domingo, 12 de agosto de 2007

Fin del letargo

Todavía no se termina el invierno. Aromos florecidos mediante, se hace el loco y no quiere irse. Ni siquiera al ver el empeño con el que los cerezos empiezan a brotar. Esa pátina rosada que se instala en los árboles se vió francamente amenazada por la nieve de la otra vez.

Esa inspección de la naturaleza, la atención a las cosas (algo así como el pensamiento concreto o salvaje de Levi-Strauss) queda francamente amenazada si los pelotudos de Meganoticias musicalizan sus notas sobre la nevada en Santiago con música de Navidad. ¿Qué pretenden, francamente? Acaso pareceremos desarrollados si coincide el invierno con la fiesta familiar y el regalo. No olvidemos que hay países pobres, como Albania o la misma Palestina, donde lo navideño se vive casi de verdad con guaguas en pesebres. Y acá los niños se cagan de frío en un campamento, sin regalos siquiera.

Quizás, si supiéramos dónde estamos, donde se iergue esta ciudad, no nos asustaríamos con tales chubascos. La cordillera necesita tener la cabeza blanca un rato si queremos capotear en la piscina del verano. La niebla necesita pasearse un rato si no nos queremos ahogar en el smog. Y así es el invierno. Claro, esta ciudad se pone triste, se vuelca hacia adentro, privatiza el consumo de sopaipillas (se han fijado que cada vez hay menos carritos?) y todo parece aletargado.

Incluso el metro parece ser normal si ahora el refregón con el prójimo reporta calor debajo del pavimento escarchado. Pero siempre habrá gente inconsciente. Como el amigo aquel que se preocupó del enfermo porque está impresentable para las visitas, no porque está enfermo. Así, en la órbita propia es difícil ver el esfuerzo de la naturaleza por volver a ser el recuerdo que se nos perdió...

Cambio climático y todo, igual hay esperanza de otra primavera. Porque no hay espíritu que aguante tanto invierno, tanto frío como en este 2007; no obstante aquello no es capricho propio. Porque esa naturaleza que se empeña por volver a vibrar hacia afuera también nos gobierna dentro.

El fin del letargo se aproxima

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