jueves, 7 de octubre de 2010

Lo (in)esperado

Una vez finalizada la novedad, prosigue al cambio el nuevo orden de las cosas. Terminadas las sorpresas, disminuída la sensación de abrir los ojos ante lo desconocido, sigue la luz real de los objetos, el calibre honesto de las pupilas y las imágenes más auténticas en la memoria.

En este hemisferio la luz llega desde el Sur, y ahora que es otoño se está escapando lentamente hacia allá. Y para mí ese movimiento cardinal es quizás una analogía de lo que necesito en este tiempo. En caso alguno podría decir que he terminado de aprender lo que vine a vivir acá, recién empiezo, pero lentamente he ido dando paso a la manera propia de mi ser, esa que se vino colada en la maleta y que encuadra este viaje no sólo como un paseo sino como una biografía.

Estudiar algo tan imbricado y ambicioso como la Sociología del Género y de la Sexualidad se vuelve conocimiento vacío si no se aferran a la experiencia, a la señales que me ha puesto la vida y a cuyo orden una parte mía desea ser sumiso. Allá en Chile quedó mi historia, mi salida del closet, mis primeras piruetas pensantes cuando creía que decir algo inteligente me iba a salvar del reinado oscuro de la homosexualidad. Allá en Santiago quedaron todas esas fiestas que hoy extraño, en una mañana extrañamente luminosa de París, recordando a mis compañeros de la ruta coliza, a mis hermanos en el margen y a los que he dejado fuera tantas veces con o sin querer.

La semana que termina representa mis primeros pasos en la seria teoría, pero también una toma de conciencia de haber llegado acá no como individuo, sino como pareja, como pariente distante, como amigo invisible. Toma de conciencia sobre armar de nuevo una vida, con poca plata pero con verdadero amor al cual le vamos a pedir harto, quizás demasiado. Aun así no me sirve de nada si esa confianza no se aplica también a los estudios, a la manera de mirar a los sujetos que aparecen en mis papeles, o a la tentación de sentirse víctima de la discriminación cuando tantas veces he discriminado.

Cuando la austeridad se transforma en norma de vida, cuando la disciplina parece ser el vehículo para lograr lo que se quiere, se puede olvidar el amor y sus abundancias y sus desórdenes. Es ahora cuando el misterio de las consecuencias impensadas de decisiones anteriores cobra nuevo valor. Empieza este otoño y no sólo los árboles empiezan a dejar pasar la luz: yo también empiezo a asumir lo (in)esperado, empiezo a mirar distinto y con ello me hago un poco más adulto. Ahora sé que todo lo pensado no es nada respecto a lo que ha pasado y a lo que pasará, pero también sé que al final todo se trata de confiar en la vida y mis ganas de vivirla como se merece.

En la catarsis que tiene hoy día mi escritura quiero representar este momento más tranquilo, esta confirmación de las incertidumbres, esta renovación de promesas con mi compañero y el nuevo brillo que tiene la nostalgia que siento por Santiago. Escucho nuevas canciones, sumo palabras a mi repertorio, tropiezo en idiomas ajenos pero voilà! estoy aprendiendo un nuevo baile para celebrar las bendiciones que me ha dado la vida.

Una vida que los incluye a ustedes a Dios gracias.

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