jueves, 30 de noviembre de 2006

Dientes Rebeldes

Hace poco tiempo que está en rotación uno de los videos que más susto me ha producido en el último tiempo. No se trata de una versión remezclada de Thriller de Michael Jackson con Mackulay Culkin o las hermanitas Olsen entre los bailarines. Tampoco se trata de Paris Hilton homenajeando "Another day in paradise" de Phil Collins. Esta vez, es un asunto mucho menos hollywoodense, aunque tenga francas pretensiones de serlo.

Alguna vez me referí al grupo REBELDE (o RBD para los entendidos) en aquella ocasión que unas madres desperfiladas casi pasan por encima mio en una fila de la Feria del Disco. La conmoción por comprar un par de entradas era tal, que se enfurecieron al comprobar que otro sujeto (o sea yo) podía hacer algo en esa fila que se suponía era la antesala del cielo.

Después, y aunque no lo comenté, casi muero por segunda vez cuando me atraganté al comprobar que para el último concierto que estos sujetos hicieron en Chile, las entradas más caras costaban cerca de 100 lucas. Más encima, concluía que este precio era ilusiorio, porque dado el perfil de los fans, siempre habría que comprar dos entradas fijo: una para el adolescente perturbado y otra para el adulto que lo contendría. Tamaño negocio, entonces.

Así, en ese contexto, vi el video de la canción "Sálvame". Lata que días después la peluquera tarareara la misma melodía mientras me acicalaba, ante lo cual entré en pánico si en un arranque de creatividad optaba por dejarme blondo como uno de los cantantes (so pretexto de: tienen la misma estructura ósea) todo lo cual me dejaría convertido en una versión trajeada de Nelson Mauri. En fin. Todo conjuró para dejarme bien metido con el tema.

Pensando en esta cosa artificial del Fantomas, comprobé que el videito este tenía las mismas claves de indisponibilidad. Lo primero, el perfecto estado de los dientes de la cantante. La comadre abría la boca en una sonrisa que dejaría opaco a Pepsodent y que probablemente brillara bajo una lámpara ultravioleta. Evidentemente, llegaba hasta tener colgando las etiquetas de los implantes, y seguramente se haría enjuagues con cloro para mantener esa pulcritud y lo que paso explica por qué seguramente no come bocado alguno. Lo segundo, era el sinsentido de rodar el video en los alpes suizos, con las minas vestidas de bikini, aunque de seguro la silicona ha de tener buenas propiedades aislantes que vale la pena promocionar. Lo tercero, era esa misma erotización naif de Dulce María (sí, hay una cantante que se llama así) que no es una especie de Charlotte York poniendo orden a la parvada hormonal, sino que jugaba al papel de la colegiala que no se percata que se le sube el jumper.



En fin, en este contexto los varones poco hacían salvo los coros y jugar a tirarse por en trineo. Y esos chispazos de felicidad parecían una promesa de salvación después de la tragedia amorosa que narraba la letra: sálvame del hastío, sálvame de la soledad...

Conociendo el patrón de consumo local, igual algo se entendía. Es como cuando las primeras Supernova se hicieron conocidas allá por el año 99 con "Maldito Amor", donde me percaté que nuestros adolescentes algo de melancolía tienen en la comprensión de su crecimiento. Pero me parecia que el caso de México es bien diferente. Porque el fenotipo de mexicano, lo mismo que el nuestro, dista bastante de las facciones impolutas del grupo. Y seguramente, experimentar sus historias de vida distaba bastante de la sobractuada telenovela que protagonizan asociada al merchandising de la franquicia. Aparte que ninguna población de mujeres tiene por proporciones iguales morenas, colorinas y rubias.

Pero comprar el disco, cantar la melodía y soñar vivir las aventuras programadamente descarriadas del grupo son un poco como evitar las propias perturbaciones de esa edad. O de los padres que acompañan a los chicos de esa edad. Ser puede jugar un poco a no vivir, porque la reflexión a la que obliga la vida real no es necesaria en esta proyección. Igual, hasta yo quisiera tener la pinta de algunos cantantes de pop, porque creo que todo sería más sencillo. Pero al igual que la medicina especializada y deshumanizante, esta elaboración quirúrgica del individuo nos diluye en los valores de la industria, sin enfrentar el desafío de crecer como uno efectivamente es.

miércoles, 22 de noviembre de 2006

Fantomas

Hay evidencias que muchas veces nos hace suponer que la relación con la propia salud es equivalente a la hotelería que intermedia en el sistema médico-paciente. Ahora bien, cualquiera que haya trabajado en alguna empresa de servicios, sabrá que muchas cosas se juegan en la trastienda del mercado, el back-office bancario o la cocina (y especialmente la despensa) del restaurant.

Citando nuevamente el recorrido de hace pocos días, pude descubir un elemento muy interesante de estas prácticas galenas. Ocurre que con la evolución del sistema nacional de salud, y la entrada de la medicina privada, muchas cosas han cambiado. En primer lugar, el retiro del espacio doméstico, con la consecuente tecnologización de la clínica. Lo segundo, el efecto de consumo que hay al pagar por una prestación médica donde se establece una relación de clientela. Tercero, la aparición del SERNAC que envalentonó al usualmente sumiso comprador y que ha extendido la influencia de esta ira hacia este rincón terapéutico con insospechadas consecuencias.

Porque ahora ya no es tan simple operar, por ejemplo. Los cirujanos, antiguos sacerdotes del quirófano, ahora buscan la manera de intervenir lo menos posible, porque aunque hayan advertido del riesgo de hacerle la lipo a Julita Astaburuaga, si la vieja se muere, demanda segura. Y lo mismo se aplica para la docencia...

Me he atendido en hospitales universitarios e igual uno se cohibe un poco ante tantos mirones . Pero también hay más atención a los detalles. Pero lo cierto es que mucha gente se niega rotundamente a ser siquiera tocada por un estudiante (aunque yo en determinados casos lo solicitaría) Esto tiene por consecuencia dos cosas: una vez más los pobres salen para atrás porque les toca tener que aceptar si o si, todas las clases que puedan dar con sus cuerpos; y segundo, las universidades con más dinero deben recurrir a inversiones más fuertes para hacer docencia con medios inertes.

Las clases de anatomía las tienen todos por igual, porque vagabundos finados siempre va a haber. Pero para otras cosas, cada vez se usan más estos muñecos llamado Fantomas. No sé porqué en Chile le llaman así. Fantômas era el nombre de un sofisticado personaje de novela francés, un archicriminal sanguinario pero muy elegante. También es nombre de una banda de rock que lo homenajea. Por alguna razón también le llaman así a estos maniquíes que simulan enfermos.

Es bien escabroso entrar a una sala de clases con una cama de hospital y un muñoeco con ictericia que se desangra. Pero más escabroso aún es ver como han evolucionado de ser un simple envoltorio de plástico a una máquina más cara que un BMW. Porque en el Hospital de la FACH, una universidad consiguió con descuentos un fantomas de la Marina gringa. Y lo impresionante era que el bicho este era casi un androide. Tenía disitintas arritmias programadas por computador, su pecho se movía con la respiración, se podían simular fracturas reemplpazando piezas internas y lo más heavy era el hecho que expresaba síntomas y se quejaba de dolor.

Claro, la Universidad era lo suficientemente pituca para que el mono dijera "I wanna throw up" en vez de "voy a güitrear". No, eso último era para la posta. Si le inyectaban dosis erróneas de fármaco mediante el teclado del computador, el tipo podía decir "I feel bad, it hurts" y luego era despachado hacia el otro mundo (en este caso, off mode) Entonces, los estudiantes en su rato de ocio, podrían entretenerse jugando con la vida del enfermo virtual. Claro, los vivos corren menos riesgos cuando son atendidos por estos profesionales, porque antes que aprender, repararán las heridas y darán su boleta con garantía. Pero no puedo dejar de pensar en como toda esta maquinaria al final distancia la vida misma de la sanación.

Crecientemente técnica, una medicina enseñada en salones perdería la capacidad de empatía que se requiere para mejorar. Y en esto tienen responsabilidad no solo los docentes; también el paciente que en vez de exigir servicio, debiera disponerse confiado frente a esa relación donde el poder de la sanación es compartido. Porque también en esas circunstancias, es cuando se valora la propia salud y por defecto, el hecho de poder disfrutar la vida.

domingo, 19 de noviembre de 2006

Pan de Muerto

Por macabro que parezca, este es el nombre de un queque mexicano. Vale la pena aclarar que no es que esté fabricado con migajas de finado, sino que en realidad el "de" implica propiedad: es un pan para los muertos.

Ayer, viendo el canal gourmet en el cable, aprendí la receta de este pastiche. ES tremendamente simple. No la voy a contar porque no viene al caso, pero en lo que sí me voy a detener es en la configuración estética de su consumo.

El Pan de Muerto se prepara para las Fiestas de los ìdem que se celebra a comienzos de noviembre en todo México. Es una de sus tradiciones más arraigadas y una de las primeras que suelen representar de mala forma los gringos. A diferencia de Halloween(All Hallows Eve: Víspera de lo Todos los Santos) el Día de Muertos es una ocasión para venerar a todos estos santos como su estuvieran vivos. La idea es simple: ese día millones de personas van al cementerio a construir un pequeño altar donde se hace una ofrenda al difunto. Y le hablan: le pregunta como lo ha tratado La Flaca. Se pueden preparar las comidas favoritas que recuerdan los retratos o cantar las canciones que escuchara el susodicho en vida. Pero sin lugar a dudas, lo más importante es el caracter de ofrenda con que se reviste todo el rito.

Es evidente que la tumba no logrará digerir los tomates con guajiniciles que se dejen en su margen, o bien que será incapaz de sopear el Pan de Muerto en el chocolatl del tazón. Son los deudos quienes comerán aquello. Y es más, en ese acto también "comen" al muerto. Porque, como podrán ver en la foto adjunta, el pan dichoso tiene unos huesos de masa cruzados por encima, junto con una especie de borla que simboliza el ombligo del finado. Y hay algunas, incluso, que se atreven a tener la forma de pequeñas calaveritas.



Comentaba la otra vez como la medicina occidental a tendido a sobrespecializar la vialidad hacia la muerte, extirpando este evento del mundo de lo doméstico. Y no es que sea bueno necesariamente que ocurra lo contrario. Sin embargo, la Fiesta de Muertos está diseñada para recordar a los que han partido, esperándolos en casa como una visita viva más. De la misma manera que se espera a un amigo, aquí se prepara aquello que el viajero de ultratumba más preferiría, y así, asegurar que los recuerde y los visite de vez en cuando.

Más allá de la creencia religiosa que reside en este acto, como expresión del sincretismo entre la fiesta azteca y la celebración española, me parece notable la delicadeza popular con que se honra la memoria de la familia y del colectivo. El Pan de Muerto tiene esa cotidianidad de todo pan, claro que con el sello especial de la ofrenda familiar. No es como los gringos tratan a sus fieles difuntos: en cementerios que parecen parques donde el picnic es un tanto macabro o en películas de terror donde salen algunos viejos calentones a mordisquear minas Baywatch. Acá el muerto reside en un altar especial, que mantiene su residencia en la tierra. Y con ello se asegura también nuestra trascendencia material.

Olvidado el llanto funerario, lo que sigue es pura alegría y bienestar. Algo que los médicos estarían felices de celebrar también.

martes, 14 de noviembre de 2006

Medicina para la casa

He estado de lo más ausente el último tiempo. No solo de estas páginas, sino también de mi propia conciencia. Errores de cálculo mediante, se juntaron tres proyectos con fecha de entrega para estos días, así que lo que se llama tiempo libre ha sido solo un espejismo cotidiano desde aquel día que escribí en inglés (...esto me pasa por negarles dulces a los niños)

Tanto es así que, sorprendido de mí mismo, hubo ratos en esta semana donde dejé de procesar la información de las reuniones que he tenido sobre los mismos recurrentes temas. Onda modo piloto automático, stand-by o tele-apagada. Algunos podrán pensar que es un mecanismo de defensa, obvio. Otros podrán leer esto como una señal urgente de ajuste de tornillos. Porque nadie puede dejar que sus neuronas se quemen así sin siquiera fumar un caño. Por esa misma razón y por el hecho que mi inconciente se ha anticipado al verano haciéndome bajar de peso sin dieta ni ejercicios (sí mujeres, envídienme) decidí consultar un médico. Para estar seguro que seguro no tengo nada.

En fin. Quiso el destino que dicha cita aconteciera justo después de dos evaluaciones a programas formadores de estos profesionales. Quizás por lo mismo, lo único a lo cual logré prestar verdadera atención fue a una consigna que promueve cada Escuela de Medicina que he visitado este año: "No más especialistas, queremos médicos generales" pareciera ser la moda. Valorar la atención primaria y la medicina de cabecera. Resucitar el oficio sepultado por la sobrespecialización.

El dr. Valverde, que es el señor que veré mañana, tiene todas esas características. Claro que él ya es jubilado hasta de su propia pensión. El arribista que habita en mí se habría achunchado de no verlo en una clínica-aeropuerto, sino que en su pequeña consulta de barrio; pero ahora tengo motivos de sobra para quebrarme porque estoy de lo más in. Porque el actual médico de familia es más bien un old fashion. Y no obstante estoy seguro que más de un futuro egresado correrá a postular a una beca para el estudio de las moléculas del nefrón, hay algo muy rescatable en este intento de vlver a igualar al paciente con un ser humano completo.

Hay efectos obvios, como la mejora del trato y la posibilidad que el día de mañana el galeno mire a los ojos en vez del monitor cuando un paciente enfile hacia la muerte. También la disminución de los costos sociales por la mejor labor preventiva que una reforzada atención primaria tendrá. Incluso hay una cuestión arquitectónica de por medio, al eliminar de los futuros planos esa concepción horrible de los megahospitales metropolitanos donde verdaderamente uno se siente diminuto ante la enfermedad reflejada en cada pared del edificio (y esto es en serio).

Existe un efecto de más largo plazo, que a estas alturas es solo una hipótesis, pero es bien interesante. Hace siglos que la muerte, así como la seria enfermedad, se han sacado del espacio cotidiano de la casa y la misma familia. Foucault habla de esto cuando refiere a la clínica. Y es cierto que hay eficiencias de escala cuando se trata de contar con tecnologías de todo tipo. Pero el problema tuvo que ver con estos otros eventos que son normales en el devenir del hombre: un dolor de estómago, una esguince, una fiebre invernal e incluso el parto; cuando también migraron al hospital.

Mi abuela campesina parió su docena de hijos afiliada a la meica del lugar. Y cuando fue al hospital del pueblo el día que pavimentaron el camino, le ligaron las trompas para que no se empobreciera más y detuvieron a la oña por ejercicio ilegal de la profesión. Mas antes, tanto el nacimiento como la muerte de mi abuelo fueron eventos que formaron parte de un mismo hogar. Así mi papá aprendió a ver la vida con una sabiduría inexplicable. "Todo está en aquí incluso la muerte" me dijo algún día. Y es verdad. La razón de mis jaquecas son más cotidianas que lo que cualquier neurólogo pueda citar.

Y el remedio está en mi propia cama... digo, en tomar conciencia de mi propio existir cada mañana y no requerir toda una estructura adicional para atender la simpleza de esta queja. La misma que puede curarse con toronjil con luna como dirían en el campo. Hay un asunto de confianza en toda sanación. El médico de cabecera y el remedio casero parece que ahora tienden a coincidir. Cambian la planta por un fármaco hecho de lo mismo, pero en ambos casos, lo que se persigue es curar a través de la sintonía con la casa, con el entorno de siempre.

La medicina se lleva para la casa, entonces. Para que el médico verdaderamente nos ayude a vivir en armonía, descifrando nuestro interior. Nada que ver mirarse solo en un electrocardiograma; lo importante es sentir el corazón otra vez. Y como ya me estoy perdiendo otra vez, daré otra vuelta al asunto antes de querer plagiar a Levi-Strauss.