lunes, 20 de agosto de 2007

Dios salve a la reina (en su cumpleaños)

Se me pasó el cumpleaños de mi "reina". Bueno, al menos ese es el título con el cual debiera identificarla: algo así como la soberana de lo coliza. Yo, ahora devoto defensor de las libertades políticas y el proceso de individuación, creo más bien que podría ser mi mentora en cuanto cómo ser pop y obtener réditos de aquello.

Me acordé de mi falta de memoria gremial, cuando, sorprendido en una noche de ensoñación soltera, sintonizó mi televisor el último concierto de la "chica material". Por cierto, a estas alturas tiene poco de chica y harto de vieja-regia. Así, la soporífera modorra del domingo en la noche (tan angustiosa ante la proximidad del lunes) se convirtió en una festiva vigilia en mi dormitorio.

Claro, ya me había enterado del cumpleaños famoso, cuando vi empapeladas todas las esquinas de mi barrio con los afiches de la Blondie promocionando el espectáculo. Prometía trasnformistas, cotillón, repartición de torta y videos fullscreen. Cuando fui hace años atrás a la Noche de Divas, dedicada esa vez la Ciccone quedé boquiabierto por el fluir energético del lugar, conmocionado por la efervescencia de los estrógenos digitales. Todos, absolutamente todos querían ser y bailar como esta mina warrior enfundada en Dolce y Gabbana: hombres y mujeres presentes.

Claro, hay una importante cuota de descaro en sus acciones que todos quisiéramos tener. Pero mirando detenidamente el concierto del domingo, me pregunté sobre aquello que Madonna maneja con sabiduría empresarial en cada una de sus presentaciones. Que son aluscinantes, lo son. Que son un despliegue de sofisticadas tecnologías, lo son. Que son el escenario de una provocación evidente, lo son. Sino, no se explica la crucifixión de la "reina" que todo Occidente comentó.

Y también son una referencia egocéntrica. Por algo cita su accidente ecuestre mientras interpreta "Like a Virgin", estableciendo los parámetros de su sofisticación física y costumbrista. La primera vez que interpetó en vivo la canción, se disfrazó de novia calentona en un escenario de MTV. Sólo le faltaba masticar chicle con la boca abierta para parecer una tonta naif. Ahora viste de british lady tras comprender que andar en pelota ya no favorecía su espíritu ni las ventas del mismo.



Pero al final, la admiro por inteligente. Con esas dos señales, la cruz y el caballo, comprendí que apela a varias claves inconcientes. Sabiendo esto, pretendiendo cierto intelecto, ya no es necesario tenerla por placer culpable. Porque es un ícono al fin y al cabo, un resumen de varios simbolismos explotados de manera capitalista. Es ubicar el margen, la línea peligrosa de cruzar antes de la perdición, pero todo bajo control humanizante y civilizatorio. Como un crucificado cantando o una herida fashion de amazona aristócrata. Es como una suerte de erotismo visual y sonoro, una presentación constante de objetos y fenómenos numinosos.

Pero es imposible que atienda a todo esto por sí sola. Por algo tiene un ejército asesor consigo. Por eso no son pocos los que piden que Dios salve a la reina (en su cumpleaños), que piden que las vitaminas que toma para alargar su vida, la dejen pa'l gato, pero con vida. Porque aparte de los beneficios individuales, siempre habrá nuevos espectáculos grandilocuentes y entretenciones que apelan a sentidos escondidos y mueven el cuerpo colectivo a voluntad.

Y ya con eso es suficiente para que los pájaros que aspiran a ser reinas la llamen divina.

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