martes, 17 de abril de 2007

Recemos por la tragedia

Supongo que nadie queda indiferente a una noticia como la publicada por todos los medios entre ayer y hoy. Un surcoreano completamente perturbado (no sabemos si por celos)dispara a diestra y siniestra, matando a otros 32 compañeros y docentes de la universidad en que estudiaba.

Supongo que esa sola imagen basta para tener miedo que aquí alguna vez pase lo mismo, o, lo que es más probable, sea suficiente como para tener compasión por los afligidos gringos. Guardando las proporciones, es como que acá pasara algo en un lugar aparentemente tan tranquilo como Coltauco, Marchigüe o cualquier otro pueblo con chupalla.

Supongo que por ese despliegue de sinsentido, lo primero que uno anhela es recuperarlo a la brevedad. Y ha de ser esa la razón por la cual, terminado el noticiero de la mañana, pude escuchar rezando a las niñas del colegio de monjas que está tendido a los pies de mi edificio.

Supongo que la madre superiora, apelando al orden monacal, las ordenó en sendas filas militares para elevar en conjunto la plegaria al Creador, pidiendo cordura, consuelo para los padres afligidos, descanso para los protestantes abatidos. Y está muy bien que así sea. Definitivamente, si acá no entendemos nada, necesitamos que Aquel que puede ver más, nos explique porqué ocurren estas cosas.

Supongo, por lo mismo, que esta tragedia merece rezar, porque hacerlo por los muertos en Irak ya no tiene sentido. Tampoco por los refugiados de Darfur, los sidosos de Africa Central, los completamente desamparados niños de Afganistán.

Solo sabemos que un demente apretó el gatillo sin tener razón aparente. Suponemos así que el sinsentido nos cuestiona; como ya no pueden hacerlo estas otras masacres cotidianas, esas que por repetidas o lejanas a las oficinas de CNN, no ocupan titular, discusión y oraciones para el consuelo de los caídos.

Por favor, recemos para no perder nunca la memoria y dejar de pedir por todas, todas las conmociones.

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