martes, 20 de abril de 2010

Melancolía mecánica

Hay veces que un solo sonido puede condensar multiplicidad de otros ruidos. Tal cual como determinadas sensaciones recorren la piel evocando la totalidad de un cuerpo ajeno, de un objeto lejano, de una representación que está fuera de la propia solitud. Así lo quisiera la fenomenología, no hay manera de describir simplemente cómo estos estímulos penetran la conciencia y encuentran donde alojarse, donde recibir un significado aparejado de otras cosas que ya existían.

Un solo sonido y puede aparecer ante mi todo el final de la adolescencia y el inicio de los padeceres que traía el despertar ante una sexualidad que lo era todo, menos adecuada. Otra cancíón reservada de mi repertorio y otra vez la seducción de la electrónica que me afinaba el oido buscando otro circuito en su lógica sonora. Me prometía de nuevo que siempre reservaría un sonido oculto donde se condensan otras emociones sin palabras.

No hay caso, estoy condicionado, la música alimenta mi memoria. Quizás me pongo melancólico de tanto observar el avance las nubes sobre la ciudad habiendo cumplido yo un nuevo otoño. Quizás siento nostalgia de la fragilidad con que enfrentaba el comienzo de la nueva vida, ahora que me comporto como robot y me programo para .

Mecánica melancolía: tantas veces he cambiado y todavía sigo buscando un lugar mullido donde llegar, una estación donde bajar del tren, una morada por recuperar. Nostalgia de tiempos pasados, de canciones almacenadas. Ahora que parece que se aproxima la lluvia de nuevo, que hay otras cosas fuera de mi que sienten igual que yo, volteo mi camino un rato para escuchar lo que ya escuché.

De una forma misteriosa vuelvo a escucharme yo mismo.


lunes, 12 de abril de 2010

Flor de declaración

El germen de estas palabras, aquí

¿Me va a decir este señor de trapitos bordados que tiene la autoridad para culparme? ¿Me va a decir este señor poto de mantequilla que conoce a la psicología mejor que los psicólogos? ¿Me va a decir él que la culpa de toda la mierda que tapa bajo los altares es por causa de los de nuestra especie?

¿Me va a decir que tiene vírgenes alemanas de su lado? ¿Me va a decir que hay círculos donde oran por nosotros? ¿Me va a decir que la gracia de Dios me regaló una diuca torcida, una voluntad equivocada y más aun ciega de sus propios deseos? De los de Dios y de los míos propios.

¿Le va a decir al resto que mejor no recen tanto, porque somos unas ratas comependejos, unos matacuras infiltrados en la sacristía, que no vale la pena tratar de vestir de blanco al demonio? ¿Le va a pedir a su jefe-vieja-chuyenca que disimule el escándalo, que es cosa de pervertidos, que son maniobras de Satanás, que tiene muchos psicólogos que le hicieron pruebas neuronales a los ángeles (y no teólogos que le hicieron pruebas a los angelitos) y saben por su divina revelación que sus eunucos besadores de anillos no tienen problemas sino nosotros, los que cada mañana levantamos estandarte?

¿Me va a decir este señor, ataviado como gran ramera de encajes, sombreritos y faldas, que nosotros, que nos ponemos los pantalones para ir a trabajar, pasamos por la iglesia para bajárnoslos al adorar a un querubín?

¿Se habrá metido en mi cabeza, en mis sueños húmedos, con sus manos pulidas, sus arrugas impúdicas y tetas caídas? ¿Habrá encontrado allí los archivos de los crímenes que ayudó a encubrir? Príncipe de lo oscuro, maquiavélico director, su santidad obscena, vicario de la paja, castrador de la conciencia, sarcófago de inmundicias, momia injusta, que ahora vienes y me cargas con tus pecados, mientras reposas en un Vaticano que hace rato dejó de construir el Reino de Dios, para volverse el reinado de si mismo.

Vieja Babilonia menopáusica, ponzoñosa y picante.

Y se van a quedar solos, solos y solos. No habrá más niños para comer ni locas que reclutar. Lamento anticipado por todos aquellos que confiaron su fe en directrices y directores que niegan la carne y la piedra. Lo lamento también por mis compañeros, y pido que no se desanimen, porque me ayudan a luchar por librar la persona de Cristo de la política de la tierra, porque al final eso son los vaticanos: políticos que cambiaron la corbata por la sotana, cosa de no morir ahorcados y mudos como sus víctimas, sino que tener la soltura y espacio para esconder el fellatio en todo evento.

martes, 6 de abril de 2010

La neurosis

No sé bien como volver a escribir ahora que han pasado tantos días desde la última vez. Ya no tengo tanto tiempo como antes, me digo, porque salir a correr en las mañanas me prende, pero me apaga ligerito cuando regreso a la casa.

Ya no tengo tanto tiempo como antes, porque esto de alfabetizarse en francés tiene sus costos. Ya quisiera yo poder soñar en ese idioma para poder sentirme seguro el día de la prueba. Hay algo de angustioso en esa circunstancia de medición, de evaluación para saber si me querrán o no allende el Atlántico. Y eso que he practicado mis gárgaras sagradamente, y eso que he dejado de maldecir esa ortografía de mierda, que se piensa sola despreciando los sonidos.

Cómo recupero en estas instancias el amor por el segundo básico, cuando leía puras cosas buenas sobre las vacas y los gatitos! Cómo recupero el amor por la adolescencia, cuando no tenía tantas preguntas sobre la manera de ser pareja, cuando la pareja te invita a desterrarte por un rato.

Ay de mi! Leo las primeras columnas de este diario de vida descuidado y me refugio en el vapor de los almuerzos de domingo, encerrado tras el cristal de la casa paterna, carente de palabras violentas y sin ganas de ser tan independiente. Ay de mi! La angustia me reclama en las noches como un zancudo que pincha los ojos y me hace respirar rapidito, como si fuera a acelerar el tiempo. Ay de mi! que he aprendido a lamentarme por mis desventajas, por mi pérdida abrupta de glamour, por la avanzada subrepticia de las mañas una vez iniciada la convivencia. Ay de mi! que no podré escribir nada de esto cuando esté en otra ciudad.

Como no se bien lo que me pasa, parece que no he podido escribir. Como si hacerlo fuese un compromiso demasiado grande. Como si hacerlo exigiera memorizar todas estas letras, toda la falta de ironía de mis lamentaciones, toda la rapidez con la que escribí este texto, a sabiendas que algo pulsaba bajo mi piel, atacado por las ganas de seguir hablando en español, pensando en español, mirando las ciudades en español, tomando vino en español.



Ay la neurosis! Querer hacerlo todo bien en tan poco tiempo. Insistir en vivir en un lugar donde nadie me está esperando, salvo yo mismo. Y quizás esa es la fuente del terror. ¿Cómo vivir así, sin rendirle cuentas a nadie? Qué mierda de Ciudad Luz, capital de la moda, qué tanto, si hay días en que no me gusta mi pinta de cola viejo y se muy bien que no podré adornarme con el presupuesto de inmigrante.

La neurosis, la neurosis. Me gusta creer que mi vida es perfecta, solo porque conseguí armarla solito. Pero seguir a alguien... uf, no es lo mismo que seguir invirtiendo en ser una mejor mercancía bilingüe, con un mejor rendimiento de gasolina por kilómetro de trote, con una mejor capacidad de ajuste a todo entorno social. Insistir en vivir en un lugar donde nadie me está esperando, salvo yo mismo es una cosa totalmente diferente. Y quizás esa es la fuente del terror. Y de la neurosis.