jueves, 26 de octubre de 2006

Psicoanálisis y t(r)aumaturgia

Tamaña sorpresa me llevé conversando anoche con el señor M. Debo denominarlo de esa forma no porque imite los remitentes de mi amigo poeta (han visitado el link Trapalaxio?) sino porque es requisito de la estrucutura de sentido de la presente columna.

Moderado por un vodka tónic, lo que sería una habitual conversación de sobremesa devino en un anecdotario bastante hilarante. Como pocas veces, el señor M. andaba eufórico y lo expresaba con gestos ampulosos y un ritmo acelerado al hablar. Me llamó la atención porque siempre había sido yo quien ocupaba ese puesto, mientras él intervenía sereno. Y hay una razón muy sencilla: M. estudia psicología y siente afición por la corriente psicoanalítica, lo que lo predispone a escuchar sin responder.

Ahora bien, este ritmo es una constante en mi vida actual, tanto por experiencia cotidiana, espacio convenido, como por estudio aficionado. Porque el estructuralismo es una línea de pensamiento que adquirió un tinte muy especial para mí. De alguna manera me hizo sentir más seguro de mis propias rigideces y funcionalidades. Podía ir más tranquilo por la vida sabiendo que a pesar de mis esfuerzos, las cosas iban a tender a ser como estaban programadas desde siempre. La historia (y con ello todas las revisiones de vida que hice) no eran más que una reinterpretación de los mismos símbolos básicos.

Desde luego M. me conocía muy bien a partir de la noche flamenca que pasamos juntos. Y aporté muchos más antecedentes luego de la reacción que tuve cuando otro día derramé una copa de Merlot sobre su sofá blanco invierno. Todo mal. Independiente de aquello, nos encariñamos mucho a pesar que las cosas no funcionaron en el plano romántico.

La novedad de anoche fue el hecho que M. relatara un descubrimiento a propósito de sus talleres clínicos, eventos sostenidos con los compañeros de promoción que ejercitaban en los clásicos consultorios universitarios. Como todos estos pasteles tienen que referirse a sus pacientes, evidentemente en ese espacio se ventilaban varias intimidades de la humanidad. Sin embargo, y con una ética muy vívida, ninguno se referiría a sus atendidos hacia afuera, salvo utilizando nombres postizos como el que ahora utilizo con M. Pero eso que sale como en los libros (... Anna was a psicotic middle age woman, married with a obsessive-compulsive man...) dentro de los talleres tiene nombre y referencias mucho más específicas.

Hasta aquí todo bien e incluso esperable. El detalle es que M. alguna vez asistió a esos consultorios del tipo "Contigo Aprendo" afectado por la escasez presupuestaria de diciembre de 2004, misma fecha en que nos conocimos. Y según él, fue apremiado por las cosas que movilicé. Desde luego, contó todo sobre mi. Paso seguido, hubo más de una sesión de taller donde M y Pablo fueron tema de debate.

Horror! Aparte del hecho que exista una alta probabilidad que una amiga mía haya estado en dicho taller (las coincidencias también pueden ser desafortunadas) lo que más me apremia es el hecho que parte de mi intimidad haya sido ventilada sin mi consentimiento. O sea, yo puedo elegir todavía a mi terapeuta para narrarle sin espanto todas las emociones de mi devenir cola, pero algo muy distinto es haber sido relatado con una perspectiva académica! Haber sido un caso para documentar definitivamente me supera... si hasta me imagino las cosas que todos los párvulos terapeutas pudieron decir: "es obvio que en este caso estamos a la vista de un trastorno erotomaníaco en el taquipsíquico Pablo".

Una parte de mí quería ahorcar al señor M. Pero otra parte se detuvo a pensar en lo que todo esto implicaba. Por una parte, no critico la existencia de la metodología formativa que expuso todo esto, porque dudo que haya una alternativa mejor. Por otro lado, esto extingue un poco más la idea del secreto como posibilidad, en una sociedad que vive de la creciente exposición de los rasgos del individuo. Este es un panóptico diferente, aunque con el mismo sentido clínico, exacerbado con la observación distante-y-no-tanto del psicoanálisis.

He sido un devoto aficionado a esta corriente por un asunto de cambios vitales. Y puedo dar testimonio que funciona aun cuando sus operaciones de transferencia y contratransferencia salgan del consultorio hacia la ritualidad de la vida. Pero debo reconocer que algo se cuestiona con este ejemplo.

En una disciplina con caracter taumatúrgico (dícese: con la facultad de realizar prodigios) esta búsqueda de la consistencia personal definitivamente añade un costo hacia la comunidad, quizás ignorado en una sociedad sin esta filosofía. Porque no puedo sugerir el trauma que la documentación de mi caso generó, incluso cayendo en el juego exhibicionista de relatar esto en un blog.

4 comentarios:

Boris G. Isla Molina dijo...

Pablo, he entrado hoy a tu blog con las misma aprensión de todas las veces, y es que, con seguridad me encontraría con un excelente post sobre lo que sería fantástico comentar algo, aún cuando al final me retire de él sin haber escrito nada, bajo el inexcusable argumento de la falta de tiempo. Sin embargo, en esta oportunidad me siento compelido a dejar una marca en tu blog. por supuesto -el amigo poeta es también psicólogo- no me pederé oportunidad de ensayar un buen argumento sobre el desarrollo de la vigilancia de la conciencia como dispositivo policial para la mantención del orden intersubjetivo (véase Foucault en Vigilar y Castigar, El Nacimiento de la Clínica e Historia de la Locura I y II).

Esto que parece con seguridad la expresión irrefutable (notas la tendencia de mi adjetivación recurrente)de un rasgo paranoídeo en mi discurso, debo reconocer, lo es tal cual.

La ilusión es que uno crea firmemente en la subjetividad como espacio privado (íntimo) cuando en realidad la subjetividad es una construcción social basada en las constantes señales del entorno acerca de uno mismo, y en la -también constante- expresión de nuestra acción en el mundo (los otros) basicamente la "mismidad" (ego) se construye desde la "alteridad". la idea que el otro tiene de mi, la idea que tengo yo respecto de lo que el otro cree de mi, la idea que tengo yo sobre el valor de la percepción de otro. El otro, el otro, el otro. Querido Pablo, no existe el "deverbium intimus" estamos siempre expuestos. La psicología ha adquirido (acompañada de la autoridad científica) un profundo conocimiento de esta exposición y una gran capacidad para hacer praxis desde esta sensación.

Basicamente, no fuiste más utilizado en el proceso de formación de novatos "Psique" que lo que los eres cotidianamente, en cada momento, en cada lugar, a toda hora....

TE ESTARÉ OBSERVNDO...

Pablo dijo...

Damm it!

De más está decir que en más de una oportunidad hemos conversado sobre este argumento sobre la alteridad como subversión respecto al egocentrismo que persigue la inquisición (la con minúscula, tú entiendes)

No obstante, y aunque pronto la globalización me juegue en contra, todavía queda una posibilidad de salvar la exposición subjetiva mediante códigos de lenguaje no compartidos. Crees que no puedo escapar por un momento temukolainen läakarin? En ole tehnyt mitään väärää. Anteeksi, puhutko sina suomea?

Mielihyvin!!!

Boris G. Isla Molina dijo...

CANTO VII


Al aia aia
ia ia ia aia ui
Tralalí
Lali lalá
Aruaru
urulario
Lalilá
Rimbibolam lam lam
Uiaya zollonario
lalilá
Monlutrella monluztrella
lalolú
Montresol y mandotrina
Ai ai
Montesur en lasurido
Montesol
Lusponsedo solinario
Aururaro ulisamento lalilá
Ylarca murllonía
Hormajauma marijauda
Mitradente
Mitrapausa
Mitralonga
Matrisola
matriola
Olamina olasica lalilá
Isonauta
Olandera uruaro
Ia ia campanuso compasedo
Tralalá
Aí ai mareciente y eternauta
Redontella tallerendo lucenario
Ia ia
Laribamba
Larimbambamplanerella
Laribambamositerella
Leiramombaririlanla
lirilam
Ai i a
Temporía
Ai ai aia
Ululayu
lulayu
layu yu
Ululayu
ulayu
ayu yu
Lunatando
Sensorida e infimento
Ululayo ululamento
Plegasuena
Cantasorio ululaciente
Oraneva yu yu yo
Tempovío
Infilero e infinauta zurrosía
Jaurinario ururayú
Montañendo oraranía
Arorasía ululacente
Semperiva
ivarisa tarirá
Campanudio lalalí
Auriciento auronida
Lalalí
Io ia
iiio
Ai a i a a i i i i o ia

Altazor, Vicente Huidobro

Anónimo dijo...

Mr.P.
No suelo comentar en blog alguno. Ud sabe que no es mi estilo. Me conduzco mas por la escucha atenta polisensorial (adquirida como práctica siglos antes de pensar si siquiera estar frente a un paciente como discípulo de Freud, Klein o Winnicott), que por la lectura de un texto, aunque suene provocador como éste.
A pesar de ello (y como suele ocurrirme tb -ud ya lo sabe- con la experiencia sexual), la seducción me invade en escribir tres líneas acerca de su relato.
En todo caso, mi idea no es entrar en una discusión, por lo demas interesante, acerca de la constante vigilancia que nuestra estructura física y mental (y para algunos espiritual) puede resentir del entorno.
Solo decirle que como víctima y victimario del psicoanálisis, su relato también puede ser visto como una dulce vengaza (al mas puro estilo Borgiano) frente a una exposición de la cual no quiso ser parte.
Obviamente, la próxima vez trataré de ser menos eufórico y mas pragmático (aunque el romanticismo decimonónico se me salga por los poros)...
Casi suyo...
Señor M.