lunes, 14 de enero de 2008

Arte para los artistas

Hay días en que el teatro inunda las calles y salas de la ciudad, habiéndose consagrado el verano como un tiempo de las tablas, y enero como el mes de las nuevas performances que llegan como tendencias de temporada desde la mente y talento de los dramturgos nacionales e internacionales.

Es en enero cuando los actores tienen todo el derecho de ponerse aún más hueveados de lo que son, cuando su oficio sale del anonimato un tanto elitista de la cartelera invernaly encuentra publicidad en cada una de las paletas de la Alameda, en un pequeño afiche pegado en las paredes de las iglesias del centro y en las pizarras que se ofrecen como menú en salitas que nadie supo estaban allí.

Y para los retrasados de las vacaciones, la cultura llega como barniz acalorado que gasta mejor el dinero que el happy hour de tantos meses atrás. Y de tan seguido que se toma el trago, se olvida que hay otra maneras de hablar que no sean el cahuin de la oficina o la queja por la micro averiada. Así, para los que esperan con calor las vacaciones y quieren evitar achicharrarse de nuevo en las mismas terrazas, el teatro del Santiago a Mil, las exposiciones del Museo Libre 24 horas, los conciertos aberrantemente segmentados de Providencia Jazz, constituyen nombres que se pueden comprar también como los tragos del año anterior.

Y es que el arte no debiera consumirse solo una vez por año. Curiosamente, esta cartelera recae justo cuando el bolsillo brilla en el vacío postnavideño. Y a sabiendas que el invierno no es buena fecha, la luz que regala este mes al caer la jornada laboral tiene un poco de todo: arte para el pueblo que se apiña en el parque quemante o para los ilustrados que aplauden con la espalda arqueada la obra de unos alemanes angustiados, que requieren atletismo mental para asociar los gritos de la protagonista culeada con el vacío existencial de nuestra vida robada por las instituciones.

Pero como ando distraído ahora último... el arte para los artistas es cada vez mejor, pero también más encerrado en su propia costumbre y lenguaje. Para los legos, la opción es estudiar justo cuando no se puede o cultivar la asepcia del espectador que compra entradas esperando experiencias nuevas. Pero ya hemos hablado que al final los signos son diferentes para los mismo símbolos.

Teniendo pajaritos en la guata, mejor pensar cómo salir a pasear de manera diferente. No sea cosa que después del teatro me vaya a la playa como cualquier santiaguino que aprovecha ahora el ofertón que por excesivo es igual de inalcanzable que la cultura de marzo hacia allá.

Ahora, ya no hay purismo que valga para celebrar el verano.

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