viernes, 12 de septiembre de 2008

Carioca



Solo para decir que anduve en Rio de Janeiro. Solo para contar que ha sido el único lugar donde bailé en una protesta y nadie protestó por como bailaba. Solo para recordar que hasta las micros hervían de samba. Solo para narrar como las casas se asujetan de los cerros como peleándose por estar ahí, por ser parte de esa ciudad que tiene pura magia. Magia de verdad, de la buena, de la mala y de la muy mala.

Solo para poder leer que estuve dentro de las postales que entretuvieron mis tardes de telenovela. Solo para poder pronunciar otra vez Ipanema, agua mala que me dejó tomar de la mano a mi namorado y que casi se lo tragó por veado. Solo para descansar otra vez en las siluetas del Corcovado que rompe la cadencia del bossa nova, que no podía ser inventada en otras calles, llenas de árboles húmedos, de imposibles contrastes.

Como dentro de una olla a presión, las cosas se agitan cuando hay tanto calor y tantas cosas que chocan dentro de ella. Yo, como turista podría pasar por alto esas cosas, pero decidí encumbrarme en un cerrito viajando en ese tranvía del pasado de carioca, aventurándome también a beber caipirinha en Lapa y sintiéndome quizás un poco inseguro por mi andar. Pero Rio me cuidó esta vez y yo puedo escribir para puro regocijarme. Y estuve en sus terrazas colgando del cielo, sin despegar los pies de la tierra y sus oscuridades.


Solo para decir que alguna vez estuve en Rio de Janeiro

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