martes, 24 de agosto de 2010

L'arrive

Habiendo pasado el tiempo de las despedidas, estoy instalado a préstamo dentro de las calles de París. La jornada del adiós fue bien terrible, aun más para mi corazoncito acostumbrado a no pasar penas. La distancia se siente más cuando se hace real y la partida se anegó con la emoción contenida.

Mientras el avión partía, debía resignarme a renunciar a esos domingos elegíacos que constituyeron una columna vertebral de mi vida durante los últimos años. Una parte mía sentía que me traicionaba la partir. Otra intentaba cocer mentalente el cordón umbilical, contando en reverso los días que faltaban para que todo volviera a ser como antes. Una tercera, sentía en el espinazo la emoción de partir a lo desconocido y repasaba el trabajo que habría que hacer para instalar una casa acá también.

Llevo como cuatro días instalado y en un pricipio no podía aterrizar. Bien seguro que esta es una ciudad grande, pero seguía sin poder sentir la verdadera densidad moral de la que hablan los sociólogos y que para mi era la experiencia mundana con la que me quería conectar. Y de primera vi como cada esquina se convertía en un rincón en sí, y a diferencia de mi Santiago añorado, hacía caber el mundo dentro de un bar, un café y todos los locales que me hacen pensar de dónde sale tanta plata. Porque dentro de mi cabeza siguen existiendo las mismas distinciones con las que conocí mi propia ciudad y como viajero -no como turista- las cosas se ven distinto. Es difícil zafarse de uno mismo, aun cuando la migración haya sido decidida. ¿Será que tengo miedo de conectar los sentimientos por miedo a extrañar demasiado?

Han pasado algunos días, y hasta ahora París sigue siendo un mapa. Uno que me ha despertado la curiosidad, pero que también ha reflejado la intricada red cognitiva interna. Porque si de expectativas se trata esta residencia las tiene todas. Pero algo en mi se niega a cambiar todavía. Será el alma provinciana asumida o el hecho de reconocer, sentado en las escalinatas del Sacre Coeur, donde se ve enterito París, que esta llanura es el centro del mundo, que llegué a la Galia que animó muchas de mis lecturas y que allá Chile queda bien lejos, bien diferente, casi cayéndose del mapa a pedazos.

Hasta luego cordilleras y temblores, hasta luego riachuelos sedientos del norte. Hasta luego tomates aromáticos de mi casa, hasta luego calzadas calientes del verano, hasta luego aromos despidiendo el invierno que dejé. Hasta luego adobes y maderas, hasta luego septiembres festivos. Acá sentado debo dejar los recuerdos para asociarlos a las cosas que vendrán, que las remorarán con otros valores.


Je suis arrivé à Paris. Je pensarai des autres choses, des autres idées. Je souviendrai, en autre langue, ma fisonomie interieur. J'arriva.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Pablo,que tal?
Cómo le decía a Fco. Se agradece tener amigos que cuando viajan comparten el registro de sus ojos, y nos permiten con ellos viajar...
Respecto a tus inquietudes ten presente que cuando se viaja llega primero el cuerpo, y luego el alma. Esta tarda otro poco, y presumo, que un "alma provinciana" pueder demorar otro poco más.

Un abrazo

Felipe del Real