martes, 11 de noviembre de 2008

Trama viva

En las venas de Santiago florecieron los jacarandás. Y mi sangre se acuerda que es tu tiempo. Que se tiñe de morado como las lineas afuera de mi ventana, en este mes que las nubes se fueron de repente.

La luz entra a raudales otra vez por las mañanas y me acuerdo que tengo ganas de nuevo de dormir sin ropa. ¿Cómo pude ser que por estos días no extrañara tu calor? ¿Cómo pudo ser que pasara un año desde que ardiera el púlpito colizón, que se convirtiera el purpurado en púrpura,otra vez cubriendo las calles de esta ciudad?

¿Cómo es que el planeta acelera para estar otra vez aquí? ¿Cómo recuerdas ese acercamiento avergonzado que nos unió en un principio? ¿Cómo suenan dentro de tu cabeza esas conversaciones iniciales, esas palabras vacías que tanteaban el aire como buscando tu boca?

En esta ciudad los ritmos volvieron a latir con la luz del verano que se anuncia. Otra vez repite su retórica vacía a los individuos que esperamos algo que nos mueva dentro de ella. Los días se alargan para contrastar con noches cada vez más negras y más intensas, más negras y más tuyas. Camino hasta la esquina de la Alameda y espero bajo la sombra de un árbol que explotó de hojas que se comen al sol, de la misma forma que desde abajo siento que quiero que me quemes.

Atrás quedó el invierno y sus caricias de almohada mullida. Ahora ardiendo sobre las soleras corre la sangre de esta trama viva, de este renacer del viento que desnuda las calles embarradas de meses atrás. Curvas de carretera que dan vueltas en la cabeza. Santiago se agobia sin saber pronunciar canícula, y yo insisto en hablar esdrújulo, como si esa cadencia fuera la hipnosis de tus ideas fugadas, de tus ganas de preguntarse y qué pasaría si no...

No es que yo reprima esas preguntas, por el contrario, los cuerpos que cruzan mi camino al trabajo muchas veces me hacen girar la cabeza hacia atrás y recordar los pasos solitarios de años atrás. El rumbo fijo dentro de una calle recta, en una capital que se puede derrumbar en cualquier minuto, rajada por la fisura de un terremoto que siempre subyace, que siempre espera estemos desprevenidos.

¿Pero qué llamado de la naturaleza no opera de igual forma? Lo sabemos por la sorpresa de un noviembre atrás. Encandilado, achico los ojos para mirarte otra vez por entre la bruma, por entre la membrana de aire que a veces nos separa, pero que inexplicablemente nos junta por recovecos desconocidos.

La ciudad viva y sus venas moradas nos dan de nuevo la bienvenida.

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