miércoles, 20 de junio de 2007

A la mayor lejanía

¿Cuál es aquel lugar donde más lejos se puede estar de casa?

Hay veces que tal deseo se manifiesta en términos emotivos y mentales. Los viajes hacia el inconciente nocturno, o el sueño despierto para escapar a la realidad corriente, son siempre una posibilidad al alcance de la mano. Hay espíritus con mayor ensoñación que otros. Yo mismo he viajado a través de las palabras últimamente, tratando de aprender sonidos de otros lugares, traduciendo idiomas inútiles, quizás tratando de no tener que usar los fonemas que sí necesito.

Claro, cuando hay movimientos en la vida muchas cosas pueden cambiar de significado y posición. Si el relato fuera siempre una línea podría saber a ciencia cierta donde me lleva cada una de las frases que uso para crear mi nuevo entorno. Alguna vez escuché que el silencio libera frente a la palabra que esclaviza. ¿Y dónde podría estar más callado que lejos de casa?

Si tuviera que viajar por el mapa, no sería Finlandia, tierra donde descansa mi imaginación ultimamente, el lugar donde tendría que estar. Serían las antípodas, aquel punto al otro lado del planeta, aquel límite del arco del mundo que está justo debajo de mis pies. Y ya no es el ártico congelado, sino Manchuria donde debiera quedarme.



Curiosamente, aprender un mapa de las antípodas es mucho más realista que estudiar el mapa chovinista que el senador Carlos Cantero mandó publicar poniendo a Chile arriba en el mapa. Tan simple como dar vuelta la tipografía de los países y nuestra tierra quedaba a la cabeza del mundo. Y aunque en el vacío del espacio no exista norte y sur, en nuestra tierra llena de objetos sí lo hay. En la cabeza del político la distancia parece ser que se anula, porque en el recuerdo, en la imagen eidética de la geografía, ahora quedamos en el lugar de Canadá; como si esto nos transformara en aquellos tranquilos residentes del norte.

Pobre señor, esclavo de los puntos cardinales. De seguirlo, ahora estaría donde empieza el mundo, no donde termina. Y la verdad es que en algo me interpela, en ese sentido escapista de no querer estar donde se está. Pero si remito a mi pies, y por tanto a lo que verdaderamente existe, la posición contraria a lo que digo y callo, el lenguaje más diferente que pudiera hablar, el paisaje totalmente invertido que pudiera mirar, está en un mapa que nadie conoce, que poco importa para nuestra comprensión cartográfica.

Y ahora, sabiendo que mirar arriba o abajo, escribir de derecha a izquierda, es en realidad una decisión a la que he adherido, soñar con estar lejos es todavía más fácil aun.

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