miércoles, 26 de julio de 2006

Callejón Lo Ovalle

Hoy Santiago amaneció con una cara primermundista. La razón, había nevado en las orillas del valle y la ciudad estaba rodeada de montañas blancas. Es más, algunos autos de los barrios altos lucían orgullosos una gruesa pátina polar; bienvenida como una suerte de navidad que nunca es como las películas.


Desde que tengo recuerdos, creo que este fenómeno ha ocurrido como unas cinco veces en la ciudad. La nieve siempre pasa rodeando la urbe, nunca aterriza en ella. Parece ser que solo se queda en la casa de quienes pueden comprarla. En fin, para el resto de los ciudadanos lo que nos resta es una postal de cordillera blanca y un paisaje de estepa urbana. Es como eso documentales de National Geografic que siempre muestran el clima bipolar kenyata. Todos mueren de calor y el bosque se convierte en polvo durante meses, hasta que de pronto llega la lluvia, y con estruendo se convierte el paisaje en un pantanal del paraíso.

De alguna manera ocurre lo mismo en estas latitudes. Año a año, ciclo tras ciclo, el rito de la ciudad sumergida prevalece. No importa cuantos colectores se adjunten al plan de concesiones. El invierno no sería lo mismo si esas piscinas invernales no se llenaran alguna vez. A lo mejor sobrevendría el hambre, al más purto estilo de la India sin monzón.

Me pregunto qué sería de todos esos conductores de triciclos, que sin esquinas anegadas no tendrían pan para comer. O de las generaciones de periodistas en práctica, que todos los temporales entrevistan a la misma dirigenta vecinal del Callejón Lo Ovalle, donde lo único que se ha renovado es el reflejo del tren que siempre pasa con algún grado de modernidad. Si no fuera por ello, algunos canales tendrían estandartes enfermos, por reportear en esas soledades del sector sur. Me figuro que la señora Chepa tampoco podría decirle a su comadre que increpó a la Presidenta por televisión. Tampoco el galán de Meganoticias o la chica guapa de TVN no podrían repetir esa suerte de juramento hipocrático que inauguró hace décadas el hispano Pepe Guixé, siempre desde el mismo lugar.

¿Qué pasaría con la escuela de reporteros de la UNIACC? ¿O con la elasticidad de la demanda por sopaipillas cruzando el charco? ¿O con las ganancias de los vendedores de trajes de hule amarillo? ¿O del mercado de repuestos para triciclos? ¿O de las compañías de áridos para diques domésticos de Puente Alto?

Hay todo un mercado que sobrevive con el fin de la sequía. Y al igual que en África, siempre los leones estarán contentos porque tendrán nuevos rebaños poblando el mercado del cual se pueden regocijar.

domingo, 23 de julio de 2006

Escapadas musicales

Regresé a Santiago en uno de los peores aterrizajes que he tenido en la vida. En poco menos de dos horas descubrí que no tenía transporte hacia el centro, que la comida en mi congelador estaba arruinada, y que era demasiado tarde como para llamar a cualquier amigo para transferir mi descontento. Tan cargado quedé que esto me ha obligado a tomarme este fin de semana como una especie de desintoxicación emocional.

Como ha ocurrido en otras ocasiones similares, la alternativa más eficiente es trasladarme a un mundo paralelo premonido de un par de audífonos. La secuencia musical siempre permite constituir una realidad a antojo. Es como los momentos de cristalina alegría que Selma Jeskova tenía en "Bailarina en la Oscuridad". Era como si quisiera quedar ciego por un instante y olvidar que había estado silenciado trabajando horas extra en el desierto iquiqueño para sumergirme en recuerdos mejores.

Cuando iba en viaje a ese destino, pude escuchar por gentileza del Airbus 319 una canción de Belle & Sebastian titulada "Another sunny day". Tenía un optimismo inigualable, algo que no hubiera esperado de un conjunto indie surgido de la septentrional Escocia. Obviamente, me puse a buscarle a la vuelta, traicionando mi propio espìritu antipiratería. Una canción sin video clip me entrega mayores libertades en cuanto navegar en mi inconciente, plasmado en un sueño despierto donde la guitarra y los coros tipo "Happy Mondays" sugerían un día soleado de primavera donde las cortinas de la casa ondean suavemente mientras de reojo se ve a los niños paseando en bicicleta.

Visión bucólica por cierto. Está contaminada por la suburbia norteamericana que en tantas series familiares hemos visto. Siendo más comprensivo, es obvio que ante el desastre doméstico tal visión era imperiosa compensación. Es similar al tiempo que recién me mudé al departamento, comenzando mi vida independiente. Estaba de moda Maroon 5 y en mi cabeza se repetía la frase "Sunday morning, rain is falling" Ese otoño fue especialmente lluvioso y el agua parecía detenerse sobre las ajadas murallas de mi barrio. A mí me sugería el sofisticado carrete con karaoke del video, donde todo el mundo era especilmente pintoso. Ahora que vivía en el centro ya no tenía que "viajar" dentro de la ciudad para ir a uno de esos bares.

Entiendo por tanto a la radio Zero. En el Airbus la sintonía era similar. Sonaba también Zero 7 y "In the waiting line" con una cadencia propia del down tempo, y mientras la vocalista susurra al micrófono, es inevitable pensar en una noche acompañado a media luz, mientras los faroles de los edificios cercanos titilan en la altura.

Esa imagen de la ciudad es más compuesta, más entendible y más dominable. Hace razonable el vicio del "ser urbano" que a veces quiere volver a la periferia familiar o sentirse parte del mundo desarrollado bebiendo Absolut Citron en compañía de un tipo estupendo. Esta ambivalencia no es contradictoria a la naturaleza de la imaginación y es una buena manera de descansar. También es una manera de reflexionar sobre las imágenes evocadas y cómo ellas reproducen un orden cultural metido en mi cabeza. Cabe preguntarse si estas escapadas intencionales son efectivamente una fantasía o si acaso se convierten en el impulso para situarse en la vida corriente. Estas pausas musicales a veces no son tales.


domingo, 16 de julio de 2006

The Real World - Santiago

Me apresto a tener una larga semana de trabajo que, Dios mediante, puede convertirse en la mejor lección de geografía de Chile que he tenido en la vida, viajando desde Iquique hasta Puerto Montt. Por ese mismo motivo creo que estaré unos días retirado de la escritura, al menos con fines personales.

También por esa razón tuve que estar en una reunión en un hotel a las cuatro de la tarde. El día en Santiago estaba muy agradable y las familias que iban en el metro tenían todas cara de paseo. Yo, en cambio, me figuraba leyendo algunos papeles para no salir tan mal parado y para distraer la odiosidad que me provocaba este domingo de solitud. Claramente extrañaba el ajiaco dominical, aunque convertí un arroz añejo en un buen plato según lo aprendido en el cable en la mañana. El mismo televisor, minutos más tarde, me acompañaría para comer. Quiso la casualidad que por buscar algo de música de fondo me tropezara con los nuevos capítulos de The Real World (MTV) versión Key West.


Mucho había cambiado desde el primer experimento en California en 1994, donde todo era más mesurado y menos maqueteado. Ahora los esterotipos eran algo tremendamente marcado: la negra sexy, la flaca neurótica, el perno apuesto de cara, el rubio ex mariscal de campo, el negro o latino con reivindicaciones, alguno con problemas de identidad, entre otros. El factor común es que todo, aboslutamente todo el drama acontecía cuando estos personajes estaban borrachos. La secuencia ritual siempre era la misma, trabajar unas dos o tres horas, practicar el ocio no edificante, producirse al atardecer, para finalmente beber como enfermo y derivar en alguna de las siguientes alternativas: pelea con policía, potencial ménage-à-tois, o diga la palabra "nigger" y reciba un combonlohico.

Lo impresionante de este asunto es que la escena de la cual fui testigo hoy era como una mina con evidente anorexia, hiperventilaba porque (sin darse cuenta ella) había fingido que le gustaba la tortilla para quitarle la mina al rubio musculoso absolutamente bruto que vivía con ella, porque así le hacía pagar por todo el dolor que los hombres le habían causado. De más está decir que a ella le gustaba esté galán. Lo más impresionante era que todo tenía por telón de fondo la evacuación de los Cayos de la Florida por el arribo del huracán Rita. La emergencia hizo que los encerraran a todos en Miami, donde aburridos los pobres, salieron a beber mientras a su alrededor salían volando carteles y demases. Nadie parecía darse cuenta de la cagada adjunta, no, lo importante era carretear.


El rito en esta ocasión se resolvió de manera distinta, porque siempre, luego de un par de episodios, aparecen los discursos Hallmark del tipo: "el amor es lo más importante" o "si no hubiera sido por ustedes yo no habría aprendido que pololear con un asesino en serie era malo". Manga de brutos. Resultó ser que todo el conflicto descrito obedecía a que Paula, que así se llamaba ella, tenía por pareja a un sádico que la golpeaba y la había mandado cinco veces al hospital. Lo increíble era que ella todavía le decía que lo amaba!

Y fue aquí donde pude despertar de este trance biográfico en el que me había metido. Pensé en ese momento, cuanto había de esfuerzo por generar estas historias que identifican y proyectan de manera tal de asegurar sintonía. Necesariamente ese binomio hacía que yo me preguntara sobre las diferencias que había con mi vida. Ni mi mayor destroce en el Bunker asemejó siquiera a un estornudo de estos pelotudos en un bar. Y almorzando en vísperas de una reunión de trabajo un día domingo poco tiempo para revertir la resaca tendría. Pero mi vida me gustaba más.

Me puse en el lugar de los productores que hicieron el casting. Me pregunté si ellos habrán investigado en el historial de violencia de esta chica como para reclutarla, a sabiendas que su notable desequilibrio sicológico sería garante de nudos dramáticos permanentes. También si sabían que el perfil del macho dominante aseguraba que otros sujetos generaran enconos y conspiraciones. La intriga esta lista. Lo salvaje de este asunto es que todo se disfrazaba bajo las ropas de un a junventud glamorosa, que seguramente miles de muchachos querrían imitar.

Miami era azotada por un huracán y nadie se preocupaba. Podían beber todas las noches y no trabajaba de manera proporcional a lo que consumían. Todas las minas demoraban exactamente cuatro canciones para hacer topless en la pista de baile. Leí el otro día como los ingleses criticaron la versión americana de "Queer as Folk" por mostrar una comunidad homosexual radicada en la imagen. Da lo mismo a estas alturas. La maquinaria cultural ya se me había metido en la cabeza, enganchándome en estas historias sin trascendencia, que se supone representan la realidad de un joven en 2006.

El cultivo de la estupidez disfrazada de compañerismo escondía toda esa satánica maquinación por ventilar lo más terible de la vida sin poner remedio mediante. Evidentemente, si no fuera por mi reunión de trabajo hubiera sido lanzado hacia el mall llenado las arcas de los adminsitradores de Visa, para olvidarme de la conmoción real de estos personajes que emulaban una vida de dioses. Como cristiano que soy no dejo de preguntarme si este "Mundo Real" nos hace un llamado a auscultar en el corazón de nuevas pobrezas y hacer algo con ellas.

Quizás al escribir alguna redención estoy construyendo.

jueves, 13 de julio de 2006

Queer Theory

Hace muy poco me compré un lector de DVD para el dormitorio. Acto seguido, debía conseguir discos para ocuparlo. Consultado sobre mi elección, recibí un único comentario de mi hermano diciendo "you're so gay". La razón, tenía en mi poder un álbum de George Michael (nunca ha sido santo de mi devoción, pero estaba barato) y un ejemplar de Brokeback Mountain, que juntos constituían una especie de conjunción neurótica para matar el tiempo.

Independientemente de mi gusto por la película y del morbo producido por el cultivo de la melancolía invernal que ha sido reflejada en este blog; luego de citar mentalmente su música me puse a indagar en wikipedia acerca de Gustavo Santaolalla, para luego llegar al sitio de Ang Lee, al link del filme y al acápite sobre homosexualidad. Ahí detuve la navegación automática.

Sin ánimo de alabar la confiabilidad de mi investigación, se abrió todo un nuevo campo de discusión. Para quienes han visto la película, muchas cosas pueden acontecer en sus recuerdos. Para mí lo más impactante era el cultivo de la soledad medio decidida del protagonista y la inevitable sensación corporal que esto causara considerando que fui al cine a verla solo. Luego vendría toda la polémica que esto causara en los medios, la prohibición de exhibición en algunos países y en el mismo corazón de Estados Unidos (o sea! en Nevada prohíben estas cosas, pero la prostitución legal y los matrimonios con un reverendo vestido de Elvis pasan sin problemas)

No obstante, encontré algunos foros sobre Queer Theory que es toda una corriente que filosofa sobre esto que es ser homosexual en sociedad. Se supone que todo lo inauguró Foucault al afirmar que este asunto del género es una construcción social y no sirve para entender el real fenómeno marica. De ahí en adelante una serie de libre pensadores han especulado sobre la naturaleza y devenir cola a lo largo del siglo XX y comienzos del XXI. Toda esta teoría es enjuiciada como reivindicativa y fruto de gays feos que como no pueden tirar el sábado, escriben para imaginar como sería hacerlo sin complejos.

Claramente, esto me puso en alerta. Pensaba cuánto podría haber de eso en mis ganas de aprender a partir de lo proyectado a partir de la película. Luego, cuánto prejuicio había afincado en la afirmación anterior. Ciertamente esto resultaba un campo interesante y al igual que el feminismo, se puede decir de todo acerca de los escritores, así como también escuchar tonteras de parte de ellos.

Supongo que una buena reflexión surge a partir de la problematización de lo cotidiano, ejercicio que ahora estoy intentando desarrollar. La Queer Theory postula que las etiquetas de roles son variaciones culturales, como también mentales. Mucho de aquello opera en mi conciencia, incluso al escribir esto. En adelante intentaré apropiarme de los contenidos de aquella sin ser como esos intelectuales de Nueva Inglaterra que por integrar terminan desintegrando (como los maricas cuicos que llaman loca a las comadres pobres)

Hay algo de vaquero islandés reflexivo a estas alturas. Mejor me pongo mis Levi's mientras escucho Sigur Rós de fondo preguntándole Mikää sinün nimesi on? a un rubio finés. A lo mejor llego a buen puerto.

lunes, 10 de julio de 2006

Pulsión burguesa

Se supone que la educación siempre obliga pensar dos veces las cosas antes de decirlas. Esto es tremendamente cierto, especialmente en algunos espacios de interacción como el trabajo, la academia, la formación de personas u otros.

En ellos, claramente es posible reconocer que toda comunicación tiene una estructura de sentido limitada. Esta sensación, por oposición, se asocia a aquello que todos hemos experimentado en cuanto todo mecanismo represivo dentro de una conversación generará por definición algún mecanismo de escape. Todos hemos tenido la experiencia de querer decir algo y no poder hacerlo. Toda pulsión vigente en lo que expresamos tiene un vehículo verbal o paraverbal, como una condición fundamental de existencia.

Reflexionando sobre los países árticos, de alguna forma, pude entender que la observación retirada del mundo olvida que la necesidad humana se expresa sin pausa; justo en aquel instante que el observador deja de mirar para recordar que está vivo. De ahí que es posible sostener que este regreso se relaciona con el tánatos, en la medida que adquiere alguno de estos dos valores: la ira, la agresión de sentirse silenciado; o la melancolía, el impulso de muerte que sobreviene de sentir el mundo real como una amenaza.

Alguna vez escuché a una psicológa que trabajaba en sectores populares, que la gente más sencilla (concepto que no me gusta y que en su minuto no dije) siempre sufría de menores ataques de ansiedad en la medida que expresaban con mayor libertad sus pulsiones. Quienes hemos pasado por la educación formal, especialmente religiosa, sabemos como el cuerpo se acostumbra a sublimar algunos ataques de rabia o de miedo, apelando a la trascendencia que siempre debe concretarse en lo inmediato. También sabemos como a partir de esta instrucción espiritual y corporal, se siente el verdadero llamado a atender a los más necesitados a partir del propio pecado convertido y sanado. No quiero decir con esto que no crea en la virtud de sobrepasarse más allá de la necesidad y la conciencia neta de la misma, ni que buscar la genuina comprensión y salvación del otro sea una causa perdida; pero creo que de alguna forma la moderación burguesa nos conduce a esta resignificación del impluso que la cultura valida y que impide ver la dignidad del enojado.

Me cuesta entender esas pataletas ajenas, las expresiones no calculadas propias de los pobres; ya sea en formato de música vulgar, el poco acomodo de las guaguas colgando al subir a una micro, el endeudamiento excesivo del pueblo que hace comprar hasta el pan a crédito, o la llamada telefónica a "Hola Andrea" para ventilar la intimidad enojada. Pero he ido rescatando el orgullo oculto que tiene toda esta expresión, al entender que Coldplay, Mandalay o Keane no suena ni se entiende en esos lugares; y solo se comprende en la soledad lluviosa de mi departamento, donde enviciarse con mantener el registro helado de la música es la manera de evadir el deseo agresor cubierto por la prudencia exigida para mantener el statuquo. La ira colorinche la población no es entendida desde la melancólica enajenación burguesa, donde el rezo latino no entiende la propia pobreza exigente y el deseo profundo de tapar la fragilidad buscando fortaleza ilustrada, orden ordenado de vida, decoración minimalista y austeridad melancólica.

Experimentando en plenitud todas estas situaciones, nada de lo que escribo pudiera ser cierto, por lo que más preguntas que respuestas surgen de esta reflexión: lo que es lo mismo que mantener la melancolía en vez de golpear afirmaciones con ira. Una vez más resulta difícil empatizar con la pobreza.

jueves, 6 de julio de 2006

Habemus Lex

Ha habido un componente de cierta incertidumbre durante los últimos dos años de mi vida. La responsabilidad ha sido del Parlamento, quien durante todo este tiempo nunca se decidió a aprobar la Ley de Acreditación de la Educación Superior. Ayer, se terminó de tramitar lo intramitable después de las movilizaciones estudiantiles de mayo y al fin tenemos ley. Todo el mundo estaba completamente de acuerdo con la creación de una orgánica institucional para asegurar la calidad; incluso la derecha, haciendo gala de su habitual amnesia política, celebraba la existencia de una disposición regulatoria de la gestión universitaria, la misma que durante dos años acusaron de atentar contra la libertad de enseñanza.

Lejos de las celebraciones y angustias que todo esto pueda causar en el personal de mi oficina, y también en mi carrera profesional, no puedo sino estar atento al devenir que tendrá todo este sistema. Debería hacer una opción de abandonar el oficio nórdico por un instante y comprender el vínculo entre mejoramiento de la educación, aseguramiento de la equidad (suponemos) y pago de gastos comunes.

Sobre lo primero puedo extenderme sin ser incorrecto. Una de las cosas que más me gusta de este trabajo es la oportunidad de asistir a la modificación de la mirada académica hacia otros y sí mismos. Ocurren estos procesos también con nosotros. Aun cuando exista la propensión a buscar un sistema de sanciones disciplinarias (y con ello mantenerse dentro de un modelo control autoritario); ciertamente me produce cierta alegría ser testigo de como, a veces, la sensatez humana prima y quien evalúa aprende también a autoexaminarse, cultivando una suerte de humildad que se necesita para mejorar. Lo digo por las veces que modestos proyectos académicos, hechos con consistencia, echan por tierra la inercia jurásica de algunas instituciones. Sería cosa de ver a algunos abogados, médicos y casas de estudio baluartes de la tradición.

No obstante, la parte triste es comprobar como opera un doble estándar en estas materias. Queremos instituciones estatales que se comporten como empresas privadas, garantizando gestión flexible, estrategias de mercadeo, mecanismos de adminisión selectivos. Por otra parte, perseguimos a instituciones privadas que mienten sobre su inclinación hacia el lucro y realizan acrobacias organizacionales para generar excedentes a sus dueños (crear inmobilarias para arrendarse sus propios edificios, comprar carteas de alumnos, etc.) Sería mucho más saludable asumir el propósito que cada uno tiene y medir las acciones en consecuencia; pero en una cultura como la nuestra eso es tremendamente difícil de obtener.

Weber señalaba lo importante que era contar con legitimidad para desarrollar las instituciones. Habrá que observar como todo un trabajo que se ha realizado de manera casi silenciosa durante estos años ayuda a concretar esta garantía de control de calidad, que no puede sustentarse solo en la legalidad, sino que en el desarrollo de una autoconciencia y el compromiso permanente de los planteles por cultivar la reflexión sobre su manera de actuar. Como aporte trascendente, sería notable esperar que aquel movimiento también ocurriera en todas las personas que componen el sistema.

martes, 4 de julio de 2006

Voküró (Vigilia)

No podía ser diferente. Investigando encontré una traducción inglesa de este poema escrito por Jakobína Sigurdardóttir (1918 -1994) poetisa islandesa; cuyo texto es cantado por Björk en su disco Médulla. Si alguien tiene oportunidad de escuchar la canción se sorprenderá de la base melódica de la misma, pues la cantante se apoya sobre las armonías vocales del Icelandic Choir; sin utilizar ningún otro instrumento.

Yo siempre estuve intrigado por conocer el significado de la letra, puesto que la música señalaba una especia de retiro del mundo. Las combinación de gargantas humanas pueden crear unas texturas increíbles, sobre todo por contraste entre barítonos y sopranos. Islandia no tiene ninguna tradición monástica, así que esto nos libra del análisis religioso de la entonación; aunque los islandeses han creado catedrales en honor a poetas (adjunto la Hallgrimskirkja). No obstante, esta fantasía marciana, retirada y cristalina tuvo algún respaldo en el contenido de la canción.

La letra castellana es una traducción personal a partir de una versión en inglés del poema. Por lo tanto, se aplica alguna de las distorsiones contempladas por el binomio "traductor-traidor", donde la gramática responde a mi propia manera de componer las oraciones, teniendo por fondo el campo ártico.



Voküró(Vigilia)

Bærinn minn, bæerinn minn og inn
La granja mía, la granja mía y tuya
Sefur sæll í kyrr
duerme felizmente en paz
Fellur mjöll hljótt í húmi á jör
cae la nieve, silenciosamente en el atardecer de la tierra
Grasi mitt, grasi mitt og itt geymir mold til vors
la hierba mía, la hierba mía y tuya se mantiene en la tierra hasta la primavera.

Hjúfrar lind, leynt vi brekkurót
Anidando la primavera, escondida en la raíz de la colina
Vakir eins og vi
desvelada como nosotros estamos
Lífi trútt, kyrrlátt kalda vermsl
Fe en la vida, quieta primavera fría
Augum djúps útí himinfyrr starir stillt um nótt
mirada desde la profundidad dentro del firmamento

Langt í burt vakir veröl stór
Lejos despierta el grandioso mundo
Grimmum töfrum tryllt
furioso y con encanto severo
Eir arlaus óttast nótt og dag
inquieto temeroso de noche y de día
Augu ín óttalaus og hrein brosa vi mér björt
tus ojos valientes y serenos sonríen luminosos para mi

Vonin mín, blessa brosi Þitt
Mi esperanza, tu sonrisa bendita
Vekur ijó úr vær
despierta versos desde el sueño
Hvílist jör hljó í örmum snæs
la tierra descansa silenciosa en los brazos de la nieve
Liljuhvít, lokar augum blám, litla stúlkan mín
lirio blanco, cierra sus ojos azules, mi pequeña niña.