domingo, 30 de agosto de 2009

Transferencia metropolitana

La semana pasada arrivé desde Buenos Aires en el segundo viajecito que pude pegarme por esos lados. A diferencia de la primera ocasión, donde a ojos de turista todo resulta deslumbrante, esta vez pude recorrer mejor la ciudad a sabiendas que no tenía tareas por cumplir ni lugares que borrar de la lista.

Entonces es cuando aparecen las verdaderas claves del habitar metropolitano. Sus caminatas al ritmo de peatón, las elecciones de los lugares donde comprar, las posibilidades de definir recorridos que serán trasados más de una vez.

Al vivir en la ciudad no nos damos cuenta de todas las rutinas que podemos generar. No asumimos cómo entregamos el espacio, como suscribimos a un aire compartido. En las ciudades grandes más aun, cuando la aglomeración de tantos defectos y virtudes solo puede dar paso a combinaciones irresistibles de lugares, llenos de humores diversos.

Cuando la noche cae es quizás probablemente cuando las identidades de las ciudades aparecen con más fuerza. Quizás por la posibilidad de caminar aun cuando la naturaleza dispone el sueño. La capital argentina de eso tiene mucho, enmendando los días con sus faroles y carteles de teatro. Desde acá criticamos como todo eso es fantasioso, a pesar que fantaseamos con las tetas paradas de las porteñas.

Y aunque la noche revele los temores, algo nos impulsa a vivir la ilusión bohemia como queriendo compartir una historia con otros que fueron vagabundos de alcohol. Santiago y su trabajo se lamentan, cuando los domingos se terminan temprano. Esas rutinas que parecen elecciones no elegidas, que restringen los recorridos muchas veces.

Esta es una ciudad industriosa, que amanece temprano y que a pesar de todo, intenta parecer pulcra a punta de barrer la calle. Me pregunto si de haber comido tarde en la noche trasandina no creeré que la vida se vive un poco acostándose tarde. De otro modo no se podría apreciar el humo nocturno que vuelve las metrópolis en escenarios. Quizás la clave está en buscar la novedad en un lugar que de seguro las tiene. Mal que mal aquí se puede vivir pareciendo viajero.

Solo hay que recuperar la experiencia de autoafirmación de toda capital, y sentir el orgullo de ser capitalino.

No hay comentarios.: