viernes, 9 de febrero de 2007

Eu conhecí o Brasil

Vaya si fue toda una experiencia el inicio de estas vacaciones. Como nunca antes había ocurrido, salí de mi patria aventurándome en tierras lejanas. Claro que ni tanto tampoco, porque al final seguía paseando por Sudamérica y por un lugar con lengua romance. Y tal como mencionara en la columna anterior, pasé nueve tremendos días en Brasil.

Povo maravilhoso sin lugar a dudas. Creo que son pocas las palabras para describir la experiencia. Porque en resumen, comprobé en carne viva los beneficios formativos de emprender un viaje: desde aprender a arreglárselas solo en un aeropuerto inentendible, perder el miedo a hablar en inglés para poder interactuar con los europeos (paseantes-eternos), buscar información para tomar el ônibus o cualquier otra cosa que transforma lo cotidiano.

Porque como me fui en plan mochileiro tuve que hacer varias cosas que en un paquete turísitico se evitan. No voy a reproducir aquí el anecdotario de las aventuras, porque nunca he usado esta página como registro biográfico. Siguiendo las leyes de la convivencia brasileira, lo mejor es conversar presencialmente estas cosas. Porque si alguna lección de vida puede obtenerse de un paseo por allá es la tremenda comodidad con el desenvolvimiento del cuerpo.

Na praia, extendida realmente mucho más allá de la faixa de areia abarcaba toda la dimensión cotidiana de la ciudad. Alejado de toda la pretensión minimalista del estudio nórdico sobre el papel de nieve, latinoamericanizado fuera del charango y la banana; Brasil era una tierra donde el cuerpo efectivamente se usaba. Nada de cuerpos duros e individuos perfectos en su belleza, no. Eso quedaba para algunos que en relativo no podría decirse privilegiados. Porque al final, un individuo como yo estaba en todo su derecho de bañarse en el mar usando el mínimo de ropa, lo mismo que dormir sin polera en una hamaca.

Me quedó claro que las inhibiciones son de Chile. Y patrióticamente no puedo culparme de nada. Pero si pensar que es posible vivir de una manera más sana, más presente. Esa coherencia que se manifiesta en un buen ánimo eterno, pero también en el crimen pasional más beligerante. Y eso es como el Carnaval de tres días y el año entero para prepararlo.

Lo de Ordem e Progresso es más bien un horizonte. Porque acá el trópico que languidece se transforma en una fiesta medianamente organizada. Eu conhecí o Brasil adivinando y deseando ser parte permanente de esa comparsa.

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