martes, 6 de abril de 2010

La neurosis

No sé bien como volver a escribir ahora que han pasado tantos días desde la última vez. Ya no tengo tanto tiempo como antes, me digo, porque salir a correr en las mañanas me prende, pero me apaga ligerito cuando regreso a la casa.

Ya no tengo tanto tiempo como antes, porque esto de alfabetizarse en francés tiene sus costos. Ya quisiera yo poder soñar en ese idioma para poder sentirme seguro el día de la prueba. Hay algo de angustioso en esa circunstancia de medición, de evaluación para saber si me querrán o no allende el Atlántico. Y eso que he practicado mis gárgaras sagradamente, y eso que he dejado de maldecir esa ortografía de mierda, que se piensa sola despreciando los sonidos.

Cómo recupero en estas instancias el amor por el segundo básico, cuando leía puras cosas buenas sobre las vacas y los gatitos! Cómo recupero el amor por la adolescencia, cuando no tenía tantas preguntas sobre la manera de ser pareja, cuando la pareja te invita a desterrarte por un rato.

Ay de mi! Leo las primeras columnas de este diario de vida descuidado y me refugio en el vapor de los almuerzos de domingo, encerrado tras el cristal de la casa paterna, carente de palabras violentas y sin ganas de ser tan independiente. Ay de mi! La angustia me reclama en las noches como un zancudo que pincha los ojos y me hace respirar rapidito, como si fuera a acelerar el tiempo. Ay de mi! que he aprendido a lamentarme por mis desventajas, por mi pérdida abrupta de glamour, por la avanzada subrepticia de las mañas una vez iniciada la convivencia. Ay de mi! que no podré escribir nada de esto cuando esté en otra ciudad.

Como no se bien lo que me pasa, parece que no he podido escribir. Como si hacerlo fuese un compromiso demasiado grande. Como si hacerlo exigiera memorizar todas estas letras, toda la falta de ironía de mis lamentaciones, toda la rapidez con la que escribí este texto, a sabiendas que algo pulsaba bajo mi piel, atacado por las ganas de seguir hablando en español, pensando en español, mirando las ciudades en español, tomando vino en español.



Ay la neurosis! Querer hacerlo todo bien en tan poco tiempo. Insistir en vivir en un lugar donde nadie me está esperando, salvo yo mismo. Y quizás esa es la fuente del terror. ¿Cómo vivir así, sin rendirle cuentas a nadie? Qué mierda de Ciudad Luz, capital de la moda, qué tanto, si hay días en que no me gusta mi pinta de cola viejo y se muy bien que no podré adornarme con el presupuesto de inmigrante.

La neurosis, la neurosis. Me gusta creer que mi vida es perfecta, solo porque conseguí armarla solito. Pero seguir a alguien... uf, no es lo mismo que seguir invirtiendo en ser una mejor mercancía bilingüe, con un mejor rendimiento de gasolina por kilómetro de trote, con una mejor capacidad de ajuste a todo entorno social. Insistir en vivir en un lugar donde nadie me está esperando, salvo yo mismo es una cosa totalmente diferente. Y quizás esa es la fuente del terror. Y de la neurosis.

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