domingo, 16 de julio de 2006

The Real World - Santiago

Me apresto a tener una larga semana de trabajo que, Dios mediante, puede convertirse en la mejor lección de geografía de Chile que he tenido en la vida, viajando desde Iquique hasta Puerto Montt. Por ese mismo motivo creo que estaré unos días retirado de la escritura, al menos con fines personales.

También por esa razón tuve que estar en una reunión en un hotel a las cuatro de la tarde. El día en Santiago estaba muy agradable y las familias que iban en el metro tenían todas cara de paseo. Yo, en cambio, me figuraba leyendo algunos papeles para no salir tan mal parado y para distraer la odiosidad que me provocaba este domingo de solitud. Claramente extrañaba el ajiaco dominical, aunque convertí un arroz añejo en un buen plato según lo aprendido en el cable en la mañana. El mismo televisor, minutos más tarde, me acompañaría para comer. Quiso la casualidad que por buscar algo de música de fondo me tropezara con los nuevos capítulos de The Real World (MTV) versión Key West.


Mucho había cambiado desde el primer experimento en California en 1994, donde todo era más mesurado y menos maqueteado. Ahora los esterotipos eran algo tremendamente marcado: la negra sexy, la flaca neurótica, el perno apuesto de cara, el rubio ex mariscal de campo, el negro o latino con reivindicaciones, alguno con problemas de identidad, entre otros. El factor común es que todo, aboslutamente todo el drama acontecía cuando estos personajes estaban borrachos. La secuencia ritual siempre era la misma, trabajar unas dos o tres horas, practicar el ocio no edificante, producirse al atardecer, para finalmente beber como enfermo y derivar en alguna de las siguientes alternativas: pelea con policía, potencial ménage-à-tois, o diga la palabra "nigger" y reciba un combonlohico.

Lo impresionante de este asunto es que la escena de la cual fui testigo hoy era como una mina con evidente anorexia, hiperventilaba porque (sin darse cuenta ella) había fingido que le gustaba la tortilla para quitarle la mina al rubio musculoso absolutamente bruto que vivía con ella, porque así le hacía pagar por todo el dolor que los hombres le habían causado. De más está decir que a ella le gustaba esté galán. Lo más impresionante era que todo tenía por telón de fondo la evacuación de los Cayos de la Florida por el arribo del huracán Rita. La emergencia hizo que los encerraran a todos en Miami, donde aburridos los pobres, salieron a beber mientras a su alrededor salían volando carteles y demases. Nadie parecía darse cuenta de la cagada adjunta, no, lo importante era carretear.


El rito en esta ocasión se resolvió de manera distinta, porque siempre, luego de un par de episodios, aparecen los discursos Hallmark del tipo: "el amor es lo más importante" o "si no hubiera sido por ustedes yo no habría aprendido que pololear con un asesino en serie era malo". Manga de brutos. Resultó ser que todo el conflicto descrito obedecía a que Paula, que así se llamaba ella, tenía por pareja a un sádico que la golpeaba y la había mandado cinco veces al hospital. Lo increíble era que ella todavía le decía que lo amaba!

Y fue aquí donde pude despertar de este trance biográfico en el que me había metido. Pensé en ese momento, cuanto había de esfuerzo por generar estas historias que identifican y proyectan de manera tal de asegurar sintonía. Necesariamente ese binomio hacía que yo me preguntara sobre las diferencias que había con mi vida. Ni mi mayor destroce en el Bunker asemejó siquiera a un estornudo de estos pelotudos en un bar. Y almorzando en vísperas de una reunión de trabajo un día domingo poco tiempo para revertir la resaca tendría. Pero mi vida me gustaba más.

Me puse en el lugar de los productores que hicieron el casting. Me pregunté si ellos habrán investigado en el historial de violencia de esta chica como para reclutarla, a sabiendas que su notable desequilibrio sicológico sería garante de nudos dramáticos permanentes. También si sabían que el perfil del macho dominante aseguraba que otros sujetos generaran enconos y conspiraciones. La intriga esta lista. Lo salvaje de este asunto es que todo se disfrazaba bajo las ropas de un a junventud glamorosa, que seguramente miles de muchachos querrían imitar.

Miami era azotada por un huracán y nadie se preocupaba. Podían beber todas las noches y no trabajaba de manera proporcional a lo que consumían. Todas las minas demoraban exactamente cuatro canciones para hacer topless en la pista de baile. Leí el otro día como los ingleses criticaron la versión americana de "Queer as Folk" por mostrar una comunidad homosexual radicada en la imagen. Da lo mismo a estas alturas. La maquinaria cultural ya se me había metido en la cabeza, enganchándome en estas historias sin trascendencia, que se supone representan la realidad de un joven en 2006.

El cultivo de la estupidez disfrazada de compañerismo escondía toda esa satánica maquinación por ventilar lo más terible de la vida sin poner remedio mediante. Evidentemente, si no fuera por mi reunión de trabajo hubiera sido lanzado hacia el mall llenado las arcas de los adminsitradores de Visa, para olvidarme de la conmoción real de estos personajes que emulaban una vida de dioses. Como cristiano que soy no dejo de preguntarme si este "Mundo Real" nos hace un llamado a auscultar en el corazón de nuevas pobrezas y hacer algo con ellas.

Quizás al escribir alguna redención estoy construyendo.

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