esa venida. Porque al igual que el cambio de estación que los germanos simbolizaban, la noche más larga del año en Medio Oriente, tiene una señal de luz en el horizonte (María en arameo significa portadora de luz). Y aunque me distraiga con la nariz colorada de Rudolf, creo que es mejor pensar en la vida de esta mujer de la foto, asustada completamente, pero con una dignidad difícil de equiparar. Y esta contradicción no la reconocemos sino miramos la propia vida y aquello que a veces duele concebir.

Creo que ese el sentido final del intercambio de regalos, la comida compartida y las luces en el arbolito. Alguien te sostiene y quieres sostener a alguien más. Como los padres palestinos sostienen a sus hijos. Y aunque sea un instante en medio de una vida más parecida a un campo de batalla, es el bienestar de esta celebración lo que mejor conviene compartir. Porque definitivamente, esta niña y la virgen, debieron compartir casi la misma existencia sufrida y famosa.

Y creo que esa es la reflexión que a veces ni la Iglesia ni Falabella saben transmitir.

martes, 19 de diciembre de 2006

Semana de Navidad

El calendario ha transcurrido de manera vertiginosa. Es impresionante. Estamos a menos de cinco días de la Nochebuena y todavía no he elaborado mi pedido de regalos. Es injusto. Los que yo entregaré los tengo más que comprados (lo cual me valió una valiosa experiencia de conocimiento del retail santiaguino) y en tal distracción no pensé qué cosa yo quería. Así que si en una de esas alguien pesca, de repente puedo recibir lo que quiero:

1. World peace (anoche vi Miss Simpatía y la cosa me quedó dando vueltas)
2. Que el cambio climático no nos deje secos como momias, mientras los gringos siguen quemando petróleo en sus equipos de aire acondicionado.
3. Unos $10.000.000 como para ir a Ucrania y Kasajztán y poder traer importaciones cool y fotos de un veraneo tremendamente exclusivo (Quién se bañaría en el Mar de Aral? o vería un lanzamiento de cohetes en Baikonur? o huiría de los tártaros que sicosearon a Miguel Strogoff? o comería un menú orgánico en Chernobyl?).
4. Otros $5.000.000 adicionales que necesito para pasaje y estadía en Helsinki y alrededores (incluyendo Rovianemi que es la ciudad de Santa Claus, obvio, así me aseguro que los deseos se cumplen).
5. La segunda temporada de Ally Mc.Beal en DVD para poder mirar cuánto ha cambiado mi vida (desde que seguí la serie hasta que la compré)
6. Que el analista sea reembolsable por la Isapre... seguro.
7. Que los arquitectos que diseñan el plan regulador de Santiago Centro reciban un corazón sensible a las artes y el patrimonio.
8. En el mismo sentido, que se preserven las galerías del centro. No solo enriquecen la trama urbana sino que en su interior guardan verdaderas joyas donde el comercio es efectivamente un intercambio entre personas.
9. Que el alcalde de Las Condes deje de incentivar un estilo mediático de hacer política, porque para ignorantes con pantalla ya tenemos hartos candidatos.

Y finalmente, el deseo número 10 tiene que ver con la espera de la fiesta. Más que el sentido religioso de la misma, el disfrute gastronómico, la sorpresa de ver el árbol de la Plaza de Armas auspiciado por Coca Cola, la compra de regalos con mayor o menor apropiación o el despliegue de baratijas en Meiggs, lo cierto es que esta fiesta del fin de año nos da una oportunidad para ser estimulados, pero también para reparar en la naturaleza del estímulo y la necesidad de expresar afectos.

Y me quedo con eso... más adelante pensaré en un mensaje.

viernes, 15 de diciembre de 2006

Antropozoología

Quedé para siempre con una opinión pendiente sobre aquello que aconteció el fin de semana. No pude, me distraje. Había tanta información que no podía procesarla en palabras conciente de las inclinaciones emocionales que las imágenes y palabras generaban en todos los que habitamos en este país. Definitivamente la muerte no termina con la existencia.

Igualmente, no podré olvidar el olor a humo en el departamento cuando la protesta arreció en la Alameda, por puro prejucio del guanaco contra los manifestantes, que de haber protestado en Apoquindo de seguro les hubieran ofrecido jugo. Porque de otro modo no me explico la vergüenza ajena que sentí ante la agresión a los reporteros españoles con un protocolo de flaite que suele ser criticado por la burguesía.

Tanto es así, que tengo un par de borradores en el reservorio de blogger solo sobre esto y el papel de la Iglesia en el funeral. Ninguno puede ser expuesto por incompleto. Pero ahora tengo una idea diferente. Concentrado en los sucesos noticiosos pude descansar de verdad cuando fui invitado al lanzamiento del libro de mi primo. Este muchacho es historiador y desde hace algunos años se ha especializado en archivos fotográficos sobre mapuches y otras etnias.

Y ocurre que en esta ocasión, editó junto con un inglés un volumen sobre antropozoología en el siglo XIX. Se llama "Zoológicos Humanos" (Cristián Báez, Peter Mason - Pehuén Editores). Jardin de Acclimatatión de París y un puñado de mapuche y kaweshqar exhibidos como objetos. La idea era que la siempre evolucionada Europa pudiera contemplar sin cruzar un océano, la existencia de estos otros seres humanos y su extrañeza. Como piezas de museo, el recorrido por dicho parque permitía ver toda la gama de salvajes posibles desde lapones (si, a mis estudiados finlandeses también les tocó) kirguizes, innuit y tupí.

Ciertamente las imagenes de los chilenos transplantados es difícil de digerir. Y aunque frente a la vida real de estos pueblos, al igual que los franceses tenga la misma ignorancia, por un asunto nacional sigo teniendo un lazo invisible con su humanidad. Acá la exhibición no era equivalente al del lanza presentado ante un tribunal catalán, o un monrero santiaguino en el juzgado sueco. Acá el mapuche era un intermedio entre el antros y el zoos. Para esos años todavía ni pensaba nacer Levi-Stauss, con su ejercicio revalorizante de la antropología.

Y aunque mi primo no lo quisiera, algo de eso se pudo ver también hoy en día. Aburrido de la televisión nacional, corporativa como ella sola, preferí seguir las noticias por el cable esperanzado de encontrar mayor objetividad. Y lo que encontré era el reclamo de la Ramudo, la etiqueta de "dejaron libre al culpable", el reporte de las manifestaciones y la la sorpresa ante la magnitud del suceso.

Las palabras usadas eran claramente diferentes a las que dijimos acá. Y no es un asunto de idioma. Empujado por el snobismo hacia Europa, de alguna forma vi algo parecido a lo que las fotos del libro mostraban. Los chilenos, acá en Chile, armábamos pelotera por alguien que claramente desordenó la historia. Y más aún, lo que existía era una parvada de fanáticos que poco discurso utilizaban. Las chapitas conmemorativas, de todas formas, son la etiqueta del populismo más puro en latinoamérica, donde el dictador era el Tata.

Al otro lado de la pantalla, al igual que en las fotos, los chilenos dábamos materia para la antropozoología. Ganada la democracia, conseguida la muerte de la postal subsahariana y tropical con que nos miraban hace 150 años; hoy día todavía tenemos algo de salvajes porque aquello que verdaderamente pudo habernos puesto a reflexionar, discutir y estudiar nos hizo prender fogatas, tirar escupos, quebrar vitrinas y aprovechar la tribuna para hacer carrera política propia.

Es de esperar que aprendiendo la historia comprendamos también la lección.

martes, 5 de diciembre de 2006

Final de baile

Vi y disfruté la final de "El Baile" de TVN. Si, lo reconozco. Y no fue porque estuviera aburrido y no pudiese navegar entre los otros sesenta canales que el cable me ofrece. Hay algo en particular con este programa que me hizo enganchar y seguirlo los últimos cuatro capítulos.

Ahora bien, si uno indaga un poco más en los créditos y compara con otras ofertas de la parrilla internacional, claramente este asunto de los bailes de salón se ha convertido en una especie de moda. Y en ese sentido, ni TVN ni Canal 13 han hecho mucho mérito en lo que creatividad se refiere. Es más, ahora la demanda por aprender pasos en academias establecidas se ha incrementado notablemente.

Leyendo la prensa a la mañana siguiente, todo el mundo señalaba orgulloso la plasticidad que habían adquirido los protagonistas de la final: Pato Laguna y Juvenal Olmos. Y debo confesar que éste último merece todo mi reconocimiento en cuanto sin proponérselo, consiguió lo que muchos en el medio farandulero no consiguen: reconvertirse y ganar admiración por solo aparecer.

En este sentido, la presencia del cuerpo resolvió toda la animadversión que sus discursos de técnico generaron en el 2005, traducido en un ofensivo canto popular. Y creo que en este nuevo cariño, mucho tienen que ver las mujeres qye aprecian sus movimientos de caderas como antesala del goce en la alcoba. Y convengamos que el tipo le puso empeño todo el rato. Porque la clave del baile es hacerlo engrupido.No obstante existen reglas fijas para determinados ritmos (el merengue y la salsa suenan a lo mismo, pero exigen coordinaciones diferentes) existe un límite donde uno se deja llevar por el sonido y el cuerpo responde al ritmo con asombrosa plasticidad.

Es más, para cualquier sujeto normal, mientras no intente ser un maestro o no piense que todo el mundo lo está mirando, la garantía de pasarlo bien es segura. Lo digo con uso de razón y con resultados aprobados. Por eso logro comprender que la discoteca gay es particularmente neurótica en ese sentido, porque indeclinablemente uno baila para llamar la atención. Y por eso suelo tropezar más que aquellas veces donde jugando al burgués en los matrimonios, la chica de turno me ha ayudado a dar vueltas menos mariconas al son de una melodía dominicana.

Y cito al burgués recordando las columnas que Pedro Lemebel escribiera hace dos semanas en La Nación Domingo. Claro que él lo hizo impelido por la necesidad de criticar el angustiante olvido chileno que observaba los pasos almidonados de Paty Maldonado o Raquel Argandoña, celebrando idiotas la danza de un par de arpías. Y es que los asesinos también pueden danzar. Y que decir del afirulamiento de Jordi, que al menos es más digno y honesto que el besador de la Olivarí.

Pero al igual que en el caso de Olmos, convertido por los medios en un “cuarentón rico”, puedo descifrar ese gusto por moverse y poner en suspenso el discurso por un rato. Es cierto que al bailar uno se olvida del trabajo o de las cuentas pendientes y adquiere una luminosidad particular. Así se recupera la función ritual que el baile adquiere en todas las culturas, que en nuestro caso es poner al centro el cuerpo en sí mismo. Porque ya no pedimos mejores cosechas, mayor fertilidad para nuestras mujeres (bueno a veces si) o simulamos la caza de un animal salvaje. Ahora nos ponemos nosotros mismos, entre anulando y promoviendo la individualidad sobre la pista. Y las canciones de fondo dan para todo sea rumbeando para acalorar al prójimo o robotizando la existencia dentro del loop tecnológico de la electrónica.

Y al igual que la vida, este oficio de presencia y ausencia se puede cultivar y darnos más de un placer.

jueves, 30 de noviembre de 2006

Dientes Rebeldes

Hace poco tiempo que está en rotación uno de los videos que más susto me ha producido en el último tiempo. No se trata de una versión remezclada de Thriller de Michael Jackson con Mackulay Culkin o las hermanitas Olsen entre los bailarines. Tampoco se trata de Paris Hilton homenajeando "Another day in paradise" de Phil Collins. Esta vez, es un asunto mucho menos hollywoodense, aunque tenga francas pretensiones de serlo.

Alguna vez me referí al grupo REBELDE (o RBD para los entendidos) en aquella ocasión que unas madres desperfiladas casi pasan por encima mio en una fila de la Feria del Disco. La conmoción por comprar un par de entradas era tal, que se enfurecieron al comprobar que otro sujeto (o sea yo) podía hacer algo en esa fila que se suponía era la antesala del cielo.

Después, y aunque no lo comenté, casi muero por segunda vez cuando me atraganté al comprobar que para el último concierto que estos sujetos hicieron en Chile, las entradas más caras costaban cerca de 100 lucas. Más encima, concluía que este precio era ilusiorio, porque dado el perfil de los fans, siempre habría que comprar dos entradas fijo: una para el adolescente perturbado y otra para el adulto que lo contendría. Tamaño negocio, entonces.

Así, en ese contexto, vi el video de la canción "Sálvame". Lata que días después la peluquera tarareara la misma melodía mientras me acicalaba, ante lo cual entré en pánico si en un arranque de creatividad optaba por dejarme blondo como uno de los cantantes (so pretexto de: tienen la misma estructura ósea) todo lo cual me dejaría convertido en una versión trajeada de Nelson Mauri. En fin. Todo conjuró para dejarme bien metido con el tema.

Pensando en esta cosa artificial del Fantomas, comprobé que el videito este tenía las mismas claves de indisponibilidad. Lo primero, el perfecto estado de los dientes de la cantante. La comadre abría la boca en una sonrisa que dejaría opaco a Pepsodent y que probablemente brillara bajo una lámpara ultravioleta. Evidentemente, llegaba hasta tener colgando las etiquetas de los implantes, y seguramente se haría enjuagues con cloro para mantener esa pulcritud y lo que paso explica por qué seguramente no come bocado alguno. Lo segundo, era el sinsentido de rodar el video en los alpes suizos, con las minas vestidas de bikini, aunque de seguro la silicona ha de tener buenas propiedades aislantes que vale la pena promocionar. Lo tercero, era esa misma erotización naif de Dulce María (sí, hay una cantante que se llama así) que no es una especie de Charlotte York poniendo orden a la parvada hormonal, sino que jugaba al papel de la colegiala que no se percata que se le sube el jumper.



En fin, en este contexto los varones poco hacían salvo los coros y jugar a tirarse por en trineo. Y esos chispazos de felicidad parecían una promesa de salvación después de la tragedia amorosa que narraba la letra: sálvame del hastío, sálvame de la soledad...

Conociendo el patrón de consumo local, igual algo se entendía. Es como cuando las primeras Supernova se hicieron conocidas allá por el año 99 con "Maldito Amor", donde me percaté que nuestros adolescentes algo de melancolía tienen en la comprensión de su crecimiento. Pero me parecia que el caso de México es bien diferente. Porque el fenotipo de mexicano, lo mismo que el nuestro, dista bastante de las facciones impolutas del grupo. Y seguramente, experimentar sus historias de vida distaba bastante de la sobractuada telenovela que protagonizan asociada al merchandising de la franquicia. Aparte que ninguna población de mujeres tiene por proporciones iguales morenas, colorinas y rubias.

Pero comprar el disco, cantar la melodía y soñar vivir las aventuras programadamente descarriadas del grupo son un poco como evitar las propias perturbaciones de esa edad. O de los padres que acompañan a los chicos de esa edad. Ser puede jugar un poco a no vivir, porque la reflexión a la que obliga la vida real no es necesaria en esta proyección. Igual, hasta yo quisiera tener la pinta de algunos cantantes de pop, porque creo que todo sería más sencillo. Pero al igual que la medicina especializada y deshumanizante, esta elaboración quirúrgica del individuo nos diluye en los valores de la industria, sin enfrentar el desafío de crecer como uno efectivamente es.

miércoles, 22 de noviembre de 2006

Fantomas

Hay evidencias que muchas veces nos hace suponer que la relación con la propia salud es equivalente a la hotelería que intermedia en el sistema médico-paciente. Ahora bien, cualquiera que haya trabajado en alguna empresa de servicios, sabrá que muchas cosas se juegan en la trastienda del mercado, el back-office bancario o la cocina (y especialmente la despensa) del restaurant.

Citando nuevamente el recorrido de hace pocos días, pude descubir un elemento muy interesante de estas prácticas galenas. Ocurre que con la evolución del sistema nacional de salud, y la entrada de la medicina privada, muchas cosas han cambiado. En primer lugar, el retiro del espacio doméstico, con la consecuente tecnologización de la clínica. Lo segundo, el efecto de consumo que hay al pagar por una prestación médica donde se establece una relación de clientela. Tercero, la aparición del SERNAC que envalentonó al usualmente sumiso comprador y que ha extendido la influencia de esta ira hacia este rincón terapéutico con insospechadas consecuencias.

Porque ahora ya no es tan simple operar, por ejemplo. Los cirujanos, antiguos sacerdotes del quirófano, ahora buscan la manera de intervenir lo menos posible, porque aunque hayan advertido del riesgo de hacerle la lipo a Julita Astaburuaga, si la vieja se muere, demanda segura. Y lo mismo se aplica para la docencia...

Me he atendido en hospitales universitarios e igual uno se cohibe un poco ante tantos mirones . Pero también hay más atención a los detalles. Pero lo cierto es que mucha gente se niega rotundamente a ser siquiera tocada por un estudiante (aunque yo en determinados casos lo solicitaría) Esto tiene por consecuencia dos cosas: una vez más los pobres salen para atrás porque les toca tener que aceptar si o si, todas las clases que puedan dar con sus cuerpos; y segundo, las universidades con más dinero deben recurrir a inversiones más fuertes para hacer docencia con medios inertes.

Las clases de anatomía las tienen todos por igual, porque vagabundos finados siempre va a haber. Pero para otras cosas, cada vez se usan más estos muñecos llamado Fantomas. No sé porqué en Chile le llaman así. Fantômas era el nombre de un sofisticado personaje de novela francés, un archicriminal sanguinario pero muy elegante. También es nombre de una banda de rock que lo homenajea. Por alguna razón también le llaman así a estos maniquíes que simulan enfermos.

Es bien escabroso entrar a una sala de clases con una cama de hospital y un muñoeco con ictericia que se desangra. Pero más escabroso aún es ver como han evolucionado de ser un simple envoltorio de plástico a una máquina más cara que un BMW. Porque en el Hospital de la FACH, una universidad consiguió con descuentos un fantomas de la Marina gringa. Y lo impresionante era que el bicho este era casi un androide. Tenía disitintas arritmias programadas por computador, su pecho se movía con la respiración, se podían simular fracturas reemplpazando piezas internas y lo más heavy era el hecho que expresaba síntomas y se quejaba de dolor.

Claro, la Universidad era lo suficientemente pituca para que el mono dijera "I wanna throw up" en vez de "voy a güitrear". No, eso último era para la posta. Si le inyectaban dosis erróneas de fármaco mediante el teclado del computador, el tipo podía decir "I feel bad, it hurts" y luego era despachado hacia el otro mundo (en este caso, off mode) Entonces, los estudiantes en su rato de ocio, podrían entretenerse jugando con la vida del enfermo virtual. Claro, los vivos corren menos riesgos cuando son atendidos por estos profesionales, porque antes que aprender, repararán las heridas y darán su boleta con garantía. Pero no puedo dejar de pensar en como toda esta maquinaria al final distancia la vida misma de la sanación.

Crecientemente técnica, una medicina enseñada en salones perdería la capacidad de empatía que se requiere para mejorar. Y en esto tienen responsabilidad no solo los docentes; también el paciente que en vez de exigir servicio, debiera disponerse confiado frente a esa relación donde el poder de la sanación es compartido. Porque también en esas circunstancias, es cuando se valora la propia salud y por defecto, el hecho de poder disfrutar la vida.

domingo, 19 de noviembre de 2006

Pan de Muerto

Por macabro que parezca, este es el nombre de un queque mexicano. Vale la pena aclarar que no es que esté fabricado con migajas de finado, sino que en realidad el "de" implica propiedad: es un pan para los muertos.

Ayer, viendo el canal gourmet en el cable, aprendí la receta de este pastiche. ES tremendamente simple. No la voy a contar porque no viene al caso, pero en lo que sí me voy a detener es en la configuración estética de su consumo.

El Pan de Muerto se prepara para las Fiestas de los ìdem que se celebra a comienzos de noviembre en todo México. Es una de sus tradiciones más arraigadas y una de las primeras que suelen representar de mala forma los gringos. A diferencia de Halloween(All Hallows Eve: Víspera de lo Todos los Santos) el Día de Muertos es una ocasión para venerar a todos estos santos como su estuvieran vivos. La idea es simple: ese día millones de personas van al cementerio a construir un pequeño altar donde se hace una ofrenda al difunto. Y le hablan: le pregunta como lo ha tratado La Flaca. Se pueden preparar las comidas favoritas que recuerdan los retratos o cantar las canciones que escuchara el susodicho en vida. Pero sin lugar a dudas, lo más importante es el caracter de ofrenda con que se reviste todo el rito.

Es evidente que la tumba no logrará digerir los tomates con guajiniciles que se dejen en su margen, o bien que será incapaz de sopear el Pan de Muerto en el chocolatl del tazón. Son los deudos quienes comerán aquello. Y es más, en ese acto también "comen" al muerto. Porque, como podrán ver en la foto adjunta, el pan dichoso tiene unos huesos de masa cruzados por encima, junto con una especie de borla que simboliza el ombligo del finado. Y hay algunas, incluso, que se atreven a tener la forma de pequeñas calaveritas.



Comentaba la otra vez como la medicina occidental a tendido a sobrespecializar la vialidad hacia la muerte, extirpando este evento del mundo de lo doméstico. Y no es que sea bueno necesariamente que ocurra lo contrario. Sin embargo, la Fiesta de Muertos está diseñada para recordar a los que han partido, esperándolos en casa como una visita viva más. De la misma manera que se espera a un amigo, aquí se prepara aquello que el viajero de ultratumba más preferiría, y así, asegurar que los recuerde y los visite de vez en cuando.

Más allá de la creencia religiosa que reside en este acto, como expresión del sincretismo entre la fiesta azteca y la celebración española, me parece notable la delicadeza popular con que se honra la memoria de la familia y del colectivo. El Pan de Muerto tiene esa cotidianidad de todo pan, claro que con el sello especial de la ofrenda familiar. No es como los gringos tratan a sus fieles difuntos: en cementerios que parecen parques donde el picnic es un tanto macabro o en películas de terror donde salen algunos viejos calentones a mordisquear minas Baywatch. Acá el muerto reside en un altar especial, que mantiene su residencia en la tierra. Y con ello se asegura también nuestra trascendencia material.

Olvidado el llanto funerario, lo que sigue es pura alegría y bienestar. Algo que los médicos estarían felices de celebrar también.

martes, 14 de noviembre de 2006

Medicina para la casa

He estado de lo más ausente el último tiempo. No solo de estas páginas, sino también de mi propia conciencia. Errores de cálculo mediante, se juntaron tres proyectos con fecha de entrega para estos días, así que lo que se llama tiempo libre ha sido solo un espejismo cotidiano desde aquel día que escribí en inglés (...esto me pasa por negarles dulces a los niños)

Tanto es así que, sorprendido de mí mismo, hubo ratos en esta semana donde dejé de procesar la información de las reuniones que he tenido sobre los mismos recurrentes temas. Onda modo piloto automático, stand-by o tele-apagada. Algunos podrán pensar que es un mecanismo de defensa, obvio. Otros podrán leer esto como una señal urgente de ajuste de tornillos. Porque nadie puede dejar que sus neuronas se quemen así sin siquiera fumar un caño. Por esa misma razón y por el hecho que mi inconciente se ha anticipado al verano haciéndome bajar de peso sin dieta ni ejercicios (sí mujeres, envídienme) decidí consultar un médico. Para estar seguro que seguro no tengo nada.

En fin. Quiso el destino que dicha cita aconteciera justo después de dos evaluaciones a programas formadores de estos profesionales. Quizás por lo mismo, lo único a lo cual logré prestar verdadera atención fue a una consigna que promueve cada Escuela de Medicina que he visitado este año: "No más especialistas, queremos médicos generales" pareciera ser la moda. Valorar la atención primaria y la medicina de cabecera. Resucitar el oficio sepultado por la sobrespecialización.

El dr. Valverde, que es el señor que veré mañana, tiene todas esas características. Claro que él ya es jubilado hasta de su propia pensión. El arribista que habita en mí se habría achunchado de no verlo en una clínica-aeropuerto, sino que en su pequeña consulta de barrio; pero ahora tengo motivos de sobra para quebrarme porque estoy de lo más in. Porque el actual médico de familia es más bien un old fashion. Y no obstante estoy seguro que más de un futuro egresado correrá a postular a una beca para el estudio de las moléculas del nefrón, hay algo muy rescatable en este intento de vlver a igualar al paciente con un ser humano completo.

Hay efectos obvios, como la mejora del trato y la posibilidad que el día de mañana el galeno mire a los ojos en vez del monitor cuando un paciente enfile hacia la muerte. También la disminución de los costos sociales por la mejor labor preventiva que una reforzada atención primaria tendrá. Incluso hay una cuestión arquitectónica de por medio, al eliminar de los futuros planos esa concepción horrible de los megahospitales metropolitanos donde verdaderamente uno se siente diminuto ante la enfermedad reflejada en cada pared del edificio (y esto es en serio).

Existe un efecto de más largo plazo, que a estas alturas es solo una hipótesis, pero es bien interesante. Hace siglos que la muerte, así como la seria enfermedad, se han sacado del espacio cotidiano de la casa y la misma familia. Foucault habla de esto cuando refiere a la clínica. Y es cierto que hay eficiencias de escala cuando se trata de contar con tecnologías de todo tipo. Pero el problema tuvo que ver con estos otros eventos que son normales en el devenir del hombre: un dolor de estómago, una esguince, una fiebre invernal e incluso el parto; cuando también migraron al hospital.

Mi abuela campesina parió su docena de hijos afiliada a la meica del lugar. Y cuando fue al hospital del pueblo el día que pavimentaron el camino, le ligaron las trompas para que no se empobreciera más y detuvieron a la oña por ejercicio ilegal de la profesión. Mas antes, tanto el nacimiento como la muerte de mi abuelo fueron eventos que formaron parte de un mismo hogar. Así mi papá aprendió a ver la vida con una sabiduría inexplicable. "Todo está en aquí incluso la muerte" me dijo algún día. Y es verdad. La razón de mis jaquecas son más cotidianas que lo que cualquier neurólogo pueda citar.

Y el remedio está en mi propia cama... digo, en tomar conciencia de mi propio existir cada mañana y no requerir toda una estructura adicional para atender la simpleza de esta queja. La misma que puede curarse con toronjil con luna como dirían en el campo. Hay un asunto de confianza en toda sanación. El médico de cabecera y el remedio casero parece que ahora tienden a coincidir. Cambian la planta por un fármaco hecho de lo mismo, pero en ambos casos, lo que se persigue es curar a través de la sintonía con la casa, con el entorno de siempre.

La medicina se lleva para la casa, entonces. Para que el médico verdaderamente nos ayude a vivir en armonía, descifrando nuestro interior. Nada que ver mirarse solo en un electrocardiograma; lo importante es sentir el corazón otra vez. Y como ya me estoy perdiendo otra vez, daré otra vuelta al asunto antes de querer plagiar a Levi-Strauss.

martes, 31 de octubre de 2006

Halloween

Esta columna va por adelantado. Usualmente suelo referirme a hechos acontecidos, pero hoy quiero expresar de antemano lo que sentiré dentro de unas horas más...


I hate Halloween! I think this is the ugliest holiday ever! First, it only reveales how we been colonized by american people and their plastic culture. Plastic like the pumpkins-for-candies that Jumbo sells. Plastic like the whitches and skull masks for children. I only hope that this little demons won´t go to my door tonight. I'll turn off the lights early and I will go to bed inmediatly like last year. I don't care if my brother then said to me "you are like those characters of Charles Dickens stories, the older and anger ones..."

The reason of this dislike is simple. Halloween response to a completely different tradition. Non of the Latinamerican spirit is reflected in this celebration. I mean, we live everytime besides witches and demons, and we treat our deads like living persons (think in peruvian or mexican parties) and not as a pretext for make the sells goes up. Hollywood are not interest in our culture at all, except for give us the role of drug-dealers. And then, we send thousands of people across the Río Grande...

I think this is terrible. I don´t understand how someone can kick out his culture and look for another one. I can't understand, really. How a razonable man can quit to his own language and embrace the words of imperialism. Halloween... it only show us how far the snobism gets.

Can anyone explain this situation to me?

jueves, 26 de octubre de 2006

Psicoanálisis y t(r)aumaturgia

Tamaña sorpresa me llevé conversando anoche con el señor M. Debo denominarlo de esa forma no porque imite los remitentes de mi amigo poeta (han visitado el link Trapalaxio?) sino porque es requisito de la estrucutura de sentido de la presente columna.

Moderado por un vodka tónic, lo que sería una habitual conversación de sobremesa devino en un anecdotario bastante hilarante. Como pocas veces, el señor M. andaba eufórico y lo expresaba con gestos ampulosos y un ritmo acelerado al hablar. Me llamó la atención porque siempre había sido yo quien ocupaba ese puesto, mientras él intervenía sereno. Y hay una razón muy sencilla: M. estudia psicología y siente afición por la corriente psicoanalítica, lo que lo predispone a escuchar sin responder.

Ahora bien, este ritmo es una constante en mi vida actual, tanto por experiencia cotidiana, espacio convenido, como por estudio aficionado. Porque el estructuralismo es una línea de pensamiento que adquirió un tinte muy especial para mí. De alguna manera me hizo sentir más seguro de mis propias rigideces y funcionalidades. Podía ir más tranquilo por la vida sabiendo que a pesar de mis esfuerzos, las cosas iban a tender a ser como estaban programadas desde siempre. La historia (y con ello todas las revisiones de vida que hice) no eran más que una reinterpretación de los mismos símbolos básicos.

Desde luego M. me conocía muy bien a partir de la noche flamenca que pasamos juntos. Y aporté muchos más antecedentes luego de la reacción que tuve cuando otro día derramé una copa de Merlot sobre su sofá blanco invierno. Todo mal. Independiente de aquello, nos encariñamos mucho a pesar que las cosas no funcionaron en el plano romántico.

La novedad de anoche fue el hecho que M. relatara un descubrimiento a propósito de sus talleres clínicos, eventos sostenidos con los compañeros de promoción que ejercitaban en los clásicos consultorios universitarios. Como todos estos pasteles tienen que referirse a sus pacientes, evidentemente en ese espacio se ventilaban varias intimidades de la humanidad. Sin embargo, y con una ética muy vívida, ninguno se referiría a sus atendidos hacia afuera, salvo utilizando nombres postizos como el que ahora utilizo con M. Pero eso que sale como en los libros (... Anna was a psicotic middle age woman, married with a obsessive-compulsive man...) dentro de los talleres tiene nombre y referencias mucho más específicas.

Hasta aquí todo bien e incluso esperable. El detalle es que M. alguna vez asistió a esos consultorios del tipo "Contigo Aprendo" afectado por la escasez presupuestaria de diciembre de 2004, misma fecha en que nos conocimos. Y según él, fue apremiado por las cosas que movilicé. Desde luego, contó todo sobre mi. Paso seguido, hubo más de una sesión de taller donde M y Pablo fueron tema de debate.

Horror! Aparte del hecho que exista una alta probabilidad que una amiga mía haya estado en dicho taller (las coincidencias también pueden ser desafortunadas) lo que más me apremia es el hecho que parte de mi intimidad haya sido ventilada sin mi consentimiento. O sea, yo puedo elegir todavía a mi terapeuta para narrarle sin espanto todas las emociones de mi devenir cola, pero algo muy distinto es haber sido relatado con una perspectiva académica! Haber sido un caso para documentar definitivamente me supera... si hasta me imagino las cosas que todos los párvulos terapeutas pudieron decir: "es obvio que en este caso estamos a la vista de un trastorno erotomaníaco en el taquipsíquico Pablo".

Una parte de mí quería ahorcar al señor M. Pero otra parte se detuvo a pensar en lo que todo esto implicaba. Por una parte, no critico la existencia de la metodología formativa que expuso todo esto, porque dudo que haya una alternativa mejor. Por otro lado, esto extingue un poco más la idea del secreto como posibilidad, en una sociedad que vive de la creciente exposición de los rasgos del individuo. Este es un panóptico diferente, aunque con el mismo sentido clínico, exacerbado con la observación distante-y-no-tanto del psicoanálisis.

He sido un devoto aficionado a esta corriente por un asunto de cambios vitales. Y puedo dar testimonio que funciona aun cuando sus operaciones de transferencia y contratransferencia salgan del consultorio hacia la ritualidad de la vida. Pero debo reconocer que algo se cuestiona con este ejemplo.

En una disciplina con caracter taumatúrgico (dícese: con la facultad de realizar prodigios) esta búsqueda de la consistencia personal definitivamente añade un costo hacia la comunidad, quizás ignorado en una sociedad sin esta filosofía. Porque no puedo sugerir el trauma que la documentación de mi caso generó, incluso cayendo en el juego exhibicionista de relatar esto en un blog.

miércoles, 18 de octubre de 2006

La reproducción de la tontera

Inspirado en la figura del siútico y el aparato reproductor educativo de nuestra patria, no puedo dejar de comentar una idea que hace meses me da vueltas en la cabeza, pero no contaba con pretexto para narrar.

La cosa es bien sencilla. Paseando por Santiago una nublada tarde de otoño, vine a aterrizar en la exposición de "Los Tres Grandes de España" radicada en el subsuelo de la Estación Mapocho. El puro terminal reconvertido justificaba la caminata, pero en esa oportunidad la solitud me llevó a pagar la entrada y decidir regodiarme entre Picasso y Miró. Con la pretensión postmoderna de la vida, el Siglo de las Luces era demasiado añejo, así que Goya ni valía la pena.

Mal prejuicio. Al final a los catalanes ni los tomé en cuenta. Lo que me quedó grabado a fuego en la retina, fueron los innumerables grabados expuestos en la galería, donde se hacía gala de una tremenda fuerza expresiva. Y destaco uno en particular: dentro de la secuencia titulada "Los Caprichos" se hallaba el lugar nº28 que llevaba por título "Si sabrá más el discípulo..."


Tamaña ironía. Si todavía hoy puede generar alguna conmoción la idea expuesta en la imagen, puedo comprender los movimientos que en su época hubo de generar. Goya se supone que era partidario acérrimo de la Ilustración, y por tanto criticaba la superstición que formaba parte del pueblo. No obstante, reconocía que aquel conocimiento popular era una enseñanza al fin y al cabo, y como tal, contaba con una inercia que lo empujaba generación tras generación.

Y lo mismo pasa hoy en día. De algún modo, la existencia de la tecnología nos ha hecho pensar que la superstición y la magia han desaparecido del campo de pensamiento cotidiano. Craso error. Puesto que lo único que ha hecho esta nueva clase de instrumentos es cambiar el modo como nos comunicamos, antes que aquello que decimos. Al final subyace una concepción un tanto mágica en muchas de las cosas que enseñamos: la confianza en el futuro compartido, el despliegue de nuestros proyectos de vida, el curso que tendrá el relato de nuestras emociones. En nuestro país, hay más de una universidad especializada en mantener una visión extraña del mundo (aunque ellas no lo crean e intenten ser universales) y digo extraña porque al final es entendida por unos pocos, esos que logran tomar posesión del alma mater y que no temerán reproducirla y con ello derramarla por todo el sistema político-educativo que hay por debajo.

Y que decir de la prensa, que no educa formalmente, pero dibuja el mundo en el cual nos movemos y nos hace creer cosas que no son (...le suena a Occidente el concepto de arma de destrucción masiva?). O los mismos realities, que intentan ser fiel reflejo de nuestro entorno y al final no son más que una imagen corporativa investida con la superficial rebeldía de MTV.

Y así suma y sigue. No por nada la imagen puede evocar tantas instituciones como humanos hay mirando el cuadro. Hace rato que dejamos de rendirle culto a la Ilustración y hay quienes dicen que la globalización obliga a resucitar la sabiduría popular para conservar las identidades locales. Pero en el intertanto, hay una cantidad inconmensurable de estímulos visuales y auditivos que mantienen funcionando nuestro sistema no importa cuán individual creamos que sea.

Porque la secularización sigue adelante, la expresión del individuo moderno no se detiene, el torcimiento de los valores eclesiales parece ya cosa añeja. Mas, en el deseo de ser un miembro más de la comunidad, miramos las mismas lecciones del maestro que Goya retrató.

viernes, 13 de octubre de 2006

Tamperelainen Popmusiikkia Siyttikiriä

En el fragor del trago compartido after office, escuché como mi afición por el dominio del idioma finés, era calificado como siútica. Eso, porque solo un par de horas antes, los mismos parroquianos señalaron que todo este aprendizaje era un sofisticación sofisticada propia de una inquietud enciclópédica; nada más distante de la peyorativa palabra posterior.

Delgada línea la que se cruzó con esta declaración. Y mientras sonaba de fondo la divertida Olisitko Sittenkin Halunnut Palata? (que en español significa "¿Sabes que te gustaría volver?") algo me recordaba esas series de animé japoneses, donde los cantantes pop siempre tenían de fondo una pista electrónica bastante acelerada que acentuaba los movimientos de los protagonistas. Siendo así, y con la racionalidad medio entumecida, las palabras de mis contertulios sonaron aún más fuertes de lo que deberían.

Debo aclarar que no me ofendí en absoluto. Es más, algo de razón les encontré. En un país donde las jerarquías son importantes, el miedo a los advenedizos es un asunto bien serio. De ahí que en tiempos de la naciente república y aún después, la élite conservadora inventara este término (siútico) para referirse al recién llegado que, sin contar con apellido ni fortuna terrateniente, aparentaba no haber sido nunca un patipelado exagerando los gestos del buen gusto.

Y el buen gusto era patrimonio reservado de la aristocracia. Tan reservado como el vocablo que no tiene traducción en ningún otro lugar. Incluso el título de esta columna intenta reproducir en el suomi la fonética del siútico que escucha música pop de Tampere. En mi caso, la sofisticación finlandesa cabe dentro de un contexto bien reducido, donde el ocio no sea considerado una fatalidad y su práctica, la de un advenedizo en las lides intelectuales. Porque fuera de ahí, donde las valoraciones de la existencia vienen dadas por el hecho de ser un profesional que "salió de abajo", tal pérdida de tiempo es una obsenidad. Es cruzar un límite indebido donde se hace evidente la pretensión de ser algo que no se es.

La intelectualidad pura no cabe para un sujeto que es primera generación universitaria en la familia. Menos si a eso le agregamos un gusto por la estética que implica desembolsos notables dentro del presupuesto mensual con el afán de vestir ropaje distinto a las variaciones de tenida de mall que debieran corresponder a la suburbia santiaguina del poniente. Todo esto sin tener un gramo de fenotipia caucásica. Pero todo esto es complejo ajeno, porque el buen gusto y con ello la apropiación de toda la sofisticación que nos ofrece la sociedad, no es patrimonio exclusivo de nadie, aún cuando los patrones de consumo finalmente determinen hasta donde llega el chorreo.

Se supone que todas estas aficiones y maneras se aprenden observando desde muy temprana edad. Corrí con la suerte de haber nacido en un hogar práctico en este sentido. O sea, pertenzco a la siutiquería de segunda generación. Y como buena versión 2.0, aspiro a apropiarme de cosas que mis padres siquiera han soñado. Regina es buen ejemplo de ello.

A pesar de todo, y por una asunto puramente sensitivo, prefiero mil veces seguir cultivando el gusto por el idioma foráneo, un leve gusto por lo inútil, la simbología de una botella de perfume y un gran complejo por las formas. Mal que mal, es una manera de transgredir el destino asignado y con ello cultivar la autoafirmación que todo hombre necesita.

viernes, 6 de octubre de 2006

Fábrica estudiantil

Condenado por mi insistencia, Dios me escuchó mal. De tanto pedir ir a una visita con gente ultra fashion, en la tremenda confusión terminé donde los ultra facho. Sin quererlo ni nada. Es cierto que la proporción de gente estupenda ha sido muy superior a todo lo que he visto en otros lugares, y que de paso pareció que estuviese en California por unos días, pero esto no compensa el fracaso de mi solicitud.

Aunque viendo el lado positivo, después del shock inicial, pude percatarme de varias cosas interesantes. Y repito lo de la anafilaxis, porque conociendo tanto el sistema de educación superior como también la enorme diferencia de clases que hay en mi país; todavía me sorprende cuanto desconocimiento puede haber acerca de la existencia de otras concepciones mentales y sociales que subyacen a la educación. Y no estamos hablando de estereotipos del cuico y el flaite, sino de cualquier mortal que ni siquiera alcanza a definirse como tal en la medida que todo a su alrededor garantiza una comodidad indeclinable.

Pretender anular los privilegios que cada uno de nosotros tiene en la vida, en favor de una comunidad llana sería como eliminar la mitad de nuestra humanidad. No obstante, el goce real del bienestar se experimenta en la medida que se distingue del malestar. En esta institución que visité, absolutamente nada andaba mal: los computadores funcionaban perfecto, las decanos eran todas regias, los profesores eran todos galancetes bien vestidos, los estacionamientos escaseaban pero ya se asfaltaba la cancha vecina para solucionarlo, etc. Y aunque no lo ví, también todo el mundo era solidario puesto que con su emprendimiento, unido a la conciencia social cultivada con el safari a la barriada, creaban una responsabilidad pública que ubicaría a sus egresados entre los futuros líderes (y en la esperanza de las autoridades, futuros gobernantes) de la nación.

La maquinaria empresarial marcaba como reloj suizo todos los procesos académicos, dándole una eficiencia difícil de encontrar en un país cuequero como Chile. Tan así era, que ninguna energía se desperdiciaba, lo que me llevaba a preguntarme muchas veces cual era la ganancia que se trataba de buscar.

Como dijera Weber en La Ética Protestante, tanta riqueza generada por el metodismo exigía ser gastada. Nada se puede acumular para siempre y ya nos dice la física que si uno acumula masa infinitamente, esta tenderá a convertirse en energía. En el caso de esta Universidad, el objetivo era que entre muchos, unos pocos salieran a mantener viva las ideas de sus fundadores (dos candidatos presidenciales incluídos) Y claramente se podía lograr. Era tanto el bienestar atmosférico que los mensajes subliminales pasaban colados sin remedio.

Cuando los israelitas mandaron a freir monos a Yavé en el desierto era porque estaban cagados de hambre y sed. Y antes lo hicieron porque estaban esclavos en Egipto, sacándolo de la naturaleza para inmaterializarlo y con eso hacerlo mucho más aprehensible por el espíritu y las ideas. Y hago esta asociación pensando que aquello que originalmente me dio un poco de rabia y miedo (me refiero a la fábrica de fachos) de alguna manera también fue una experiencia vivida en mi juventud.

Siendo ignaciano es fácil creer que se está libre de estas instituciones totales, pero al final los devotos jesuitas también hacen lo mismo educando élites sea en el lugar que sea, que reconocen su bienestar ya sea por compartir con obreros, por saberse mejor educados que el resto de la pobla o por poder gozar y santificar la profesión de manera vocacional. Y al final no tienen la culpa de querer hacerlo. Para hacerse parte del mundo hay que aprender a hacer las distinciones cognitivas y también espirituales requeridas. De otro modo no se puede ser observador de la realidad y un interventor de la misma con espíritu ascético.

Porque es seguro que del otro lado, si alguien viniera al Colegio donde estudié, no tendría ningún problema en decir que es una fábrica de comunistas. Y más de una vez lo he escuchado. Pero tanto unos como otros hacen lo que nuestra humanidad indica.

jueves, 28 de septiembre de 2006

Bienvenido al mundo

Bienvenido al mundo, Pedrito. ¿Qué puedo contar que sea novedoso para tí, si todo, absolutamente todo es algo por decubrir? Podría contarte algo sobre como marcha el planeta, qué cosas celebramos en este país y cuál es la manera correcta de saludar a una señorita. Pero me imagino que para eso están tus padres, dos buenos amigos míos, personas dignas de toda mi confianza, creyentes, esforzados, a veces obstinados, pero siempre seguidores de aquello que sienten con fuerza inusual.

Pero bueno, esas historias se irán desgranando con el tiempo. Yo tengo una labor rara en tu vida, porque seré un adulto cada vez más viejo en la medida que cumplas años. Y puede ser que todos acá tengamos la responsabilidad de enseñarte las cosas, contarte como es la gente, tratar de indicarte como hay que ser humano. Y que sintamos todas estas sentencias como una labor apremiante, lo cual nos obliga a pensar en la legitimidad del credo, del uso del uniforme, de los besos que se dan los cabros durante la tarde en el Parque Forestal.

¿Pero cómo sabremos lo que te depara la vida? Porque algún día puede ser que incluso hables otro idioma, y por cariños a tierras lejanas olvides este primer saludo. Pero no importa, siempre te recordaremos como alguien que se atrevió a venir para reconfigurar nuestras rutinas, cambiar nuestras dependencias, olvidar nuestro propio compás al caminar.

Y luego, me quedo sin saber qué más decir. Cuando te bauticen el cura te rezará tu primer dogma, cuando te tomen en brazos escucharás que tan parecido eres a tu papá o tu mamá. Pero también algo de ti querremos tener, como buscando poder seguirnos sorprendiendo toda la vida y abandonar la responsabilidad de querer cuidarnos solos.

Todo cambia en ti y cambiamos contigo. Te deseamos lo mejor, aunque todavía no te haya visto y me demore unos días, semanas en conocerte. No obstante aquello, igual te esperamos junto con tus papás, igual te imaginamos dentro de la guata de cada embarazada.

Yo te puedo ofrecer conversar algunas preguntas. Jugar un rato más corto del que tú querrías. Cocinar sin ají también. Incluso acordarme a propósito de nada. Lo que sí es seguro, es que puedo dejar registro de este día, asegurándote que has ensanchado la sonrisa de muchos y empezando a grabar tu existencia analógica con letra digital.

Igual mi memoria emotiva y yo mismo, somos mucho más amistosos. Buena suerte, Pedrito.

martes, 26 de septiembre de 2006

Sábado por la noche afiebrado

A propósito de las veleidades del Mes del Orgullo Gay, no puedo dejar de narrar algunos acontecimientos notables que se desarrollaron a propósito del ejercicio identitario que significa asistir un sábado por la noche a "un lugar del ambiente". Y en realidad debiera precisar que me refiero "al" lugar del ambiente que en los últimos años me he limitado a visitar.

Lata hacerle publicidad nuevamente al Búnker, porque no es lo relevante del texto. El asunto es que como de costumbre mi buen amigo Cristián me invitó a bailar supuestamente para botar las tensiones laborales varias que ambos arrastrábamos hace algunas semanas, aunque en el fondo la idea fuera distraer la vista puteando sin pretenderlo. Mas, como a veces pretendo ser ingenuo, accedí a sabiendas que en no pocas ocasiones salgo de la discoteca más cargado que al entrar. Y esta vez no fue la excepción. Lo digo porque a pesar de lo deseable que resultara ser mucha gente esa noche, el mayor estímulo provino de la música y sus efectos en la concurrencia.

Los pulsos electrónicos encendían el piso no obstante mi incomodidad inicial. No se si será alguna alergia emotiva, pero a pesar de andar bien vestido esa noche y estar más flaco; alguna picazón corporal me generaba la exposición de la pista de baile. Quizás por lo mismo asumí la perspectiva de analista. Y pensándolo bien, faltó el gancho anglo que apaga mi interruptor reflexivo. Porque definitivamente la música no era de todo mi agrado: especialmente cuando devino el bloque dedicado a las “divars” latinas donde necesariamente la letra de las canciones no son cantables para mi. Hace un año que arranqué del Fausto por ese motivo y ahora me perseguían.

Puede ser que hablen tantas idioteces como los grupos dance ingleses o gringos que puedo bailar sin empacho, pero el español lo convierte todo en un discurso más apropiable. Lo digo porque para mi pesar pusieron a esa chillona colorinche de Mónica Naranjo, ídolo de peluqueras colas que se desesperan por decir que son mujeres que necesitan ser entendidas y atendidas. Y dentro de una disco gay esa es tamaña declaración. Finalizado el show principal, que esta vez incluyó una hilarante parodia de Abba, la anfitriona del lugar sacó al escenario a un muchacho que se empeñaba en gritarle Mauricio!! a esta gorda vestida a lo Celia Cruz.

Resultado de la entrevista que devino: el tipo este era cajero (primer pecado en aquel templo) de un supermercado que no era el Jumbo (segunda falta) y ante la insistencia de la animadora porque volviera a bailar la cancioncita aquella de la española, no dudo ni medio segundo para contornearse sin remedio y dar vueltas como una loca rematada (agravio capital). Tanto Cristián y yo nos morimos de la vergüenza ajena y recuerdo que dimos vuelta la cara con recato de dama sin siquiera ponernos de acuerdo. Acto seguido, la performance continuó con la nueva canción de Gloria Trevi, que vendría siendo algo así como el paradigma de la loca resucitada. Y ahí se vino el pelambre incontenible y una lluvia de epítetos fletos.

Para quienes no han escuchado este último tema que se llama “Todos me miran”, les puedo decir que tiene uno de los estribillos más narcisistas que puede haber. Pueden ver el video aquí. Y tal parece que el chico de las cajas lo había hecho antes. Obviamente no era tan alto ni anguloso como el travestido inicial (qué pasó por la cabeza de ese wachón?!), ni tampoco vestía lentejuelas como la mexicana; pero de algún modo estar bajo las luces era un tremendo reconocimiento que naturalmente aprovechó. Y vaya a saber uno si el mensaje tan chido que se le dedica a la camarilla maraquilla latinoamericana interpretaba la situación se este sujeto.

Reconozco que corriendo noviembre del 2005 fui uno de los primeros en, literalmente, peregrinar al Búnker buscando rendirle culto a Madonna cuando estrenó “Hung Up” . Y cuando proyectaron el video en la pantalla gigante realmente quedé en modo stand-by. Pero me anulé en la comunidad que bailaba conmigo, donde era el enésimo que seguía el mismo compás. Y francamente no sé si escribo todo esto proyectando el deseo inconsciente de ser como la cajera, pero lo que si sé es que no necesito ninguno de los reconocimientos que expresan las canciones y menos vestirme de reina, porque ya me identificaron como tal.

En una columna anterior señalaba que la burguesía gay purgaba todo impulso femenino, evitando el riesgo social que ello conlleva. Ahora que lo pienso bien, todo este brillo propio de las divas cae en tierra fértil cuando se necesita ser mirado por tantas razones. Ocurre con los que sabemos inglés y coleccionamos Abba o seguimos a la Minogue, que quizás aprendimos a validarnos por otros canales y resuelta la salida del closet, no necesitamos vivir a lo gay más que lo estrictamente necesario (que en la práctica se trata de coquetearle a un similar)

Por eso enfrentamos el sábado por la noche con una fiebre reconvertida, donde el juego de las seguridades e inseguridades adquieren un valor personal, tan distinto como parecido al de cualquier otro ser humano.

lunes, 18 de septiembre de 2006

Homenaje patrio

Ocurrido el 18 de septiembre, y a cuatro años del Bicentenario; no me queda más que recordar que como toda fiesta, al final la fecha constituye el recuerdo de todo lo que se simboliza en estos eventos. Porque sepan los lectores que aunque somos independientes realmente a contar del 12 de febrero de 1818 (lo que nos daría 8 años más para hacer el Puente de Chacao o el Portal de Cerrillos, casa presidencial incluída) fue el general Ramón Freire quien picado con O'Higgins no quiso reconocer su firma emancipadora, por lo que rindió honores a Mateo de Toro y Zambrano.


No obstante aquello, correr la fecha sería una estupidez insensible a estas alturas. Primero, porque ubicaría las Fiestas Patrias en pleno verano, lo cual nos quitaría tres o cuatro días de descanso a mitad de año, lo cual es siempre salvador. Segundo, porque con el calor de febrero no habría chicha que no se avinagre ni asado que no fuese saboteado por las mujeres en bikini. La Grandiosa Bertita estaría obligada a vender ensalada chilena sin cebolla y anticuchos de tofu hipocalóricos. Tercero, si ya la cueca estuvo en peligro de extinción; el riesgo de cambiarla por canciones desechables del verano se cuadruplicaría. O sea, el axé pudiera haber formado parte del alma nacional. Cuarto, no habría viento para los volantines proletas, porque no a todos les alcanza la plata para irse a la playa, y para quienes conocemos el campo de la zona central, una de las cosas más terribles es el aire inconmovible del estiaje. Con 33° a la sombra no hay ñecla que aguante.

Por otra parte, es una cosa notable el hecho que el 18 de septiembre tenga un remedo chaquetero en su constitución. Se supone que los chilenos somos un poco así. También entiendo porqué las compatriotas colas hayan definido septiembre como el Mes del Orgullo, pues sospecho que todavía existe esa idea que tal despliegue del veleidoso Freire es patromonio exclusivo de este estamento (perspectiva un tanto inconsistente e inconveniente)

No obstante, lo más preciado de esta fecha es el hecho que esté tan cerca de la primavera. Porque de alguna forma siempre se agradecerá que finalizado el letargo invernal exista este espacio para el consumo y derroche festivo; sin tanta fruta y verdura disponible ni vino disponible fuera de la barrica, lo cual nos obliga a comer carne y cebolla dentro de una masa, quemar la parrilla nuevamente y beber chicha a medio camino de su sofisticación.

El aire limpio de los últimos vientos polares siempre saca el mejor brillo de la cordillera, la cual retiene también las primeras brisas subtropicales que empujan los volantines y también el humo de los infinitos asados del litoral y el valle central. También permiten que la bandera ondee como nunca podria hacerlo en otra época. Es este movimiento el que permite que, no obstante la rutina campante del año laboral, podamos inspirar una pausa necesaria donde televisión o viaje mediante, podemos re-conocernos un poco mejor.

Este país celebra otro septiembre tan importante para su identidad. Nosotros por nuestra parte, también hacemos lo posible por comer y brindar acompañados, peleando sobre si las mejores opciones son la Fonda Guachaca o el Parque Araucano, o si estas destiñen al lado de la Brit fonda o las fiestas kitsch. Sea cual fuera el resultado, siempre Fiestas Patrias serán algo entretenido y un buen camino hacia el fin de año.

Los próximos ritos, están cada vez más cerca.

viernes, 15 de septiembre de 2006

El Estrecho de Magallanes

Ninguna autopista conduce hasta este lugar, y por lo mismo, el ritmo cancino que exige todo traslado hace difícil abstraerse de todo lo que acontece con esta geografía. Acá el viento es cosa seria y se lleva todo lo que uno no alcance a afirmar. Es por eso que las casas como regadas por la pampa, se afirman para no caer al Estrecho.

Cuando Magallanes pasó por acá, en 1520, iba dando la vuelta al mundo en sentido contrario, porque acá todo está peinado hacia el este, lugar del cual él provenía. Y cómo iba a saber que esa obstinación haría que tantos barcos se perdieran entre la estrechez angustiante de este canal o el rugiente océano del sur que los empujaba hacia atrás. Lo mismo ocurre con cualquiera que se pare en sus orillas. Se supone que es en este sitio donde el mundo empieza a acabarse, y para cualquier caminante, la senda se sumerge sin remedio. Antes de seguir se puede salvar el pensamiento triste por no seguir. La abrumadora ausencia de otras cosas acentúa el momento.



Para los navegantes sin embargo, este lugar tenía identidad precisa y su nombre se decía lento, aun cuando la planicie no entregara nada más que nombrar. A lo sumo un par de fueguinos anónimos que los perseguían un par de días. Fueron los ingleses los que empezaron a denominar los accidentes que a vista de otros buscadores parecían no tener sentido. Por esa razón el estrecho español está rodeado por la toponimia británica de Brunswick, Darwin y Otway. Y siglos después se dice que bajaron los croatas que se asustaron de seguir navegando y quizás por vergüenza solo se limitaron a conservar el apellido antes que trasferirselo a la tierra circundante.

Aquí el apuro metropolitano no tiene ningún sentido. Y tampoco la nostalgia de los andenes o los puentes. Aquí la tierra es la plataforma para esperar algún transporte según donde uno quiera ir, porque este era el camino para dar la vuelta al mundo, aun cuando eso implicara abrigar la esperanza de hacerlo.

Hay una canción de Sigur Rós que se llama Saeglopur (Perdido en el Mar) Claramente no es la música que se escucha en un paisaje de rascacielos y asfalto. Requiere un entorno helado donde el hombre se aferra a la calidez que le queda dentro para no zozobrar. A propósito de haberlo escuchado aquí, retirado de todas las reflexiones urbanas que hubiese escrito, todo pudiera tener un nuevo sentido. Es posible conocer la interpretación islandesa de aquello en http://www.ilikemusic.com/indie/Sigur_Ros_Sglopur_EP_DVD-2689. De todas formas, como lo que prima aquí es el horizonte, siempre Magallanes será un lugar para comprender de modo diferente el mundo.

miércoles, 6 de septiembre de 2006

Próxima salida

No es el título del siguiente panorama nocturno. Tampoco se trata de otra declaración solidaria de género. La próxima salida está ubicada en la autopista que se construyó fuera de la casa de mis padres.

Por definición, estas arterias son largas franjas de cemento que serpentean sobre la geografía de una ciudad, deslizándose de un modo singular sobre el entramado que cruza. De manera más docta es "una vía de tránsito para vehículos motorizados, separada de la circulación exterior". Muchos arquitectos no dudan calificarla como un no-lugar, porque en verdad, ningún punto de aquella constituye en si mismo un espacio que genere identidad. Todo lo que se expresa es volumen en movimiento constante, que adquiere ribetes prepotentes al volver anónimo todo lo que la rodea.

Otrora los puentes en la ciudad servían para cruzar los ríos, canales o ensenadas y permitían, con mayor o menor logro, descubrir la prestancia del accidente geográfico en cuestión. Sin embargo, la autopista que atraviesa la ciudad mediante infinitos puentes, tiene la tremenda incoherencia de negar todos esos lugares al mismo tiempo. Eso, debido a que está hecha para prestarle utilidad a todos los que deben cruzarla de punta a cabo, sin perder el tiempo de recorrer sus detalles pisando el freno.


Porque no obstante la crítica, la velocidad es su punto a favor. La vida moderna obliga y la ortodoxia urbanista no puede negarlo. No por nada las nuevas postales citadinas adquieren el brillo permanente de los autos desplazándose hacia el desarrollo. Estos ríos artificiales han cobrado mayor vigencia para muchos cuadros de la estética actual y un enlace de autopista puede ser fácilmente telón de fondo para cualquier video clip. Siempre apelando que el tránsito por ellas tiene un sentido de libertad diferente.

El problema reside en el abandonado anhelo de apropiación. Porque estas calzadas de hormigón constituyen un muro terrible que mancilla todo un barrio. La identidad de los mismos, sus nombres, sus lugares, desaparecen en la señalética apurada del conductor, para quien una esquina no es más que otro accidente que se deja atrás con total opacidad.

La casa de mi adolescencia ahora está escondida detrás del desvío a San Antonio. Del nombre de las calles que recorriera para comprar el pan, o bien del cruce polvoriento que recién llegados nos permitía cruzar al potrero del frente, no queda nada. Ahora de adulto vivo en un barrio separado del centro por una zanja apurada por donde también corre el metro. Como buen transporte público va más lento que el vehículo privado junto a él. La ironía es que me siento orgulloso de vivir en un lugar con tamaña ingeniería, como probablemente muchos santiaguinos también lo sienten.

Cuando un terremoto en 1994 rompió los puentes de Granada Hills en Los Angeles, miraba las noticias y pensaba que eramos unos picantes por no contar más que con pasarelas de madera y avenidas de adoquines sueltos, que un sismo ni se inmutaría en molestar. Ahora tenemos imágen californiana, y no importa cuanto del barrio viejo debió ser expropiado por esta circulación de fantasía. Porque con esto hicimos una concesión al renunciar a los recorridos de escala humana.


La ciudad se rinde al sistema acelerado procurando el anonimato, y cuando el atardecer enciende los faroles de los vehículos que no se detienen, me hipnotizo un poco más con la vida moderna, donde la rampa de salida que quedó en Maipú se vuelve otro accesorio más.

lunes, 28 de agosto de 2006

Minua Ollaan Vastassa

Me llevé una grata sorpresa mirando la revista Paula de este mes. Así, tan freak como suena. Ojeando distraído el especial de moda primavera-verano disponible en la peluquería, me detuve en la reseña de música expuesta en las primeras páginas. Casi nunca lo había hecho, porque el gusto de los editores nunca lograba identificarme en absoluto. Sin embargo, esta vez citaban el fenómeno que en Europa ha destadado Regina, grupo finlandés que por razones idiomáticas obvias, poseía composiciones que merecían ser buscadas inmediatamente en Internet. Además que justifican el regreso hacia algunas de las temáticas iniciales de este blog.

Para quienes visiten el vínculo adjunto (haciendo click sobre el título), podrán oir el single cuyo título comparto con esta columna, así como otras tres canciones. Escúchenlo con detención y traten de experimentar un idioma completamente extraño, cuya iteración de abedul parece que se entiende exclusivamente en el verano boreal. Nativos de Tampere, Regina se clasifica dentro del género del electropop, lo cual los convertiría en una suerte de Miranda! del Báltico. A diferencia del histrionismo de los argentinos, aquí lo que se destaca particularmente es la dulzura de la voz de Iisa Pajula, la vocalista, quien se desliza en perfecto finés a través de una serie de temáticas completamente ajenas al hispanoparlante.


Esta extrañeza deviene en la imposibilidad de compartir los mensajes. Esta canción sin videoclip, acentuada por un idioma que solo podía ser aprehendido sensorialmente, me daban la posibilidad de imaginar libremente todo el contenido. Solo los cinco millones de hablantes del suomi podrían identificarse con la letra, mientras yo solamente aspiraría, a lo sumo, corear sus canciones esquimales. El resto era disfrute intransferible y la vocalista jamás llegaría a enterarse de las cosas que me producía. Pero como la inclinación judeocristiana de mi vida me impide el goce egoísta, resulta más razonable desvanecerse en el análisis del testimonio y arrojarlo hacia otro.

En la ausencia de comprensión lingüística, mi apreciación musical se confundía con el intento de saber dónde terminaba cada palabra dentro de cada verso. El finlandés es una lengua flexiva al igual que el español, es decir, contiene partículas que transmiten múltiples informaciones a la vez (género, número, tiempo); sin embargo las infinitas secuencias vocales constituyen un universo desconocido que lo complejiza todo aún más. Quizás por ello, la alternativa más razonable es abandonarse a la imaginación pura y luego remitirse a las asociaciones libres que ello hubiera generado. Las alternativas son tan infinitas como los versos de la canción.

¿Se referiría a la gente que sube y baja en las diferentes estaciones del metro de Helsinki? Porque perfectamente podía ser un paseo por la toponimia de la capital: Vuosaari, Kamppi, Kaisianemi, Kulosaari. Aunque la melancolía que envolvía todo podía expresar también las preguntas adolescentes que una chica nórdica realizaría mientras espera al muchacho que le gusta. O quizás sea una despedida para el reno mascota que no se acostumbra al creciente calor europeo y se marcha hacia las profundidades de Laponia.

Los ejemplos latinoamericanos del electropop: Belanova, Entre Ríos o Miranda! (al menos en su primer disco, antes de volverse una purga quinceañera) versan en sus canciones sobre cosas relativamente simples, y su guiño de distinción tiene que ver con la atmósfera de artificialidad que otorgan los sintetizadores, que son en sí mismos instrumentos de reinterpretación de la realidad. Tantos los saxofones como todos los pulsos de percusiones son programaciones mediadas por un teclado y un tablero de edición. De la misma manera, globalización mediante, el registro digital de Regina abandona la naturalidad del sentido común para apelar a estructuras inventadas por el recuerdo invocado por un idioma (en)cantado.

viernes, 18 de agosto de 2006

Vogue

"Vogue" es tanto el nombre de una revista tremendamente manipulada por la industria cultural, como también el título de una canción de Madonna, que a juicio de muchos, la convirtió en el ícono pop por excelencia en el año 1990.


Formaba parte de un álbum asociado a la película Dick Tracy (I'm breathless), lo que por asociación le daba un aire retro a toda la producción contenida en él. No obstante la intérprete de este tema estuviere de cumpleaños el miércoles pasado, el motivo de recordar a "Vogue" obedece al despliegue corporal involucrado en esta canción. Preocupado de aprender un poco sobre los pasos del baile, por si algún día alguien me cobraba en una fiesta la ejecución de esta coreografía (conociéndome, en condiciones ideales accedería a imitar el video) di de casualidad con un artículo en inglés que daba cuenta del origen y evolución de la misma, convirtiéndose en un despliegue marica registrado.

Para quienes no puedan leerlo, puedo contar que esto viene a representar una evidencia de grueso calibre respecto de mi columna anterior. Esto en la medida que el "vogueing" era un estilo de baile ampliamente difundido en los clubes gay neoyorkinos, principalmente de los bajos fondos, lugares concurrían tanto latinos como negros. Tiene por principio imitar posturas glamorosas de las estrellas Hollywood de antaño, como de las covergirls de la revista en cuestión. Para conseguirlo existen una serie de movimientos de manos y brazos, posturas geométricas, descripción de líneas rígidas, entre otras cosas.

Claramente, Madonna, como buena capitalista que es, introdujo a la cultura de masas un elemento enteramente marginal, convirtiéndolo en un guiño de distinción que induce a la compra de todo el fenómeno. Ahora bien, es cierto que jamás he visto a ningún individuo heterosexual practicar el vogueing, y más aun, tampoco he visto a ningún gay hacerlo en serio. De todas formas, se supone que estuvo muy de moda en aquel entonces y más de alguien debe haber aprendido y practicado la coreografía.

Hoy luce un poco ridícula, como todo lo que tiene que ver con esos años, con los cuales todavía no hay una distancia suficiente como para que parezcan cool. Pero en fin, lo importante de esta reseña es destacar que como todos estos fenómenos de baile maqueteados (sea la Macarena, el Meneíto, la Mayonesa etc.) hay un asunto de formar parte de un colectivo atendiendo a la necesidad de integración que todo individuo tiene, y que en este caso, se aplican a un ordenamiento de la mecánica del cuerpo. Luego, lo novedoso de esta gimnasia gay es que tal inclinación se convierte en la imitación icónica del glamour, de lo intrascendente que parece trascendente, quizás con el deseo de ubicarse, por un momento, más allá de todo lo requerido por la vida corriente y toda la marginación sentida por la complicación homosexual.

Resulta ingenuo pensar que el público corriente haya inventado estas Escuelas (sí, hay Escuelas de Vogue) puesto que debe ser fruto de gente que ha hecho una profesión de estos inventos. Todo nacería como un asunto de propuesta, de recodificación de gestos antiguos y de actualización del deseo de inmortalidad aparente. Si pensamos que latinos y negros se encargaron de desarrollarlo, se hace aún más evidente como este binomio marginal/central no constituye en sí mismo una barrera, sino que incluso un punto de unión. Es como toda representación homosexual de una diva. Puede ser que no sea imitando las fotografías de Rita Hayworth sino más bien su estilo de vida: la ropa, el acicalamiento, el modo de hablar, la lejanía del desenfreno al bailar. La diferencia con la práctica del Vogue, es que toda esta otra coreografía se diluye en el mainstream y no parece acentuar la contradicción masculino/femenino que subyace a él.

Quizás Madonna nunca se propuso esto al bailar así.

domingo, 13 de agosto de 2006

La loca de turno (Queer Theory II)

Rumbo a los suburbios del poniente de Santiago, camino de la casa de mis padres, iba concentrado otra vez más en el (ab)uso de mi reproductor de mp3. Como el día estaba nublado, me propuse cargar música más alegre, a diferencia de mi acostumbrada intención de combinar adecuadamente la meteorología con el soundtrack emocional.

Siendo así, siguiendo a Basement Jaxx, a Stardust y a Daft Punk, vendría toda una sección de música rosa. Y pienso en ello en la medida que recuerdo aquella ocasión en que conocí la Blondie, letrero obligado camino hacia Maipú. Con la compañía de una amiga fui convencido para debutar en la Noche de Divas, fiesta itinerante que aquel día cayó en ese lugar. Y junto con la inigualable energía concentrada en la pista central (repleta por cierto) aparecen también asociadas las imágenes de los videos proyectados aquellas vez en las pantallas laterales.

Recuerdo especialmente dos, y son las mismas canciones que en este momento están guardadas también en la memoria del aparatito guardado en mi bolsillo. Una de ellas correspondía a la canción que hizo conocida a Sophie Ellis Bextor en Inglaterra: "Music gets the best of me". Tal como siempre ocurre con ella, bajaría por unas gradas vestida de mínimo negro y con un peinado que la hacía lucir muy british. Cantaba completamente recta y con una especie de cinismo parecido al video de "Murder on the dance floor". Esa aparente frialdad frente a la música era bastante esquizoide, puesto que ella parecía mirar de manera muy seria e indisponible a la multitud de locas de todas formas y tamaños que se agrupaban frenéticamente sobre la pista.


La otra canción fue una de Kylie Minogue que me costó un poco más encontrar. Se titula "Spinning Around" y fue el éxito disco que la trajo de regreso a los charts occidentales después de sus chillidos ochenteros. A diferencia de los videos color pastel y enteramente escarmenados que estas minas hacían en su tiempo (y pienso también en Debbie Gibson cantando con jardinera o Tiffany de gira por los malls gringos) esta vez la australiana haría sensuales contorsiones sobre la barra de un club mientras seducía a un guapo bailarín y junto con él, a todos los parroquianos sobre la pista de baile.


La diferencia entre ambas saltaba a la vista, en cuanto el compromiso de la corporalidad de la intérprete con el ritmo tan característico de la música dance. Y he aquí el detalle importante: obviamente la Noche de Divas se transfería del escenario a toda la concurrencia de esa noche. Todo el loquerío, más el típico par de amigas coladas, quería ser una diva junto con la irrealidad del video clip. Esa también ha sido una fantasía requerida por la cultura gay. Me di cuenta de esto mientras la micro atravesaba el borde la Villa Francia. Me imaginé que pasaría con las "loquitas" que salían del closet con toda la agresividad y transparencia que requiere el hacinamiento poblacional. Pienso en la necesidad de hacerse diferente mediante la ropa y el cruzar el límite donde se deja de pedirle permiso al resto de los compatriotas para hacer evidente eso que dentro del circuito se denomina "ser mujer" o ser "una loca fuerte" (por favor pronuncie ambas con gran dramatismo).

En una próxima columna prometo ahondar en las relaciones conceptuales de ambos términos. Lo que si ahora puedo contar era el chiste que generaba un par de loquitas bien colijuntas que bailaban emulando a Kylie una noche en el Bunker. Obvio que el cuiquerío las despreciaba sin remedio, y los que buscamos aburguesarnos, solo nos preocupàbamos de mirar para aprender lo que no se debe hacer. Esa misma actitud era la emulación de la Ellis-Bextor diciendo que "la música tiene lo mejor de mi" con una femeneidad imposible de superar por la fiebre travesti.

La aspiración de quienes somos profesionales dentro de este medio, es dominar el cuerpo y separarlo de todas esas pulsiones que parezcan cosa de perra en celo; como dando a entender que el ejercicio de la sexualidad está tremendamente controlado. Como si haber salido del closet, ir de alternativo por la vida y luego ansiar una existencia normal, fuera pan comido y no generara conflicto alguno. En el dominio del cuerpo bailando contenido hay una importante expresión de ese deseo de asegurar una posición que no permita la broma, que no acreciente el desprecio y que evada lo máximo posible la interrogante sobre la construcción de género.

Ambas cantantes representan modos muy diferentes de ser diva. Dentro de cada homosexual que adquiera algún barniz de cultura gay, también hay una manera de serlo. La pregunta que cabría hacerse es cómo se construye esta aspiración de ser indisponible, dentro de un mundo cotidiano donde difícilmente alcanzamos esas cuotas de poder.

viernes, 11 de agosto de 2006

La orquestación

Contaba hace poco el regocijo que para mi vida había significado la adquisición de un reproductor de mp3. Es una miniatura coreana, aunque no una baratija. Ciertamente la tecnología ameritaba la inversión, puesto que no solo me entretendría escuchar música por la calle, sino también pensar cómo era que toda la información digital cabía dentro de algo apenas mayor que el tamaño de mi dedo pulgar.

Mirándolo con detención recuerdo que me dio un poco de susto malograr el control central, diminuto pero maestro. Después asumí que fruto de la globalización, perfectamente esta mecánica podía ser desechable y que, probablemente, el formato de almacenamiento puede ser que ya estuviera obsoleto. Finalizada esta aprehensión me embarqué a disfrutar la música como si fuera el último momento que pudiera hacerlo. Entonces me acompañó todas las mañanas en el viaje hacia el trabajo.

Un compañero de oficina citaba un artículo (imaginario a mi juicio, pero muy bueno) que sugería el uso de audífonos para evitar el mal genio que produce la excesiva cercanía y los empujones entre los pasajeros en el metro. También los trastornos de ansiedad que se generan en el andén cuando uno está atrasado y que están directamente relacionados con la agresividad expresada al subir al carro. Y resultó ser verdad, al menos esta semana. Soy de la hipótesis que lo que opera es una suplantación del circuito neuronal que usualmente se utiliza. La concentración se desplaza y los estímulos se trasladan de los sensores subcutáneos de la presión hacia el oído. Desde ese lugar, mucho más cerca del cerebro, resulta mucho más fácil recurrir a la imaginación para pasar el mal rato.

Con esto doy por pagada la primera cuota de este juguete. Pero lo mejor vendría en el regreso a casa. No siempre es a la misma hora ypor lo mismo, el ritmo del cuerpo también es diferente. Lo constante es esa aura de noche que se cierne sobre el metro; donde la única irritación puede surgir por la baja velocidad relativa que todo trasporte tiene cuando uno regresa cansado a casa. No obstante, las estaciones adquieren otro compás según sea la música. Ayer fue el turno del sonido urbano de Saint Etienne, que con canciones del "Travel Edition" definitivamente me hacían sentir como turista. Su acento inglés sonaba extraño mezclado con la secuencia de azulejos portugueses de la estación Santa Lucía, o la historia nacional plasmada en la Universidad de Chile. Más espectacular fue la perspectiva de La Moneda, al pasar escuchando la letra que decía "nothing can stop us now" delante de un retrato costero que, en el último lienzo, me detuvo frente a la Patagonia.


Luego, otra vez sumergido en el túnel la secuencia era la misma: cuatro luces blancas por una azul. El compás de las mismas estaba sincronizado con la electrónica de Chemical Brothers y "Believe". Era una perfecta analogía de todo el cliché de un videoclip: muy urbano, pero completamente evadido del hacinamiento que siempre hay en el tren. Hasta el español solemne del letrero de "Los Héroes" se veía más luminoso, al poder imaginar los beats que de la canción saltaban a las máquinas robotizadas que cortaban el acero de la señalética, las mismas que perseguían al protagonista.


Saliendo de la estación, los últimos pasos los dí al compás de Pizzicato Five y "Sweet Soul Review". Resultaba muy extraño caminar por un barrio con casonas al estilo francés mientras en mi cabeza sonaban palabras en japonés con la melodía pop crossover que permitió que este grupo triunfara en Estados Unidos y con ello, producto del modelo, pudiera escucharlo yo en este sincrético Santiago, que a pesar de todo lo que se dice, estaba fundada sobre un tremendo campo fértil para la imaginación.

domingo, 6 de agosto de 2006

La vocación

Ayer sábado tuve que salir a pagar cuentas. Si, como cualquier mortal en esta ciudad, de vez en cuando debo dedicarme a estos trámites, por mucho que algunos servicios puedan pagarse por internet. Las tiendas por departamento, muy a nuestro pesar, nos obligan mes tras mes a concurrir a sus dependencias, para ver si de paso nos tentamos con algo más para alargar el crédito.

Esa fue mi impresión ayer sábado, cuando tuve que descender al subterráneo de Almacenes Paris en el centro. La fila de pagos era larguísima, tanto así, que completaba las tres vueltas entre las típicas cuerdas, para dar otras tres más entre los pasillos de electrónica. A simple vista, debe haber tenido unas doscientas personas, fácil. De todas formas, avanzaba bastante rápido puesto que había veinte cajas exclusivas para este propósito. Enfundado en mis recién adquiridos audífonos, el reproductor de mp3 dejaba sonar "Holiday" de Madonna. Nada más disonante en esas profundidades de tubos fluorescentes. Fue así que llegué frente a la cajera que me cayó en suerte llevando el dinero ya contado y ordenado (todos para el mismo lado y agrupados por valor) Suponía que esa era mi manera de colaborar a este tipo de trabajo, como respetando el acto de recibir y comprobar el pago de la deuda.

Precisamente por eso, tuve la libertad para poder detenerme en esta chica. Era una mujer de unos treinta y tantos, y tenía unos ojos celestes preciosos. Sin embargo, no pude mirarlos de frente, puesto que se concentró en rehacer lo que yo había hecho. No me ofendí, puesto que pensé que si hubiese un error se lo endilgarían a ella y probablemente le descontarían de su escuálida remuneración, lo que no cuadrara tras el arqueo de la caja.

La transacción había terminado y en mis oídos sonaba "if we took a holiday, get some time to celebrate; just one day out of life, it could be... it could be so nice" Vaya ironía. Yo andaba archicontento por poder vivir musicalizado en cualquier circunstancia, teniendo por cierto, la posibilidad de imaginar las cosas con otro matiz. Pensando en lo caribeño del autendo de la cantante. Nadie en la fila parecía sentir lo mismo. Todos tenían semblante parecido y el mismo boletín en la mano. Con mis prejuicios mediante, percibí que nadie tenía una etiqueta de cliente preferencial y quizás muchos estaban pagando cuotas del televisor o el abrigo de "marca propia" que estas tiendas suelen vender con calidad pasajera. Se mantenía el círculo de la deuda constante.

A estas alturas todos sabemos que lo que hace eficiente al sistema son las ganancias financieras de esta estructura de pago de intereses. En resumidas cuentas, vivimos con deudas que no representan la realidad de bienestar que tenemos. Desde este punto de vista, y como la cosa parece no tener fin, pocas veces podemos elegir un producto con toda la libertad que nos enseñaron en economía. Y eso sin entrar a observar la maquinaria del marketing.

Me preguntaba cuanto dinero ganaría la muchacha de la caja. Sabía que sería poco, y no alcanzaría para comprar nada al contado. Todavía tengo la interrogante acerca de los estudios que tendría esta mujer, cómo le habrá ido en el colegio, si tendría familia. Todas estas preguntas sobrevienen en un fin de semana marcado por el tema vocacional. Desde leugo, se me olvidaba contar que dos amigos míos se titularon de curas. Estuve en la misa acompañado por gente de mi familia y compañeros ignacianos. Todos ellos tienen en comùn la marcada importancia asignada a la reflexión vocacional. Yo mismo he participado en retiros con esta pregunta y hasta hoy sigue siendo motivo de consulta espiritual. Le decimos discernimiento. Así, accidentes mediante, discerní ser sociólogo en ejercicio.

Pero qué pasa con el resto. Los que no tienen una buena educación tras de si como para poder plantearse siquiera estas preguntas. Cuándo las elecciones que apuntan a situarse en sociedad pasan por el consumo. Es como las mamás con que tropecé en la Feria del Disco minutos más tarde. Casi me garabatearon cuando, sin saber donde estaba la fila en un tremendo tumulto, pasé mi disco de Mylo entre los cientos de solicitudes por material de REBELDE.

Grupo de plástico, pensé. Tanto por los cantantes como por las viejas. Yo elegía libermente un producto europeo, compardo con el sueldo libremente ganado al disfrutar del libre ejercicio de mi profesión. Profesión en el sentido weberiano (y por tanto religioso) del concepto. Por eso podía analizar a estos mexicanos con desdén. Pero supongo que no es la mejor aproximación a la realidad del chileno promedio que proyecta su adolescencia y sus apiraciones en figuras como esta; donde el ejercicio vocacional se desdibuja.

jueves, 3 de agosto de 2006

Accidente de tránsito

Hoy en la mañana experimenté toda una novedad en mi caminata hacia el metro. Han pasado ya algunas semanas desde aquel día que creí estar metido en un video de The Verve, para dar paso al goce la capital aletargada por el invierno que llegó. Por la misma razón caminaba concentrado en el sonido de mis zapatos por la acera humedecida, mientras me recogía dentro de mi abrigo apurado por llegar al metro antes de esos cinco minutos que, diariamente, antes de las nueve, congestionan a tal punto el andén que no hay manera de evitar renunciar a mi privacidad.

Concentrado de esta forma, me vi sorprendido por el ruido estridente de una frenada terrible de una camioneta gris justo a media cuadra de donde me encontraba. Segundos congelados después, un automóvil rojo era embestido por el costado del copiloto, y tras un breve sobresalto siguió su rumbo inicial hasta detenerse metros después mancillado por un tremendo boquerón.

Toda la esquina, muy trasitada a esas horas por estudiantes y profesores de la academia nacional, se concentró en el accidente y rodeó la embestida. Yo caminé más lento y, al igual que el auto rojo, pareció ser que esta escena me golpeó por un segundo, pero no lo suficiente como para reducir la inercia de mi caminata y la preocupación por cumplir el itinerario. Pasé por el lado del choque y pude ver que ninguna de las conductoras había resultado herida. Ni siquiera entraron en estado de histeria. Claramente el auto rojo, culpable por saltarse el disco pare, se había llevado la peor parte y mientras su ocupante era sostenida por un tipo joven, la otra involucrada miraba su parachoques destruído.

Mis pasos seguían menos apurados, pero insistentes al fin. Metros más allá escuché a un tipo llamando por celular para reportar el incidente. Tenía voz de teletipo y se paseaba por la esquina con paso lento. No supe si llamaba a la ambulancia (cosa innecesaria por cierto)a carabineros o a un periódico.

Pasé la esquina y veía como de las ventanas vecinas muchos mirones opinaban sobre la creciente congestión que la camioneta detenida provocaba. Seguí media cuadra y veía como alguna gente dejó de atender al choque para volver a su rutina. Ciertamente la cosa no fue grave, pero me hizo pensar cómo operan estas conmociones urbanas.

Alguna vez, en unas vacaciones en el campo, me contaron como gran cosa que meses antes una camioneta de una minera había golpeado accidentalmente un carretón con sandías. No hubo heridos ni muertos, pero las lesiones la sufrío la honra de la señora Enriqueta a quien se le vieron las enaguas por caer de poto sobre el camino. También se constató la pérdida del cargamento en boca de perros, gatos, caballos y pájaros que salieron hasta debajo de las piedras. Algo parecido ocurrió con los curiosos de hoy. Siempre la rutina los había tenido escondidos en sus quehaceres y nunca los había visto.

Yo me imaginé por un instante que poseía cierta omnipotencia como para actuar de modo semejante a los médicos de ER, arreglando todos los huesos rotos que hubieran podido quedar. Nadie lo necesitaba y dudo que me hubiera arrojado a dominar la situación, a sabiendas que implicaba dejar descuidado el maletín o manchar el abrigo nuevo. Ante tal magnitud de autorreferencia me acordé de esa clásica sentencia de vieja: "todo el mundo miraba pero nadie hizo nada!!". Vivo a tres cuadras de una estación de bomberos, a diez de una posta de urgencia, a dos de una autopista que en cinco minutos nos lleva a los canales de televisión. Toda esta complejidad me acostumbró a suponer que habrán organismos especialidados en atenderlo. Es como los glóbulos blancos del cuerpo humano que actuan según su propio orden.

Yo podría acreditar la gestión de la institución donde se formaron los paramédicos, pero mi acción reparadora tendería a cero. Esta novedad en la rutina me hizo ser conciente de todo esto y cómo la sociedad podría aprovechar el evento. El profesor de física del colegio de monjas podría explicar vectores e inercia. El psicólogo de la universidad vecina calmaría a la conductora embestida. El agente de seguros correría las tres cuadras que nos separaban de la Alameda para certificar el choque. El tipo del carrito de confites podría satisfacer el hambre de cabritas de los mirones que veían esta secuencia de acción tan cinematográfica. Y yo podría calmar mi conciencia por no haber atendido al susto de los concurrentes para concentrarme en pensar como la filosofía hubiera explicado este acontecimiento.

miércoles, 26 de julio de 2006

Callejón Lo Ovalle

Hoy Santiago amaneció con una cara primermundista. La razón, había nevado en las orillas del valle y la ciudad estaba rodeada de montañas blancas. Es más, algunos autos de los barrios altos lucían orgullosos una gruesa pátina polar; bienvenida como una suerte de navidad que nunca es como las películas.


Desde que tengo recuerdos, creo que este fenómeno ha ocurrido como unas cinco veces en la ciudad. La nieve siempre pasa rodeando la urbe, nunca aterriza en ella. Parece ser que solo se queda en la casa de quienes pueden comprarla. En fin, para el resto de los ciudadanos lo que nos resta es una postal de cordillera blanca y un paisaje de estepa urbana. Es como eso documentales de National Geografic que siempre muestran el clima bipolar kenyata. Todos mueren de calor y el bosque se convierte en polvo durante meses, hasta que de pronto llega la lluvia, y con estruendo se convierte el paisaje en un pantanal del paraíso.

De alguna manera ocurre lo mismo en estas latitudes. Año a año, ciclo tras ciclo, el rito de la ciudad sumergida prevalece. No importa cuantos colectores se adjunten al plan de concesiones. El invierno no sería lo mismo si esas piscinas invernales no se llenaran alguna vez. A lo mejor sobrevendría el hambre, al más purto estilo de la India sin monzón.

Me pregunto qué sería de todos esos conductores de triciclos, que sin esquinas anegadas no tendrían pan para comer. O de las generaciones de periodistas en práctica, que todos los temporales entrevistan a la misma dirigenta vecinal del Callejón Lo Ovalle, donde lo único que se ha renovado es el reflejo del tren que siempre pasa con algún grado de modernidad. Si no fuera por ello, algunos canales tendrían estandartes enfermos, por reportear en esas soledades del sector sur. Me figuro que la señora Chepa tampoco podría decirle a su comadre que increpó a la Presidenta por televisión. Tampoco el galán de Meganoticias o la chica guapa de TVN no podrían repetir esa suerte de juramento hipocrático que inauguró hace décadas el hispano Pepe Guixé, siempre desde el mismo lugar.

¿Qué pasaría con la escuela de reporteros de la UNIACC? ¿O con la elasticidad de la demanda por sopaipillas cruzando el charco? ¿O con las ganancias de los vendedores de trajes de hule amarillo? ¿O del mercado de repuestos para triciclos? ¿O de las compañías de áridos para diques domésticos de Puente Alto?

Hay todo un mercado que sobrevive con el fin de la sequía. Y al igual que en África, siempre los leones estarán contentos porque tendrán nuevos rebaños poblando el mercado del cual se pueden regocijar.