miércoles, 25 de noviembre de 2009

La vida en rosa

Yo doy tumbos en francés y cada vez apreto más la lengua para poder hablar ese idioma que sale desde la garganta, que finge un beso con cada letra y que inventa vocales y conexiones para que las palabras se deshagan dentro de una masa que parece un caleidoscopio de sonidos.

Doy tumbos en francés y pienso y pienso y por más que pienso no hay modo que termine hablando bien. Llevo un año de mateo pero toda una vida imitando ese acento de perfume. Llevo un año con el diccionario pero toda una adolescencia queriendo vivir como María Antonieta.

Escuchándome, me embarga la melancolía un poco ante la pasión desteñida y la fantasía de París. Y para alguien que se considera obrero del pensamiento (no el creativo ni el lider claramente) la falta de nuevas obras gramaticales y la incapacidad de salir del silabario me hacer dar nuevos tumbos al tiempo que la sofisticación no pasa de ser algo así como pajaritos en la cabeza.

Como si la vida fuera en rosa.

Y era lo que me faltaba... sufrir por un modo de hablar florido, que no puede ser sino el logro más significativo de la pronunciación coliza y sus ganas de ser fifí. Porque el sombrero de la francofonía nunca me revestirá de intelectual; a lo sumo me sumará más puntos en los calificativos de la siutiquería, en las coordenadas snob de alguien que no termina de entender a Lévi-Strauss.

Qué ganas de aprender entonces solamente a conjugar las notas de l'amour, como si fuera un puro deseo rosado que tiña mi cabeza y borre mi chilena opacidad. Así podría volver a vivir en la ciudad de las luces. Así podría hacerla como la Grace Jones, cantando una canción popular del pueblo civilizatorio, que suena tan desafiante en su salvajismo andrógino. Voilá, la vida en rosa cantada por una mujer que parece hombre, por una africana que se cree Edith Piaf, por alguien que en Nueva York derretía a los colas setenteros y que, al igual que muchos de los del gremio, por mucho que bata las pestañas al final del video se queda sola en un mundo de fantasía donde no hay aplausos que la despidan.

Igual en algo envidio esa fantasía aunque sea medio trágica. Porque así recuperar la pose afrancesada para hablar como loca cool, sin que me caiga a camorrazos toda la Sorbonne cuando pasee por allá. Aunque bueno, yo no me quedaré solo, porque todo este esfuerzo lo hago por amor. Ese amor que me deja negra aunque hable rosado.

Y afortunadamente termina la canción, justo con una de esas frases que fue de las primeras cosas que pude traducir: alors, je sens en moi mon coeur qui bat siento que el corazón me late dentro. Y lo hace en español. Mientras tanto, sigo tratando de entender a la Grace Jones.

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