viernes, 4 de mayo de 2007

Titulación-rotulación!

Hay veces que conviene constatar la contradicción. Quizás el otoño favorece aún más reparar en las inconsistencias climáticas que gobiernan la vida. En lo que a mi respecta, he sido testigo este mes de varios cambios, y estoy a la espera de experimentar otros tantos más.

Convencido que no soy quien para pretender obviar las emociones (por mucho que el intento racionalizante de mi cabeza trate de hacerlo) intentaré ver las cosas sin el prisma civilizatorio de la conciencia, sin la estrategia de pacificación de mi salvajismo. Porque ocurre que estoy muerto de susto ante lo que se viene en el futuro. Por harto tiempo me acostumbré a transitar entre mi casa y el trabajo siguiendo un ritmo constante, mirando los mismos edificios, y atendiendo de tanto en tanto a los latidos que las picas laborales o los éxitos conseguidos me producían.

Otras veces terminaba emocionado por lo aprendido. Y siempre, siempre, regresaba al departamento con las luces apagadas en invierno. Pero así es la costumbre, así es el orden que necesito para caminar creyendo que el resto de las cosas pueden estar igual de controladas. Es como la lata de atún extra en mi despensa, porque si quería comer una, al final nunca quedaría un espacio vacío dentro de ese volumen.

Pero ahora que ando con ganas de andar con la camisa fuera... el cambio de rutina puede traer tantas sorpresas. Solo sé que, antes de salir de la oficina, tengo que tener bien en claro qué me llevo conmigo. Durante los últimos años estuve certificando la calidad de los títulos de este país, sin preocuperme mucho de aquel curriculo que yo mismo cursaba. Habiendo rendido los exámenes finales, me doy cuenta que este lugar me permitió hacer otras mudanzas: no solo independizarme sino que también sacudirme algunas inhibiciones físicas y emotivas, y cambiar el concepto de lo que es ser conservador.

Al final, lo que se hereda son las tardes compartidas, los carretes a medio camino, los naufragios aparentes y las salidas a flote con nuevas palabras. En mi primera oficina aprendí a defenderme, a creer que puedo hacer cosas que pensaba no podría actuar, a dosificar el histrionismo y volver más grave la voz. Y lo que sigue... no sé. Este día obtengo un certificado más en la carrera adulta, pero en el fondo, lo que más me gusta es que podré decir adiós convertido en un mejor hombre. Ese es el mejor rótulo que puedo adquirir.
Gracias a todos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y creo que te despidieron con lágrimas en los ojos, no hay nada como irse así! en el pic!

Besos,

Pablo dijo...

Toda partida, lo mismo que la bajada de un escenario tiene algo de dramatismo. El artista siempre debe serlo, no solo parecerlo. Y así como se rie, se llora. De todas formas todos quedamos más vivos