miércoles, 9 de mayo de 2007

La amistad de Penélope

Me dijeron que era un solterón!!! Así, tan descarnado como suena. Y no fue en el sentido positivo que pudiera inferirse del hecho de estar “libre de polvo y paja”, no, esto era pura acusación no más.

Evidentemente me cayó como balde de agua fría. Más fría que el frío de antenoche, fecha de la conversación en cuestión. Alejado de tales latitudes por trabajo, el cálido desierto antofagastino ha logrado distraerme de tal conmoción y ahora puedo procesarlo. Por que decir que no me produjo nada sería una mentira tan grande como el concepto solterón en sí.

Esto es terrible. Bueno, explica poderosamente las razones por las cuales no viajé acompañado este verano. Y de paso activa el motor de búsqueda de justificaciones, so pena de no partirme de nuevo como el cogote de cualquier desgraciado que me lo vuelva a decir. Y confieso, que eso me pasa por cínico también, prodigando paz conceptual para evitar la viva violencia. Porque como todo ser humano, tengo fotografías mentales para ilustrar mi diccionario semántico. Y para solterón se me ocurre un par de personas, pocas de mi edad, casi todas mayores, a las que el pelo se les ha puesto opaco, que tienen atisbos de verrugas en la nariz, que gesticulan con manos gastadas de tanto lavar la loza, que apagan el carrete con horario marciano, y que tienen demandas insólitas en la vida para evitar atender a la comezón genital. Esa que todos sentimos de vez en cuando.

Curiosamente, y he aquí lo importante, todas, todas son mujeres. Porque los solterones que conozco se casaron con Dios y alguna solución encontraron en el éxtasis religioso (me imagino una versión masculina del Éxtasis de Santa Teresa de Bernini) Por lo mismo, la acusación me dolió el doble, porque harta plata he gastado en psicoanálisis desenterrando la masculinidad castrada así que ponerme un pantalón travesti no me viene bien en absoluto.

Como resultado de la terapia varios me han dicho: ahora caminas como hombre. No es que antes caminara como maraca, simplemente no caminaba. Entonces, si alguien ha sido testigo de ese tránsito, cómo puede acusarme así? Claro, es cierto que no tengo relación alguna, que en mi departamento la ropa está ordenada por color y que tengo una cábala para preparar adecuadamente el arroz (me importa mucho que no se queme) Pero también sé que todas esas mañas las tengo absolutamente pilladas, que me río de ellas, y que si la circunstancia lo amerita, puedo dormir hasta colgando de un árbol o mear en la calle. Si no pregúntele a mis amigos guerrilleros.

No puedo culpar finalmente al cabro que me dijo esto. Quizás me tiente bajarlo de rango, porque siempre supuse que un amigo sabía en lo que estaba el otro, distinguiendo mañas de trastornos, pastelismo de neurosis, timidez cristiana de engrupimiento católico, vanidad fashion de vestir santos. Pero en algo tiene razón. Quizás sea el arrebato de no pelear cuando es debido y cambiar eso por la queja. No por nada tengo a veces inspiración para actualizar el blog.

El no enfrentar a combos la agresión es algo que ahora me cuestiona. No ser más radical en la despedida o más áspero en el cariño que finalmente siento. Por el contrario, día tras día, puedo caer en el vicio de tejer y destejer la espera como Penélope, ansiosa de lecho de marido errante, cristalizada en el garbo helénico detrás de un telar, incapaz de terminar lo empezado. Un cariño así tiene sus costos, creo. Porque la heroína se puede convertir en la vieja amarga que no sabe que se ha puesto un cinturón de castidad para siempre.

El amigo que me dijo esto algún temor también debe compartir. Es como Penélope, igual que yo, tejiendo y destejiendo el cordel que nos ata. Porque un solterón nunca acusa a otro, sabiendo de lo complejo que debe ser. Definitivamente, si quiero ser un hombre de bien y no quiero tragar conceptos de nuevo, algo más de testosterona tendré que aplicar.

Porque en el mundo del erotismo no reconocido y el morbo adulto de justificar, siempre se juega al violador, nunca al solterón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen tema, conversémoslo, cara a cara... almorzamos?

Tu dime, día, hora, lugar.

Cariños,

Una soltera no asumida
con delirios de penelope