miércoles, 18 de octubre de 2006

La reproducción de la tontera

Inspirado en la figura del siútico y el aparato reproductor educativo de nuestra patria, no puedo dejar de comentar una idea que hace meses me da vueltas en la cabeza, pero no contaba con pretexto para narrar.

La cosa es bien sencilla. Paseando por Santiago una nublada tarde de otoño, vine a aterrizar en la exposición de "Los Tres Grandes de España" radicada en el subsuelo de la Estación Mapocho. El puro terminal reconvertido justificaba la caminata, pero en esa oportunidad la solitud me llevó a pagar la entrada y decidir regodiarme entre Picasso y Miró. Con la pretensión postmoderna de la vida, el Siglo de las Luces era demasiado añejo, así que Goya ni valía la pena.

Mal prejuicio. Al final a los catalanes ni los tomé en cuenta. Lo que me quedó grabado a fuego en la retina, fueron los innumerables grabados expuestos en la galería, donde se hacía gala de una tremenda fuerza expresiva. Y destaco uno en particular: dentro de la secuencia titulada "Los Caprichos" se hallaba el lugar nº28 que llevaba por título "Si sabrá más el discípulo..."


Tamaña ironía. Si todavía hoy puede generar alguna conmoción la idea expuesta en la imagen, puedo comprender los movimientos que en su época hubo de generar. Goya se supone que era partidario acérrimo de la Ilustración, y por tanto criticaba la superstición que formaba parte del pueblo. No obstante, reconocía que aquel conocimiento popular era una enseñanza al fin y al cabo, y como tal, contaba con una inercia que lo empujaba generación tras generación.

Y lo mismo pasa hoy en día. De algún modo, la existencia de la tecnología nos ha hecho pensar que la superstición y la magia han desaparecido del campo de pensamiento cotidiano. Craso error. Puesto que lo único que ha hecho esta nueva clase de instrumentos es cambiar el modo como nos comunicamos, antes que aquello que decimos. Al final subyace una concepción un tanto mágica en muchas de las cosas que enseñamos: la confianza en el futuro compartido, el despliegue de nuestros proyectos de vida, el curso que tendrá el relato de nuestras emociones. En nuestro país, hay más de una universidad especializada en mantener una visión extraña del mundo (aunque ellas no lo crean e intenten ser universales) y digo extraña porque al final es entendida por unos pocos, esos que logran tomar posesión del alma mater y que no temerán reproducirla y con ello derramarla por todo el sistema político-educativo que hay por debajo.

Y que decir de la prensa, que no educa formalmente, pero dibuja el mundo en el cual nos movemos y nos hace creer cosas que no son (...le suena a Occidente el concepto de arma de destrucción masiva?). O los mismos realities, que intentan ser fiel reflejo de nuestro entorno y al final no son más que una imagen corporativa investida con la superficial rebeldía de MTV.

Y así suma y sigue. No por nada la imagen puede evocar tantas instituciones como humanos hay mirando el cuadro. Hace rato que dejamos de rendirle culto a la Ilustración y hay quienes dicen que la globalización obliga a resucitar la sabiduría popular para conservar las identidades locales. Pero en el intertanto, hay una cantidad inconmensurable de estímulos visuales y auditivos que mantienen funcionando nuestro sistema no importa cuán individual creamos que sea.

Porque la secularización sigue adelante, la expresión del individuo moderno no se detiene, el torcimiento de los valores eclesiales parece ya cosa añeja. Mas, en el deseo de ser un miembro más de la comunidad, miramos las mismas lecciones del maestro que Goya retrató.

No hay comentarios.: