domingo, 19 de noviembre de 2006

Pan de Muerto

Por macabro que parezca, este es el nombre de un queque mexicano. Vale la pena aclarar que no es que esté fabricado con migajas de finado, sino que en realidad el "de" implica propiedad: es un pan para los muertos.

Ayer, viendo el canal gourmet en el cable, aprendí la receta de este pastiche. ES tremendamente simple. No la voy a contar porque no viene al caso, pero en lo que sí me voy a detener es en la configuración estética de su consumo.

El Pan de Muerto se prepara para las Fiestas de los ìdem que se celebra a comienzos de noviembre en todo México. Es una de sus tradiciones más arraigadas y una de las primeras que suelen representar de mala forma los gringos. A diferencia de Halloween(All Hallows Eve: Víspera de lo Todos los Santos) el Día de Muertos es una ocasión para venerar a todos estos santos como su estuvieran vivos. La idea es simple: ese día millones de personas van al cementerio a construir un pequeño altar donde se hace una ofrenda al difunto. Y le hablan: le pregunta como lo ha tratado La Flaca. Se pueden preparar las comidas favoritas que recuerdan los retratos o cantar las canciones que escuchara el susodicho en vida. Pero sin lugar a dudas, lo más importante es el caracter de ofrenda con que se reviste todo el rito.

Es evidente que la tumba no logrará digerir los tomates con guajiniciles que se dejen en su margen, o bien que será incapaz de sopear el Pan de Muerto en el chocolatl del tazón. Son los deudos quienes comerán aquello. Y es más, en ese acto también "comen" al muerto. Porque, como podrán ver en la foto adjunta, el pan dichoso tiene unos huesos de masa cruzados por encima, junto con una especie de borla que simboliza el ombligo del finado. Y hay algunas, incluso, que se atreven a tener la forma de pequeñas calaveritas.



Comentaba la otra vez como la medicina occidental a tendido a sobrespecializar la vialidad hacia la muerte, extirpando este evento del mundo de lo doméstico. Y no es que sea bueno necesariamente que ocurra lo contrario. Sin embargo, la Fiesta de Muertos está diseñada para recordar a los que han partido, esperándolos en casa como una visita viva más. De la misma manera que se espera a un amigo, aquí se prepara aquello que el viajero de ultratumba más preferiría, y así, asegurar que los recuerde y los visite de vez en cuando.

Más allá de la creencia religiosa que reside en este acto, como expresión del sincretismo entre la fiesta azteca y la celebración española, me parece notable la delicadeza popular con que se honra la memoria de la familia y del colectivo. El Pan de Muerto tiene esa cotidianidad de todo pan, claro que con el sello especial de la ofrenda familiar. No es como los gringos tratan a sus fieles difuntos: en cementerios que parecen parques donde el picnic es un tanto macabro o en películas de terror donde salen algunos viejos calentones a mordisquear minas Baywatch. Acá el muerto reside en un altar especial, que mantiene su residencia en la tierra. Y con ello se asegura también nuestra trascendencia material.

Olvidado el llanto funerario, lo que sigue es pura alegría y bienestar. Algo que los médicos estarían felices de celebrar también.

No hay comentarios.: