domingo, 11 de noviembre de 2007

Percusiones modernas

Anoche asistí a la presentación de Björk en Chile. Quedaba tan a la mierda que llegar fue casi una peregrinación a la mismísima Islandia. Pero evidentemente valía la pena vencer todo el tránsito que trepaba hacia San Carlos de Apoquindo. Porque si no, nihubiera habido forma que el reinado de la música se depositara sobre el Santiago que yacía a los pies de la orquesta.



Sin lugar a dudas, vencido el impulso primero del fanatismo, comprobé en la tribuna que por muy cerca que estuviera de una artista que había seguido por años, no podía padecer de ataque de histeria alguna. Mal que mal lo que me convocaba era la música, y algo también de la presencia de la artista, una suerte de Aparecida invocada por el despliegue sorpresivo que tendría este conjunto de esquimales electrónicos.

Así, sin grito alguno, el concierto tenía un buen sustrato de misticismo. Ha pasado un buen tiempo desde haber mirado esas tierras boreales con desafección, fantaseando con encontrar un cuerpo de conocimiento objetivo en la contemplación de esos desiertos helados. Y es que en su momento la música de Björk fue desvestida completamente de todo instrumento ajeno a la voz misma de la cantante, o la de la humanidad ordenada en la polifonía de un coro. Habiendo partido como una loca-desatada (en sus primeras presentaciones siempre vestía una camisa de fuerza) paso a paso, disco tras disco, droga tras droga, fue desarrollando un sonido que se volvía más adulto en la medida que la artista apelaba a las emociones que le despertaba este nuevo lenguaje.

Como tal la música tiene un ordenamiento completamente diferente a las letras. Es difícil alfabetizarse en estas materias, lo mismo que aprender las lecciones solamente siguiendo reglas de composición establecidas. Y aunque ya había hablado sobre esta suerte de ejercicio de reinterpretación simbólica de la escena contemporánea actual, aquel día corroboré como la sensibilidad de una mujer que se vuelca sobre su propia experiencia y transmite lo que ha descubierto del ejercicio sensitivo: del pop más instrumental y comunicativo (estar en la onda del Human Behaviour) al chirrido artificial que reemplaza la naturaleza (y recrea el mundo en Joga) para pasar al uso destemplado de la pura voz humana (el origen representado en la madre Oceanía)

Vencida por tanta destilación de sonidos, la propuesta actual que el concierto se encargó de distribuir soberbiamente, retoma la base de aquello que nos vuelve completamente humanos: la idea de una gran tribu que baila según el compás de su propia sangre y de la naturaleza que lo rodea. La diferencia ahora es que descubrimos eso tras la fiebre lisérgica o el dominio manipulado del sintetizador y el reactable. Pulsiones negras mediante, no podríamos decir que Volta es un llamado a retonar a la Tanzania original. Ya establecidos en los códigos de las ciudades, las mismas que permiten grabar el disco y reciclar los videos de su promoción, ponerse los audífonos es una invitación a recorrer los caminos de la aventura una vez más.

Siguiendo las indicaciones de la islandesa, para reconocernos como iguales vamos a bailar una vez más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mmmm
interesante forma de escribir.