lunes, 3 de agosto de 2009

Vocalizaciones frenéticas

No hace no tres horas que dejé de trabajar y ya estoy cocinándome la sesera. Y es que como la profesora de francés le llegó l'heure de parir au bébé no quise liquidar la partida presupuestaria adentro de un mall sino que seguir cultivando mi acervo idiomático haciendo tareas de inglés.

Lo que en un principio era funcional y práctico puede ser una verdadera angustia, a sabiendas que entreno para servir a dos enemigos. Con la pronunciación abacanada del triunfante gringosajón no me dan ni medio pan en Francia, lugar de mis fantasías más maduras.

No sé en qué estaba pensando sino era en mi propia curiosidad, cuando recitaba en la ducha los verbos nórdicos del finlandés. Porque una cosa es querer traducir canciones inasibles con el ánimo de calmar una conciencia ávida de comprender el espíritu y otra es ceder ante la vanidad políglota que raya en los malabarismos de un idiot-savant

En el caso del francés ya la cosa es un proyecto más serio. Es verdad que esforzarse en hablar esquimal me abrió la mollera lo suficiente como para comprender que siete octavas partes del mundo tienen más de cinco vocales en su diccionario. Como para matar a todas las tías del parvulario con su represivo recitar.

Ya lo decía Elías, que nada se civiliza soltándose de la naturaleza, que nos regaló una boca infinita que puede hacer tantos sonidos como células tenemos en el pecho, la garganta, la laringe y aun la nariz. Sino que lo digan los franceses que aprendieron a hablar apretando sus cavidades al compartir la sobremesa con quesos putrefactos. O los brasileños que se independizaron de un Portugal que no escuchaba los saltitos de la samba carioca. Y qué decir de los mogoles que a falta de instrumentos en la estepa aprendieron a silbarse como el viento.

Y esa es una parte del cuerpo. La otra depende del cerebro, que en mi caso se esfuerza por poblar de acentos las palabras agudas, de formar adverbios con todas las cosas, con reparar en los despliegues del inconciente en cada tropiezo de mi lengua.

Habiendo tenido unas semanas de miedo en la pega, quisiera cerrar los ojos y descansar. pero me espera el sueño, que nunca es en silencio. Por el contrario, tratando de solucionar las verguenzas que he pasado con los extranjeros y aquellas que pasaré en adelanta, se esfuerza incluso por hablar de una manera que no entiendo.

Quizás ahí está el alivio. en soltar las palabras como se suelta el aire para hablar. Total para las cosas importantes, para los apetitos, siempre habrá como comunicar. Mi impoluta prostitución así me lo enseñó.

Ante la queja, el silencio o la canción ¿y ahora qué digo yo?

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