miércoles, 19 de diciembre de 2007

La resurrección de Lázaro

Mi computador padeció la muerte y la resurrección. En los días de penumbra hubo varias cosas que no pude hacer, no obstante decubrí otros modos de acompañar mi solitud. Y es que habiendo perdido en parte la conexión con el mundo, el coma de mi compañero me mantuvo a mí también en el ostracismo.

No pude ver las noticias que no leo en el trabajo, ni pude bucear en los rincones alternativos de last.fm. No pude fantasear con la idea de las citas electrónicas. Dejé de escuchar a TV-resistori y toda su fantasía adulta infantil. Pero, no obstante, hubo maneras de remediar la pena solitaria a la que me acostumbrara de mediar tanta tecnología en mi vida.

Hay otros hombres que tienen aún más artículos que yo para entretenerse e incluso definirse, pero en mi caso el mp3 y las planillas del SPSS siempre salvaban mi cabeza, mi bolsillo y mi orgullo. Entonces la sorpresa de un accidente, una caída al suelo, recobra ese dolor original del parto, que deja abierta la respiración a un mundo nuevo y autónomo.

Porque no hay mal que por bien no venga, dicen. Como el palestino amigo del Maestro, el laptop volvió a la vida de la mano de los técnicos. En el primero de los casos Jesús habló y Lázaro salió por su cuenta del sepulcro. Nada se dice en la Biblia acerca de si su caminata era exactamente igual a la original. Dos mil años después a mí me formatearon el disco duro. Y los registros anteriores de mi existencia, las fotos, las canciones, se perdieron para siempre, al menos en su versión conocida. Rescatarlas implica una arqueología digital que puedo realizar, pero que nunca conocerá los mismos resultados que el alma anterior.

De haber sido precavido y mediar mayor técnica en mi actuar, me habría salvado de esta catástrofe. Catástrofe aparente, pero catástrofe al fin. Ahora, al igual que el resucitado, tengo que ver la vida de una manera diferente, con una memoria configurada con otras formas, con nuevos sentidos que distinguen estímulos extraños. Porque cualquier resurrección jamás será analogía del primer nacimiento.

Habiendo cruzado una barrera de silencio, las palabras retornan con renovada fuerza. Y esto es más que una simple vuelta al sol, más que recobrar un verano bicentenario o un nuevo cumpleaños de ensoñación. Porque nada de lo que se pueda contar es igual, habiendo perdido la memoria aunque sea solo por un rato.

La fortuna del tiempo bíblico es que no había tecnologías para tratar la vida, por tanto, el registro de la existencia se entrega a pulsasiones presentes en el cuerpo y sangre del escriba, no de la tabla de escribir. Fortuna entonces que ahora, acompañado por la posibilidad de romper la rutina, la resurreción de Lázaro HP es un detalle frente a poder ver la vida con un nuevo horizonte.

Y no es que haya estado en coma estas semanas. Por gracia del destino solo renuncié a tener todo escrito en el computador. Y tú, que lees esto, sabrás a qué me refiero. Ahora quiero escribir algunas cosas junto contigo también.

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